Esta democracia salvadoreña es una broma


 Por Joralgue.

                                                             Y por cierto que es una broma de mal gusto.
 
Lo escuchamos, lo leemos, lo decimos y lo vemos todos los días por todas partes, aunque no en los medios oficialistas que viven perfectamente instalados esperando su cheque. Pero cuando una situación sociopolítica persiste y además está reforzada por los que la controlan, no hay que tener hipocresía a la hora de repetirse, de la misma manera que se mantienen a resueltamente invariable tanto la situación de apariencia democrática como en su sitio se mantienen los que por infinitos intereses la defienden.

Esta democracia es un remiendo. Un remiendo de los poderes públicos que fingen estar separados entre sí pero en realidad están totalmente de acuerdo en lo esencial. Y lo esencial es controlar a la sociedad y al pueblo manteniendo los abismos existentes entre las clases favorecidas por la genealogía, por la suerte y por los privilegios heredados, y las clases desfavorecidas, desheredadas y míseras de muchos modos.

En El Salvador la democracia que hay es la que quieren y cómo la quieren los que tienen la sartén por el mango (y el mango también), es decir, los que tomaron posiciones desde hace mucho tiempo para que no se les vayan de las manos las cuestiones claves del país: la riqueza, el privilegio y el poder de decisión al alcance de unos cuantos espabilados, por lo general unos desalmados pese a comparecer en sociedad como los más respetables. Sean políticos o jueces o clérigos o notarios o médicos o empresarios… pocos realizan un esfuerzo en el sentido contrario a los intereses grupales, corporativos, partidistas o la «crema» de la nación. Una plutocracia derechista no puede ser una democracia en sentido estricto. Las garantías que, por ejemplo, se invocan constantemente en materia de justicia, no son más que triquiñuelas interpretables al gusto de una facción ideológica determinada muy cercana a la catolicidad materialista y al conservadurismo total de las dictaduras más viejas.

¿Qué lógica al alcance de los que, posicionándonos en el sentido que el pueblo tiene de las cosas que excluye el oscurantismo, razonamos con frescura puede tener acusar a un juez de prevaricar (dictar sentencia a sabiendas de que es injusta) que intentaba cumplir dos leyes: una la de Memoria Histórica, y otra la penal contra el cohecho (soborno) y contra la malversación de los corrupos, por cumplirlas. El pueblo, ése ente que los peritos en jerigonzas procesales y judiciales nos dicen que es el que gobierna, no puede entender prácticamente nada de los retorcidos argumentos empleados para absolver a un ladrón de millones en la medida que se condena a Mariona al ladrón de chucherías. No se puede entender que los delincuentes de cuello duro (políticos, aristócratas, banqueros, etc) sean fácilmente absueltos o pronto puestos en libertad permitiéndoles recuperar el producto de su robo situado en paraísos fiscales, mientras ciudadanos pobres o miserables se pasen la vida en prisión justamente por su pobreza.

Los abogados honestos que han ejercido por muchos años la abogacía saben de lo que se está haciendoo. Ahora, algunos de los que en el poder judicial tienen esa sartén de la que se hablaba antes, están tratando de apartar de la tímida instrucción judicial reparatoria de los crímenes de la derecha cometidos antes de iniciarse la guerra y después de terminada ésta.

Nos sacan de quicio las cosas de esta democracia grotesca. Y si nos sacan de quicio es porque el cinismo en política, la doble vara de medir de jueces y charlatanes políticos, principalmente de la derecha neoliberal, no nos ofrecen un sólido criterio, una actitud mínimamente coherente. Y la incoherencia, lo mismo que el engaño de sus políticos y de sus jueces, son los dos factores principales de la depresión general de una sociedad. Más aún que la crisis económica.

La prevaricación (Prevaricato en la justicia o en el orden de los poderes judiciales, es un delito comparable al incumplimiento de los deberes de funcionario público. La prevaricación es un delito que consiste en que una autoridad, juez u otro funcionario público dicte una resolución arbitraria en un asunto administrativo o judicial, a sabiendas que dicha resolución es injusta.Dicha actuación es una manifestación de un abuso de autoridad. Está sancionada por el Derecho penal, que busca la protección tanto del ciudadano como de la propia Administración). Para que este delito sea punible, debe ser cometido por un funcionario o juez en el ejercicio de sus competencias.( es el delito más grave que puede imputarse a un juez. Pues bien, al juez que empezó a instruir con arreglo a la Ley, ahora van a humillarle sentándole en el banquillo por haber hecho lo que debía hacer. Esta humillación quizá la celebren muchos, los que están excluídos del sistema. Pero esta humillación es una humillación al pueblo que no puede estar del lado de la prepotencia, de los privilegios, de la corrupción, de las prebendas, de los cínicos y de los adinerados y de los jueces en este caso sí prevaricadores dedicados virtualmente a proteger a los que ya detentan poder o exhiben el estandarte de la derecha, o del dinero.

Dicen que en la convivencia política hay unas reglas: las democráticas, y que esas reglas están en la Constitución, y que todo debe girar en torno a ellas. Pero resulta que en este país se sientan a la mesa del juego social dos bandos. Por un lado están los poderosos, los privilegiados, los adinerados y los armados hasta los dientes que ponen las pistolas sobre la mesa como guardaespaldas de los otros. Y por otro lado está el pueblo llano, desnudo, sin privilegios, con un montón de cargas, abrumado por los complejos de perdedor y los desprecios institucionales. Y encima, el bando de los fuertes, de los eternos tramposos que están en el cuerpo legislativo, en el ejecutivo y en el judicial juegan con el pueblo con las cartas marcadas. Tienen un montón de ases en la manga que sacan cuando los necesitan para desbancar al pueblo.

No me extiendo más. Sólo puedo decir que la pésima democracia salvadoreña, pésima constitución, pésima justicia, pésimo gobernante, pésimo poder legislativo… maldito imperio que arropa a los países que reproducen en su territorio las lacras insufribles que ha inventado el neoliberalismo yanqui; un neoliberalismo que en El Salvador prospera a la sombra de una derecha oligárquica sin militares, esta plagada de grandes bocas, de bravucones, de mentirosos y de ladrones, donde se sigue practicando la tortura.

2 comments for “Esta democracia salvadoreña es una broma

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.