Los sucesos del 44 se explican en torno al General Maximiliano Hernández Martínez, el hombre fuerte del ejército salvadoreño que gobernó durante trece años con mano férrea El Salvador, pero a quien, algunos lo recuerdan como un hombre honrado que al contrario de sus predecesores no se lucró desmedidamente del estado.
Su controversial gobierno hoy es objeto de acalorados debates entre quienes solo han escuchado de las cosas “buenas” que hizo o sobre su tratamiento a los criminales a quienes “mantuvo a raya”, en las redes sociales claman por un General Martínez que venga a “limpiar nuestro país de las lacras” y muchos se expresan en términos similares.
Realmente para entender lo que motivó a la insurrección del 44 es necesario entender al extraño personaje contra quien fue dirigida por eso debemos preguntarnos con curiosidad historiadora.
¿Quien era el General Martínez?
San Matías es un pequeño municipio del Departamento de La Libertad, en El Salvador, situado en la parte norte del mismo y limitando al Norte con el municipio de San Juan Opico, eminentemente de tipo agrícola y comercial, en este pueblo, el 21 de octubre de 1882, doña Petronila Martínez, esposa de Don Raymundo Hernández tuvo un hijo al que bautizaron como Maximiliano, su familia aunque relativamente humilde tuvo la solvencia económica de ponerlo a estudiar en San Salvador en donde obtuvo el título de Bachiller del Instituto Nacional de El Salvador y posteriormente gracias a la intervención y apoyo de su tío el Ing. Guadalupe Martínez, logró ingresar en la Escuela Politécnica de Guatemala, que era una escuela militar.
Se destacó como alumno militar y obtuvo el grado de Sub Teniente, regresando a El Salvador bajo la presidencia del General Tomás Regalado apodado «El bolo».
Al regresar al país, entró al ejército y estando ahí, inició estudios de derecho en la Universidad Nacional, en la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales, pero no los concluyó por estar dedicado enteramente a su carrera militar.
El 17 de Noviembre de 1903 tuvo el grado de Teniente efectivo.
El 23 de Agosto de 1906, fue ascendido a Capitán.
Ese mismo año peleó bajo las órdenes del General Tomás Regalado en las escaramuzas finales de la «Guerra de los Totopostes» contra Guatemala, denominada así porque el abastecimiento de las tropas se basaba en esta especie de bollo de maíz seco, lo causó un desabastecimiento general del maíz en la región, la guerra es recordada, más por una serie de anécdotas y episodios chuscos que por grandes batallas, episodios como la misma muerte del presidente salvadoreño que en estos enfrentamientos totalmente borracho avanzó hacia una posición enemiga, sirviendo de perfecto blanco para las balas chapinas, con lo que la presidencia de Tomás Regalado terminó bruscamente pero el capitán Maximiliano logró su acenso a Capitán mayor.
Una copla popular guatemalteca narra el episodio burlándose de los hechos.
Cuando Regalado Venía
Cuando Regalado venía
con todo su batallón
en el regreso que tuvo
ya sólo era el cascarón.
Cuando Regalado Venía
decidido a robar,
el diez de junio dejó
hasta el modo de pensar.
Cuando Regalado llegó
montado en su mula lerda
don Manuel le dio nalgadas
pa’que el camino no pierda.
Cuando Regalado venía
y traía mucha plata,
el tiro se le sopló:
y le salió por la culata.
Luego de casi dos meses de hostilidades, finalizó el conflicto gracias al armisticio firmado a bordo del barco de guerra estadounidense «marblehead».
El 6 de mayo de 1909 logra el grado de Teniente Coronel.
El de junio de 1914 asciende a Coronel y el 27 de junio de 1919 llega a General de Brigada.
Fue fundador del Círculo Militar y su primer presidente, ganándose la reputación de ser «el mejor técnico militar de la República y el oficial que demandaba la más estricta e imparcial de las disciplinas».
Sus intereses eran variados y estudiaba con dedicación sobre otros muchos temas, en especial la teosofía, sobre la que tenía verdadera pasión, le fascinaban temas esotéricos como la telepatía y otras prácticas seudo mágicas, su rígido y vehemente carácter inspiraba tanto admiración como aversión, su vida era espartana, siendo famoso por su excelente condición física y sus costumbres sobrias, en contraposición con la disoluta vida de los militares a su alrededor.
Su forma de ser ejercía un poder hipnótico sobre sus allegados y subalternos y su forma de ser rencorosa e implacable lo convertían en un peligroso enemigo casi irreconciliable, características que le fueron ayudando para ir ascendiendo en las estructuras castrenses.
En 1921 fue instituido como ministro de Guerra y Marina.
Hasta entonces su vida únicamente había transcurrido dentro del ámbito militar, pero dado su liderazgo era natural que poco a poco se interesara en una forma de control más allá de la castrense, este interés de Maximiliano Hernández Martínez por la política se hizo evidente en el año 1930, cuando se presentó como candidato presidencial, para después retirarse y convertirse en el el compañero de fórmula de Arturo Araujo Fajardo.
Se casó con Concepción (Conchita) Monteagudo, una guapa mujer con quien tuvo ocho hijos: Alberto, Carmen, Esperanza, Marina, Eduardo, Rosa, Gloria y Maximiliano.
Sobre ella cuenta se una anécdota que no sé a ciencia cierta si es verídica, dicen que ya siendo primera dama, en una reunión en la que participaban diplomáticos de otros países, admirados de la belleza de la dama, alguien tuvo la suficiente osadía de preguntarle:
– ¿Señora y usted es latina?
– No, yo soy la «Concha»…
«Tina» es el diminutivo de Cristina, Ernestina, etc. y en el dialecto coloquial de nuestro país el artículo precede al nombre cuando queremos referirnos a una persona, la Juana, el Miguel.
Esta sería a grandes rasgos la vida de Maximiliano Hernández Martínez, militar, presidente y dictador de El Salvador en sus años antes de su presencia en la política nacional.