«Dejar de fumar es fácil. Yo ya lo dejé unas cien veces» Mark Twain
Dejé de fumar prácticamente desde el momento en que comenzé, aunque durante mis primeros años admiré la imagen de aplomo de los fumadores célebres que inundaron mi niñez televisiva, como Lauren Bacall y Humpprey Bogart, inmortalizados para nosotros que no alcanzamos (por pertenecer a una época posterior) a ver «Tener y no tener», en aquella caricatura infantil del lobo que se derrite ante la sensualidad de la diva mientras un animado Humphrey Bogart celoso termina matándo a la patética bestia vestida de pachuco, por el cigarro que la Bacall tira al piso.
Luego supe de otros famosos fumadores como Sherlock Holmes, ví a Clint Eastwood con sombrero y su cigarro de lado, ví a Fidel con sus enormes puros cubanos y cada uno de ellos mostraba una imagen de sofisticada intelectualidad, frialdad asesina, sensualidad o virilidad según fuera la persona, lo que me movía a pensar que fumar le ayudaba a uno a verse mejor.
Mientras era niño o preadolescente, pocas veces tuve contacto con cigarros ya que en mi casa ninguno de mis padres fumaba, pero en la asolescencia comenzé a relacionarme con los incipientes fumadores que eran mis amigos y fué en las primeras fiestas o bailes (que se hacían en cualquier casa de vecino y sin motivo especial, mas que solo bailar) que probé el dichoso cigarro, pero a los dos primeros «jalones», supe que la cosa no me iba a gustar, el simple hecho de respirar humo en forma voluntaria me pareció la actividad mas pendeja del mundo, a parte del mal sabor que dejó en mi boca (siempre he tenido un paladar extremadamente sensible, por eso no soporto nada caliente, ni la sopa, ni el café o el chocolate).
Si aceptaba los cigarros fué por pura curiosidad, pero nunca pude terminar de fumarme uno completo, así que casi inmediatamente de comenzar el vicio del cigarro, dejé de fumar, con lo cual no se convirtió en vicio; pero con el licor fué diferente, la cerveza la probé con un delicioso coctel de conchas y quedé atrapado para la eternidad, me gusta la combinación, mas adelante probé el vodka que lo pasaba mezclado con otras bebidas dulces, hasta que llegué al Ron que hoy es mi favorito, por último probé el vino que también me gusta; aunque no soy un gran bebedor, mi cuota es realmente baja y ocasional, pero puedo consumir licor mas no cigarros.
Esto motivaba la burla de algunos amigos que no creían que tomara cerveza pero que no fumara.
– Má!, No te creo que no fumes..todos los BOLOS (bebedores) fuman.
– Disculpá papá, pero yo no soy bolo!
– Mirame los ojitos de cangrejo, de que no sos bolo… y por ahí derivaban las tertulas etílicas sin que aceptara los infaltables cigarros.
En realidad todo abuso es dañino: de licor, de tabaco, de comida, de ambición, de sexo, etc. Llegar al extremo del abuso de necesidades o pequeños vicios como fumar o beber se convierte en un serio y grave problema y bajo la religión se convierte en pecado, tema del que ya habló una vez Inferno en su primer post sobre los pecados capitales y jjmar hizo reflexiones acerca de lo mismo en el blog, hace ya bastante tiempo.
No creo que fumar y beber licor sean actividades malas, sino mas bien tontas ya que los daños que causan en el organismo tanto el abuso del alcohol como del tabaco, son mas que comprobados, pero tengo entendido que el tabaco crea una adicción física y real en las personas debido a la nicotina que es un veneno altamente tóxico y adictivo (es como la Melange pero sin propiedades geriáticas si le buscamos un ejemplo aunque sea literario), entonces por ser mas adictivo incluso que el alcohol, seguramente hay mas fumadores empedernidos que dipsómanos, solo que a decir verdad, no tengo estadísticas que me respalden dicha afirmación.
Uno puede ser bebedor ocasional y tomar cantidades pequeñas de licor solo en algunas reuniones que ocurren una o dos veces al mes, pero ser un fumador ocasional que lo haga con la misma poca frecuencia lo veo mas difícil, aunque conozco un par de bebedores-fumadores de este tipo que ambas actividades no las hacen ni siquiera quincenalmente, es decir que sí existen fumadores ocasionales.
Pero en mi caso particular no me gustó fumar y no lo hago porque no me parece lógico ni muy inteligente estar aspirando concientemente humo y el efecto posterior a fumar es francamente desagradable para mi, cosa que no me sucede con una cerveza bien heladita (las tibias no las soporto), aunque ambas cosas sean dañinas en exceso, es puramente cuestión de gustos. Lo ideal y mejor para nuestra salud e imagen sería no consumir nada de eso pero si no se quiere evitar el consumo, pues hacerlo con mucha, mucha moderación.
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