Cuaderno 12 (XXIX) 1932 Antonio Gramsci
Esta diferenciación no sólo social sino nacional, de raza, entre masas considerables de intelectuales y la clase dominante del Imperio Romano, se reproduce después de la caída del Imperio entre guerreros germánicos e intelectuales de origen romanizado, continuadores de la categoría de los libertos. Acompaña a estos fenómenos el nacimiento y el desarrollo del catolicismo y de la organización eclesiástica, que durante muchos siglos absorbe la mayor parte de las actividades intelectuales y ejerce el monopolio de la dirección cultural, con sanciones penales para quienes pretendían oponerse o eludir ese monopolio. En Italia se cumple el fenómeno, más o menos intenso según las épocas, de la función cosmopolita de los intelectuales peninsulares. Destacaremos las diferencias que mejor se ven a primera vista en el desarrollo de los intelectuales en toda una serie de países, por lo menos las más importantes, con la advertencia de que estas observaciones deberán ser controladas y profundizadas.
Para Italia el hecho central es la función internacional o cosmopolita de sus intelectuales, que es causa y efecto del estado de disgregación en que permanece la península desde la caída del Imperio Romano hasta el año 1870.
Francia es el exponente de un tipo de desarrollo armónico de todas las energías nacionales y especialmente de las categorías intelectuales. Cuando en 1789 un nuevo grupo social surgió políticamente en la historia, cl mismo estaba completamente capacitado para todas sus funciones sociales y por eso luchó por el dominio total de la nación, sin avenirse a compromisos esenciales con las viejas clases, sino subordinándolas a sus propios fines. Las primeras células intelectuales del nuevo tipo nacen con las primeras células económicas: la misma organización eclesiástica sufre su influencia (galicanismo *, luchas precoces entre la Iglesia y el Estado). Esa maciza construcción intelectual explica la función de la cultura francesa en los siglos XVIII y XIX, función de irradiación internacional y cosmopolita, y también de expansión con características imperialistas y hegemónicas en modo orgánico; por lo tanto muy distinta de la italiana, de carácter inmigratorio, personal y disgregado que no se derrama sobre la base nacional para potenciarla sino que tiende a hacer imposible la constitución de una firme base nacional.
*galicanismo: sistema doctrinal iniciado en Francia que postula la disminución del poder del Papa en favor del episcopado, y sus grados inferiores, y la subordinación de la Iglesia al Estado.
En Rusia se deben considerar diversas cuestiones: la organización política y económico-comercial fue creada por los normandos (vareguios ), la religiosa por los griegos bizantinos; en una segunda etapa los alemanes y los franceses llevaron la experiencia europea a Rusia y dieron un primer esqueleto consistente a la gelatinosa historia rusa. Las fuerzas nacionales eran inertes, pasivas y receptivas, pero tal vez por eso asimilaban completamente las influencias extranjeras y a los mismos extranjeros, rusificándolos. En el período histórico más reciente ocurre el fenómeno inverso; una elite de personas activas, enérgicas, emprendedoras y disciplinadas emigraron al exterior, asimilaron la cultura y la experiencia histórica de los países más avanzados de Occidente, sin perder por eso los caracteres más esenciales de la propia nacionalidad y sin abandonar los lazos sentimentales e históricos con su propio pueblo; habiendo hecho de esta manera su aprendizaje intelectual volvieron al país, obligando al pueblo a un forzado despertar en una acelerada marcha hacia adelante, quemando etapas. La diferencia entre esta elite y la alemana importada (por Pedro el Grande, por ejemplo.), consiste en su carácter esencialmente nacional-popular: no puede ser asimilada por la pasividad inerte del pueblo ruso, porque es ella misma una enérgica reacción rusa contra la propia inercia histórica.
En otro terreno, aunque en muy diversas condiciones de tiempo y lugar, este fenómeno ruso puede ser parangonado con el nacimiento de una nación, los Estados Unidos de América: los inmigrantes anglosajones también fueron una elite intelectual, pero de carácter especialmente moral. Naturalmente nos referimos a los primeros inmigrantes, los pioneros, protagonistas de las luchas religiosas y políticas inglesas, derrotados pero no humillados ni despreciados en su patria de origen. Consigo importaron a América, además de la energía moral y voluntariosa, cierto grado de civilización, cierta fase de la evolución histórica europea que, trasplantada por ellos al suelo virgen americano, continuó desarrollando las fuerzas implícitas en su propia naturaleza, pero con un ritmo incomparablemente más rápido que en la vieja Europa; donde existe toda una serie de frenos (morales, intelectuales, políticos, económicos, incorporados en determinados grupos de la población, reliquias de los pasados regímenes que no quieren desaparecer) que se oponen a un proceso acelerado y tratan de equilibrar en la mediocridad toda iniciativa, diluyéndola en el tiempo y en el espacio.
En Inglaterra el desarrollo es muy, diferente del de Francia. El nuevo grupo social engendrado sobre la base del industrialismo moderno tuvo un sorprendente desarrollo económico-corporativo pero anduvo a tientas en el campo intelectual-político. Muy vasta es la categoría de los intelectuales orgánicos, surgidos en el mismo terreno industrial con el grupo económico; pero en la esfera más elevada encontramos inalterada la posición de casi-monopolio de la vieja clase terrateniente, que pierde la supremacía económica pero conserva por mucho tiempo una supremacía político-intelectual y es asimilada como "intelectuales tradicionales" y como estrato dirigente por el nuevo grupo en el poder. La vieja aristocracia terrateniente se une a los industriales con un tipo de unión que en otros países es justamente lo que une a los intelectuales tradicionales con las nuevas clases dominantes.
El fenómeno inglés también se presentó en Alemania complicado con otros elementos históricos y tradicionales. Alemania, lo mismo que Italia, ha sido la sede de una institución y de una ideología universalista, supranacional (Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana) y ha dado cierta cantidad de personal a las comunidades medievales, empobreciendo sus propias energías internas y provocando luchas que desviaban de los problemas de organización nacional y mantenían la disgregación territorial del medioevo. El desarrollo industrial sobrevino bajo una envoltura semifeudal que duró hasta noviembre de 1918 y los Junker [aristocracia terrateniente] mantuvieron una supremacía político-intelectual mucho mayor que la del mismo grupo inglés. Fueron los intelectuales tradicionales de los industriales alemanes, pero con privilegios especiales y con una fuerte conciencia de ser un grupo social independiente, basada en el hecho de que poseían un notable poder económico sobre la tierra, mucho más "productiva" que en Inglaterra. Los Junker prusianos se asemejan a una casta sacerdotal-militar que tiene un monopolio casi total de las funciones directivas organizativas en la sociedad política, pero que al mismo tiempo posee una base económica propia y no depende exclusivamente de la liberalidad del grupo económico dominante. Además, a diferencia de los nobles terratenientes ingleses, los Junker constituían la oficialidad de un gran ejército permanente, lo que les daba sólidos cuadros organizativos, favorables a la conservación del espíritu de cuerpo y del monopolio político.*
2 En el libro Parlamento y gobierno en la nueva organización de Alemania de Max Weber se pueden encontrar muchos elementos para apreciar cómo el monopolio político de los nobles pudo impedir la elaboración de un personal político burgués vasto y experimentado, y se hallaba en la base de las continuas crisis parlamentarias y de la disgregación de los partidos liberales y democráticos; de ahí la importancia del Centro católico y de la socialdemocracia, que en el período imperial lograron formar un estrato parlamentario y directivo propio bastante considerable.
En los Estados Unidos, en cierta medida, es posible notar la ausencia de los intelectuales tradicionales, y de ahí el diverso equilibrio de los intelectuales en general. Se dio una formación maciza sobre la base industrial de todas las superestructuras modernas. La necesidad de un equilibrio no se ha dado porque es preciso fusionar a los intelectuales orgánicos con los tradicionales, pues éstos no existen como categoría cristalizada y misoneísta [hostil a lo nuevo], sino porque es necesario fusionar en un único crisol nacional de cultura unitaria diversos tipos de cultura aportados por la inmigración de distintas nacionalidades. La falta de una vasta sedimentación de intelectuales tradicionales, tal como la que se cumplió en los países de la antigua civilización, explica en parte la existencia de sólo dos grandes partidos políticos, que en realidad se podrían reducir fácilmente a uno solo (cfr. no sólo con la Francia de posguerra, cuando la multiplicación de partidos llegó a ser un fenómeno general) y, en contraposición, una multiplicación ilimitada de las sectas religiosas (me parece que se han contado más de 200 sectas religiosas; se puede hacer una comparación con las luchas terribles sostenidas en Francia para mantener la unidad religiosa y moral del pueblo francés).
Una manifestación interesante y que aún debe ser estudiada, de los Estados Unidos, es la formación de un gran número de intelectuales negros, que absorben la cultura y la técnica norteamericanas. Se puede considerar el influjo indirecto que estos intelectuales pueden ejercer sobre las masas retrasadas de Africa y el directo si se verificase alguna de las siguientes hipótesis: 1) que el expansionismo americano se sirva de los negros nacionales como agentes para conquistar los mercados africanos y extender a ellos su propio tipo de civilización (algo semejante ya ha ocurrido, pero ignoro en qué medida); 2) que las luchas por la unificación del pueblo americano se enardezcan en tal grado que determinen el éxodo de los negros, y el retorno a Africa de los elementos intelectuales más independientes y enérgicos, y por esa razón menos propensos a someterse a una posible legislación todavía más humillante que la actualmente en vigor. Aparecerían así dos cuestiones fundamentales: 1) con respecto a la lengua: ¿el inglés podría llegar a ser la lengua culta de Africa, unificadora de la multiplicidad de dialectos existentes? 2) si este estrato intelectual puede tener en tal grado la capacidad asimiladora y organizativa que llegue a convertir en "nacional" el actual sentimiento primitivo de raza despreciada, elevando el continente africano al mito y a la función de patria común de todos los negros. Creo que por ahora, los negros de Norteamérica tienen un espíritu de raza nacional más negativo que positivo, producido por la lucha que los blancos han llevado para aislarlos y disminuirlos: ¿acaso no ha sido éste el caso de los hebreos hasta 1700? La Liberia * ya americanizada y con el inglés como lengua oficial podría llegar a ser la Sión de los negros norteamericanos con tendencia a convertirse en el Piamonte [cultura franco-itálica] africano.
* País de Africa occidental que no llegó a ser nunca colonia, en cambio fue invadido por el capital yanqui.
En América del Sur y Central la cuestión de los intelectuales me parece que debe ser examinada teniendo en cuenta estas condiciones fundamentales: en América del Sur y Central tampoco existe una vasta categoría de intelectuales tradicionales, pero la situación no se presenta en los mismos términos que en los Estados Unidos. En la base del desarrollo de estos países encontramos los cuadros de la civilización española y portuguesa del 1500 y del 1600, caracterizada por la Contrarreforma y por el militarismo parasitario. Las cristalizaciones aún hoy resistentes en estos países son el clero y una casta militar, es decir: dos categorías de intelectuales tradicionales fosilizadas como en la madre patria europea. La base industrial está muy limitada y no ha desarrollado superestructuras complicadas: la mayor parte de los intelectuales son de tipo rural, y como predomina el latifundio, con extensas propiedades eclesiásticas, estos intelectuales están ligados al clero y a los grandes propietarios. La composición nacional está muy desequilibrada también entre los blancos, pero se complica por las masas cuantiosas de indígenas que en algunos países son la mayoría de la población. En general se puede decir que en estas regiones americanas aún existe una situación de Kulturkampf (lucha cultural) y de proceso Dreyfus, es decir, una situación en la que el elemento laico y burgués no ha alcanzado la etapa de la subordinación de los intereses y de la influencia clerical y militar a la política laica del Estado moderno. Ocurre así que por oposición al jesuitismo tiene todavía mucha influencia la masonería y el tipo de organización cultural como la "Iglesia positivista". Los acontecimientos de estos últimos tiempos (noviembre de 1930) –desde la Kulturkampf de Calle en México hasta la insurrección militar-popular en la Argentina, en Brasil, en Perú, en Chile y en Bolivia– demuestran justamente la exactitud de estas observaciones.
Otros tipos de formación de las categorías intelectuales y sus relaciones con las fuerzas nacionales se pueden encontrar en India, China y Japón. En Japón tenemos una formación del tipo inglés y alemán, es decir, de una sociedad industrial que se desarrolla dentro de una envoltura burocrático-feudal con caracteres propios inconfundibles.
En China el fenómeno de la escritura es la expresión de la completa separación de los intelectuales y el pueblo. En India y en China la enorme distancia entre los intelectuales y el pueblo se manifiesta, además, en el campo religioso. El problema de las diversas creencias y del modo diverso de concebir y practicar una misma religión en los diversos estratos de la sociedad, pero especialmente entre el clero, los intelectuales y el pueblo, debería ser estudiado en general, porque se manifiesta en todas partes, si bien en los países de Asia Oriental tiene sus manifestaciones más extremas. En los países protestantes la diferencia es relativamente pequeña (la multiplicación de las sectas está ligada a la exigencia de una unión completa entre intelectuales y pueblo, lo que reproduce en la esfera de la organización superior todas las escabrosidades de la concepción real de las masas populares). Es muy notable en los países católicos, pero en grado diverso: menor en la Alemania católica y en Francia, mayor en Italia, especialmente en el Mediodía [Mezzogiorno: el Sur] y en las islas, grandísima en la península ibérica y en los países de América Latina. El fenómeno aumenta de magnitud en los países ortodoxos, donde cabe hablar de tres grados de la misma religión: el del alto clero y de los monjes, el del clero secular [el que no hace votos de pobreza, obediencia y castidad] y el del pueblo. Llega esto a un grado absurdo en Asia oriental, donde la religión del pueblo no tiene nada que ver con la de los libros, si bien las dos llevan el mismo nombre.
[falta 1/3 del texto]
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