No podíamos terminar el día sin recordar a Monseñor Romero, martir y santo salvadoreño, que ha trascendido a sus asesinos, mientras el oprobio y el olvido los cubre con su manto de desprecio, el amor, la gratitud y la memoria histórica sigue elevando a San Romero de América a los altares de todo el mundo.
Oscar Arnulfo Romero ha resucitado y vivirá por siempre, no solo en el pueblo salvadoreño, sino en todo el mundo.