A casi año y medio de haber sido nombrado candidato a la presidencia de la República, Norman Quijano es el único candidato que aún no ha presentado su programa de gobierno. A estas alturas ha visitado numerosas poblaciones ha tenido incontables reuniones con diversos sectores, pero no tiene claro que haría en caso de llegar a la Presidencia. Podemos inferir que lo que ha hecho, son cientos de promesas inconexas, diciéndole a la gente lo que quiere escuchar, pero sin una ruta clara de trabajo del quinquenio que se iniciaría el primero de junio del próximo año.
El programa de gobierno debe constituir el corazón de los contenidos de la oferta electoral. Es el hilo conductor, que a partir de un diagnóstico serio de la realidad nacional, guía la acción del gobernante y es la base esencial de su discurso electoral. Sin programa, la campaña electoral es un listado de ofrecimientos populistas y demagógicos, en unos casos. En otros casos, es campaña sucia y ofensiva que en nada contribuye a la educación cívica de la ciudadanía y a orientar la conciencia colectiva para el día de las elecciones.
Cuando no hay programa, el insulto sustituye el planteamiento serio. La amenaza sustituye la búsqueda del convencimiento racional. Cuando no hay programa, la propaganda es vacía, llena de música, de gritos casi histéricos llamando a un falso patriotismo, calumniosa de los adversarios; pero nunca constructiva, verdaderamente motivadora y movilizadora de conciencias. Alude a la emotividad antes que a la razón.
No se necesita hacer encuestas para saber que los problemas fundamentales del país, y por tanto de los salvadoreños, están ligados a la economía y la seguridad. En lo económico, el desempleo, la falta de oportunidades y el costo de vida son lo esencial. En el campo de la seguridad, el crimen organizado, las pandillas y su secuela de asesinatos, extorsiones, robos y asaltos constituyen el calvario que a diario sufrimos los ciudadanos. Un programa debe contener propuestas concretas para enfrentar estos graves problemas.
No se trata de decir que se van a generar empleos, que se promoverá el crecimiento de la economía, que habrá tranquilidad, que se combatirá con firmeza la delincuencia. El programa debe exponer las formas, medidas, políticas, programas y proyectos que se implementarán para lograr lo anterior. Esta es la gran ausencia del candidato arenero.
El programa debe además de definir de donde provendrán los recursos para lo que se piensa realizar. En este sentido debe definir con precisión la política fiscal. Las políticas de austeridad, eficiencia y transparencia del actuar gubernamental.
En lo particular el programa de gobierno debe establecer una posición clara sobre el tema de la minería metálica, sobre las intensiones de privatizar el agua y la salud. Debe haber una política clara de apoyo y beneficio a los millones de salvadoreños que han migrado, como parte esencial de la política de relaciones exteriores. Debe señalar con precisión las políticas sociales que se implementarán, que deben dejar de lado el sesgo asistencialista y convertirse en promotoras del desarrollo y superación de la pobreza endémica de millones de compatriotas.
Hace muchos meses, ARENA anunció con bombo y platillo la conformación del equipo que haría su plan de gobierno. A este equipo se incorporaron académicos de prestigio vinculados a los tanques de pensamientos de los grupos empresariales. Si a la fecha no han puesto en manos del candidato una propuesta seria, es una incapacidad imperdonable. También podríamos especular, que los intereses económicos del poderoso grupo de financistas de ese partido conocido como el G-20, no se ponen de acuerdo en sus “intereses programáticos”, y ello impide que el candidato pueda presentar públicamente el programa.
Mientras tanto la publicidad de la campaña de ARENA sigue moviendo su millonaria rueda de inversiones mediáticas, sin contenidos.
Ayutuxtepeque, jueves,12 de septiembre de 2013.
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