Hace algunos días Ricardo Ribera, publicaba en el periódico digital El Faro un artículo en el que atacaba sin piedad a los que denominaba “izquierda Exquisita” que proponían la anulación del voto como forma de protesta contra el sistema actual establecido y aceptado de plano por el FMLN, pocos días mas tardes Carlos Abrego del blog Cosas tan pasajeras le respondió con esa claridad y calidad que lo identifica.
http://www.elfaro.net/es/201402/opinion/14796/ (El voto ‘in’ de la izquierda exquisita)
http://cosastanpasajeras.blogspot.com/2014/02/votar-nulo-encierra-apenas-una-esperanza.html
Este debate me parece interesante ya que yo soy uno de los que estamos claros de que ninguno de los candidatos a presidente cumple ni medianamente con el perfil esperado para un presidente de El Salvador, me gustaban mas los vices de todos los partidos y lo dije en mas de una ocasión, sin embargo creo que en estos momentos anular el voto puede ser un error, sin embargo en las próximas elecciones legislativas y de alcalde posiblemente al no estar en juego tanto poder sería una posibilidad muy real de expresar repudio por el acomodamiento político de algunos y el cavernarismo ideológico de otros.
Para ahorrarles tiempo replico ambos artículos dejándolos a su análisis y los invito a visitar los sitios respectivos para alimentar el debate.
El voto “in” de la izquierda exquisita. Por Ricardo Ribera
Maldigo la poesía
concebida como un lujo
cultural por los neutrales,
que lavándose las manos
se desentienden y evaden;
maldigo la poesía
de quien no toma partido,
partido hasta mancharse.
(Gabriel Celaya)
Repentinamente, han aparecido los que propagandizan la idea de anular el voto, adjudicándole al voto nulo toda clase de atributos. Es la nueva moda. En ciertos medios y determinados círculos (que se suponen “progresistas” o “izquierdistas”) lo que está “in” es ir a las urnas para manchar la papeleta o, mejor aún, escribir en ella alguna leyenda, dibujo o frase de protesta, si es ingeniosa, mejor. Después, se le saca una foto con el celular para subirla al facebook y presumir de original y rebelde. Incluso hay quien ha llegado a defender el voto nulo para así “mantener la dignidad y la coherencia entre lo que se piensa y lo que se hace”. El asunto amerita un análisis.
Un primer problema práctico a señalar es que esos votos que se pretenden in-satisfechos, in-sumisos o in-surrectos, en el cómputo electoral resultarán fatalmente mezclados con los votos in-válidos de gente que por torpeza o estulticia manchó o marcó de modo equivocado la papeleta. Están también los in-decisos, gente tan alejada de la política o tan ignorante que llegando a la urna aún no sabe por quién va a votar y “se inspira” a última hora. Por último están los in-diferentes, quienes sencillamente se quedan en sus casas o se van al mar porque a ellos “la política no les interesa”.
Esta variedad de voto in-válido que pretende ser in-teligente en realidad es un voto in-útil. De hecho, termina en el mismo saco donde se amontonan los de in-conscientes e “idiotas” (en el sentido griego del término, sin afán de insultar: aquellos que no se interesan por la polis ni por la política).
Pero aparece nuestro izquierdista de salón (de salón de clases, más bien) que cita a José Saramago y nos invita a leer “Ensayo sobre la lucidez”. Ni falta que hace en un país donde eso lo vivimos: durante la dictadura y en los ochenta, en plena guerra civil, había elecciones y el gesto de anular el voto tenía sentido político, hasta revolucionario. Tras cincuenta años de dictadura, doce de conflicto armado y veinte de elecciones en democracia el país ha cambiado y el escenario es otro.
¿Es tan difícil de comprender? ¿Acaso no se entiende que la trama que construye Saramago se refiere a una situación de dictadura? La obra que habría que citar es “Ensayo sobre la idiotez”. Pero ésa no es de Saramago. Ésa está pendiente todavía de ser escrita. Tal vez alguno de los que “eligen no elegir” se anime a hacerlo.
El libro a recomendar que lean es “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”, de Vladimir Illich Ulianov (Lenin). Tal vez les atempera la cabeza caliente a esos de “extrema izquierda”. Pero, ¿existe de veras una extrema izquierda en este país? En todo caso resultan ser más de extrema, que de izquierda. Y la coyuntura los ha dividido.
Dago se pronunció por apoyar a Tony Saca, para “despolarizar el país” y oponerse a “las dos oligarquías”. Salió después afirmando que un gane en primera vuelta suponía un “cheque en blanco” mientras el voto en segunda podría imponer compromisos con los sectores populares. Sin embargo con quienes después se le ha visto es con terratenientes cafetaleros en la firma del Pacto Nacional por el Café.
Algunos izquierdistas se plegaron a apoyar al FMLN, única opción real de izquierda que hoy por hoy existe en el país, mientras otros mantienen un vergonzoso silencio. Además han surgido los de izquierda exquisita, los desencantados, que afirman que “todas las opciones son igual de malas”, que se niegan a “votar por el menos peor”.
Gente que publica en espacios de opinión, que asume la responsabilidad de orientar a un público, debería meditar un poco más las cosas que escribe. En la campaña vemos políticos cuyo cerebro pareciera quedarles más lejos de la boca de lo que les queda el hígado; lamentable que columnistas adolezcan de lo mismo. Columnistas que parecen escribir por desahogo, para verter en el papel pasiones y fobias, agravios y frustraciones. No se esperan a digerir los acontecimientos y su posible interpretación, que ya se lanzan a vomitar lo que les revuelve las entrañas. Podrían aportar, puesto que inteligencia para ello tienen, pero les falta inteligencia emocional para decidir qué conviene decir y cómo conviene decirlo. El que aplican no es materialismo histórico sino “materialismo histérico”.
Flaco favor le hacen al país. Los 34 mil 310 votos inválidos que hubo (que no alcanzarían para legalizar un partido) le faltaron al Frente para ganar en primera vuelta. Al país la broma le costará más de 25 millones de dólares y cinco semanas más de inaguantable campaña. Lo positivo: la victoria puede que sea más abultada y la derrota más devastadora.
En un editorial de Contrapunto leo razonamientos del siguiente tenor: “la situación dejó a FMLN y Arena en la necesidad de hacer alianzas”. Parece correcto, una afirmación de realismo político: ese es el escenario. Mas a continuación se afirma que esto refleja el “pragmatismo poco ético y moral al que estamos acostumbrados en El Salvador” y se enlaza argumentando que el pragmatismo implica “la degeneración de la política”. En un solo párrafo se ha recorrido la distancia del realismo al purismo más extremo. Quizás una personalidad bipolar podría seguirle la lógica; difícilmente lo conseguirá una mente normal.
Contrapunto culmina su razonamiento con la pregunta ¿qué necesidad tendría una fuerza de izquierda de aliarse con fuerzas de derecha? Es un buen interrogante como para esclarecerlo para las masas, si es que hubiera alguna intención pedagógica u orientadora. Pero no es así. Lo que hace es pura argumentación falaz, manipulación burda. A la palabra izquierda añade los adjetivos “revolucionaria y ética” y a la expresión “fuerzas de derecha” le ha agregado el calificativo “oscuras”. Completa la pregunta retórica con el añadido: “cuando tiene sectores populares con los que hacer compromisos para sacarlos de la exclusión”.
De manera que ha dejado así la pregunta: “¿qué necesidad tendría una fuerza de izquierda, revolucionaria y ética, de aliarse con fuerzas oscuras de derecha, cuando tiene sectores populares con los que hacer compromisos para sacarlos de la exclusión?”
Además de manipulador, el autor demuestra ser alguien que no entiende de política. Parece no comprender que a veces los compromisos son necesarios, que si se quiere “hacer política” de izquierda y no sólo hablar sobre ella, habrá que ver cómo mantener dividida a la derecha, cómo atraer a una fracción y cómo dificultar la posibilidad de que concilien entre ellas. Obviamente, todo esto no haría falta si los “sectores populares” fueran tan fuertes y conscientes, y la correlación tan favorable, que se les pudiera “sacar de la exclusión” sin necesidad de “ensuciarse”.
El problema es que el mundo de la realidad está a tal distancia del mundo de fantasías, ético e inmaculado, que hay en las cabecitas de la izquierda exquisita, que razonar así con ellos probablemente resultará tan inútil como lo es el voto nulo por el que ahora ellos claman.
Votar nulo encierra apenas una esperanza. Por Carlos Abrego
Después de acumular tanto insulto, en su artículo en El Faro, de pintarnos como desposeídos de toda inteligencia, de invalidar sin más los argumentos, Ricardo Ribera se esfuerza por parecerse a los que llamamos al voto nulo. Digo esto en el sentido siguiente: pues si fuese tan inteligente, tan astuto, tan maravillosamente un hombre revolucionario, que aplica a la letra y en el espíritu el «marxismo-leninismo», entonces en ese caso nos hubiese dado un solo argumento que nos obligara necesariamente a cambiar de postura. No vi ese argumento por ninguna parte.
El mal menor queda igual, su «izquierda» necesita a la derecha y a los patrones para ganar las elecciones. Pero ¿para qué quieren ganar las elecciones? El gran estratega del compromiso que es Ricardo Ribera no nos da como muestra ni un capullo, una sola medida que vaya en favor de los trabajadores y en detrimento de los explotadores. No creo que pueda encontrar un solo ejemplo en que el autor de “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” haya entrado en compromiso con el enemigo de clase.
Nosotros estamos ahora ante un situación grave, muy grave, estamos entrando en una nueva etapa de nuestra historia, el partido que ha representado hasta ahora la defensa de los intereses de los trabajadores, asume abiertamente su papel de conciliador entre las clases, su papel social-demócrata. Y al entrar a este nuevo período podemos simplemente caer en un sistema de alternancias en que los votantes conformarán mayorías en favor del que en ese año se les presente como el mal menor. Luego se darán cuenta que tal vez se equivocaron y decidirán sancionar a ese partido y optarán esta vez por el otro. Y la próxima vez votarán al revés. Y ese túnel puede ser largo, sin que aparezcan ventanas por donde vislumbrar algún horizonte.
Este sistema no es una ficción, es lo que pasa en muchos países desarrollados y menos desarrollados. Es lo que pasa en Francia, en España, en Portugal, en Grecia, en Alemania (con un pacto ahora entre todos los partidos, pues ya no se encuentran diferencias entre ellos), etc. Esto llega a una estabilización de votos «tradicionales» para cada partido (nuestros «votos duros») y el paulatino, permanente crecimiento de la abstención. En esta situación los que al fin y al cabo tienen la opción de decidir es una pequeña franja de la población, la menos estable políticamente, la menos principista, la que se deja convencer por el desgaste que le produce en sus mentes el miedo.
Ricardo Ribera no ha tenido la suficiente inteligencia para rebatir los argumentos, apenas tuvo un tantico de ingenio, para acumular los substantivos que se inician en «in». Pero no nos dice nada que tenga valor de argumento. ¿Qué obligación tengo de optar por un candidato que no me convence? ¿Qué obligación tengo de votar por un candidato que juzgo traidor a los intereses de la clase trabajadora? Porque en definitiva, para mí, un partido que desde el primer año de su gestión nos repite las mismas medidas sociales como los grandes logros del quinquenio, no puede pretender a cambiar la vida. Y asumen el Asocio público-privado como si también eso fuera una medida que incluyera su programa inicial. Se olvidan que es una imposición estadounidense, que es una condición para ofrecernos la “limosna” milenaria. Sin decirnos que ese Asocio viene a prolongar y profundizar la política arenera de las privatizaciones. Ricardo Ribera calla sobre todas las denegaciones de la simbólica promesa de devolverle al país su soberanía monetaria. En su alegato se olvida que votar por un candidato requiere un convencimiento, presupone comunidad de principios, de objetivos, de aspiraciones.
Lo sorprendente es que Ricardo Ribera no cuestiona a los partidos en lid electorera por su «in-capacidad» de movilizar al electorado, pues la abstención alcanza a más de dos millones de electores, entre los cuales hay más de los que le faltaron a su partido para ganar desde la primera vuelta o de perder…
Nada nos dice de la afanosa insistencia de Sánchez Cerén y con él de todos los miembros de la cúpula partidaria, de respetar la Constitución. Cuando Schafik Handal tomó su bastón de peregrino electoral iba repitiendo “respetaremos la Constitución, toda la Constitución”, el mensaje era más o menos este: “no vamos a comportarnos como revoltosos, no nos tengan miedo”. Ahora el mensaje es totalmente otro, “tienen que darse cuenta, señores patrones de la ANEP que hemos abrazado su ideología, vean, todo lo hemos abandonado, que lo que nos queda de izquierda es apenas una capita para que los electores no se nos vayan”. Y si aun así no les entienden, declaran que no van a reformar nada, sobre todo los artículos pétreos, concepto este totalmente antidemocrático, refiriéndose a uno solo: el que garantiza la propiedad privada.
Pero esta promesa echa al tarro todas las convicciones y cierra para siempre cualquier posibilidad de que nuestra sociedad se libere de la monstruosa tutela y dominación oligárquicas. Pues nadie puede negar que la vida que sufrimos viene justamente de esa dominación, viene también de la dominación extranjera. Es decir la clase trabajadora no puede dejar de tener como objetivo liberarse de la opresión social de la que es víctima en la sociedad capitalista. No es esta perspectiva la que le ofrece el FMLN a los trabajadores. Es por eso que el voto nulo tiene un significado de esperanza, pues es una señal fuerte de que debemos buscar una salida, que no podemos, no debemos conformarnos con que el destino de nuestro país se reduzca a elegir a cada tanto el mal menor.
El voto nulo encierra esto, aunque sea apenas de manera embrionaria y no se nos venga a exigir que les mostremos los frutos, pues esto apenas se está sembrando, aún no tiene raíces. Por el momento es apenas una esperanza.
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