Los últimos dos años, (creo), me la he pasado leyendo pura ciencia ficción y fantasía, por mis manos transitaron varias sagas de Jack Vance, me leí de corrido la saga de la Torre Oscura, lo primero y único que he leído de Stephen King, disfruté la saga de Ender de Orson Scott Card, las novelitas distópicas de los Juegos del Hambre y la serie Divergente, me acabé la saga de las Fundaciones de Asimov, me releí completas las Odiseas de Clark, la serie de la Materia Oscura de Phillip Pulman, me tomé un pequeño respiro leyendo a Ursula Le Guin con Los Desposeídos y al Rey Amarillo de R. Chambers y algunas otras cosas mas o menos parecidas como la Guerra Mundial Z de Brooks que me gustó muchísimo.
Todo esto en la útil y pequeña tabletita y con Aldiko como software lector a un punto en que ya me acostumbré al pequeño artilugio, ya que resulta muy útil hacer la consulta en línea de un diccionario o la búsqueda de referencias, históricas, plásticas o audiovisuales, convirtiendo la lectura en un agradable ejercicio sensorial al que solo le falta lo táctil o físico, aunque temo de que si eso se llega a dar, nos lancemos a leer literatura pornográfica.
Muchos de estos libros han sido lectura ligera con algunas excepciones como los Desposeídos o los libros posteriores al Original Juego de Ender, incluso los de Pullman son muy buenos y estimulantes, pero toda esta lectura masiva, ahora me tiene bien entrenado el nervio lector para retomar por quincuagésima, pero espero que definitiva, vez a la Rayuela de Cortázar.
Hace muchos años hice una lectura forzada e incompleta de la aclamada novela, que viene a ser una especie de Pobrecito Poeta que era yo, bonaerense y porteño ubicado en París, y para redimir esta deuda literaria y después de años de postergar y postergar, compré una edición barata en una de nuestras escasas librerías, para “leerla como debe ser”, en papel.
¡Mentira!
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Leí párrafos y capítulos en forma salteada, algunos me atraparon, otros me aburrieron mortalmente y la dejé inacabada como 5 veces, a pesar de las múltiples referencias anotadas, era un ejercicio bastante agotador, el marcador de páginas se vuelve imprescindible o uno se pierde, como me pasó cientos de veces durante esta lectura.
Leer como debe ser, con el perdón de los puristas (casi todos de mi edad), es en forma electrónica, tanto así que estoy muy tentado a comprarme una ereader Kindle o Kobo de tinta electrónica ya que estas no molestan la vista, porque tengo que usar la Tablet en fondo negro con letras blancas para no quedar más ciego de lo que ya estoy, este deseo me surgió a raíz de que tuve en mis manos una Kobito mini de seis pulgadas, y es sencillamente perfecta para leer, pero es muy complicado conseguir una, es más fácil la Kindle básica; pero antes debo ver si su diccionario permite accesos a San Google y al You2b como las tabletas Android, porque leer Rayuela en la Tablet ha sido una verdadera delicia, descargué la famosa edición “Cátedra” con amplias notas del editor, pero aún así me he tomado el trabajo de buscar en YouTube, Google y en Wikipedia las referencias culturales, artísticas, históricas, biográficas y musicales, incluso escucharlas o verlas.
Rayuela, en buena parte de sus capítulos, es una apología al Jazz, estoy casi seguro de que de libros como este es que viene el casi eterno cliché de que los intelectuales escuchan y disfrutan el Jazz poniendo cara de filósofo teniendo orgasmos auditivos o de físico teórico resolviendo problemas cuánticos.
Así que de pasajes como el siguiente, que gracias al auxilio audiovisual que me dio internet, me tomaron como media hora leerlos, pude “degustar” las melodías y a los intérpretes mencionados.
Dos muertos se batían fraternalmente, ovillándose y desentendiéndose, Bix y Eddie Lang (que se llamaba Salvatore Massaro) jugaban con la pelota I’m coming, Virginia, y dónde estaría enterrado Bix, pensó Oliveira, y dónde Eddie Lang, a cuántas millas una de otra sus dos nadas que en una noche futura de París se batían guitarra contra corneta, gin contra mala suerte, el jazz.
—Se está bien aquí. Hace calor, está oscuro.
—Bix, qué loco formidable. Pone Jazz me Blues, viejo.
—La influencia de la técnica en el arte —dijo Ronald metiendo las manos en una pila de discos, mirando vagamente las etiquetas—. Estos tipos de antes del long play tenían menos de tres minutos para tocar. Ahora te viene un pajarraco como Stan Getz y se te planta veinticinco minutos delante del micrófono, puede soltarse a gusto, dar lo mejor que tiene. El pobre Bix se tenía que arreglar con un coro y gracias, apenas entraban en calor zás, se acabó. Lo que habrán rabiado cuando grababan discos.
En lo personal el Jazz me gusta para trabajar, leer o hacer cualquier otra actividad que se deba realizar sin mayores distracciones, es decir me gusta el Jazz porque no lo escucho, la monótona secuencia armónica del Jazz, no me estorba ni me dice nada especial, solo forma parte del entorno y no le presto atención, por lo que se convierte en un fondo musical ideal para realizar las actividades antes mencionadas.
Esto me pasa únicamente con el Jazz basado en trompeta suave como Miles Davis o en piano, guitarra y batería, el llamado Jazz Contemporáneo no me gusta nada y para ser sincero jamás me había puesto a “escuchar” Jazz, como lo hice con el párrafo citado arriba; por suerte Youtube tiene una excelente colección de casi cualquier género musical e intérpretes, escuché y me hice una idea del tipo de música a la que se refiere Cortázar con tanta devoción, luego seguí en la lectura con el conocimiento pleno de lo descrito, aunque sin experimentar las sensaciones narradas.
Me gusta la música, sobre todo el Rock y los géneros progresivos del Folk y del Rock, experimento sensaciones placenteras al escuchar un tremendo solo de sintetizador o de guitarra eléctrica bien ejecutado y si le ensamblan elementos sinfónicos ni hablar, The Moody Blues tiene canciones realmente geniales, Klaus Nomi era de otro mundo, Jon Anderson es un mago de la melodía, pero el Jazz no es mas que un agradable ruidito que sirve para no distraerme mientras trabajo o leo.
Obviamente no soy un intelectual de esos que se han leído a Platón y a toda la mancuerna de clásicos griegos y padres de la iglesia, “sin que falte uno”, un cretino de esos, como Oliveira le dice a Babs en otro pasaje de la novela, pero creo que aunque lo fuera, seguiría sin apreciar el Jazz, sin que me diga absolutamente nada, seguiría siendo musiquita de fondo para leer o trabajar, aunque llegase a alcanzar el estado de santo sabio preclaro y omnisciente.
Por eso jamás pondré cara de estar resolviendo mentalmente polinomios asociados de Legendre mientras escucho a Stan Getz, que por cierto tocaba muy bien el Saxofón.
Disfruto muchísimo más escuchando aquel avieso pero sabroso Vallenato llamado “El Santo Cachón” cuya letra y video me matan de la risa.
Realmente Cortázar terminaba haciendo apología a la música que escuchaban, él y sus compinches de francachela, igual que lo hacemos nosotros, es obvio que conocieran bien su género y que durante las tertulias lo saborearan a plenitud y pusieran en discusión, de esto a que el Jazz es para intelectuales creo que es darle mala fama al Jazz, no dudo que haya gente que lo disfrute y sepa obtener de éste género lo que que nosotros disfrutamos con el Rock Progresivo y para todos los que aprecian la música culta o inculta, van estas muestras de lo que es música.
Primero la archi famosa Star Dust de Mitchell Pans y Hoagy Carmichael, canción mencionada en varios libros de diferente género, como este mismo que estamos comentando en su capítulo 17, o en “Los Cristales Soñadores” de Sturgeon, en uno de los episodios más conmovedores, cuando Habana con el cuello roto le pide a Horty que se la cante y al escucharla expira feliz.
La otra canción es una pieza muy poco conocida, obra de uno de los músicos y cantantes mas eclécticos y geniales que ha tenido el siglo, hablamos de Klaus Nomi, músico, contratenor y arreglista quien hizo la fusión entre ópera y Rock influenciando a muchos artistas por su estilo vanguardista y su imagen extravagante. Fue uno de los primeros artistas víctimas del VIH en su fase de Sida, en los tiempos en que no existía tratamiento eficaz para atenuar los síntomas, murió demasiado joven, pero dejó extrañas y fantásticas canciones como la que sigue, llamada Valentine’s Day.
Otro punto que le objeto a Cortazar, es que los personajes de su novela, difícilmente pudieron apreciar bien el sonido de las canciones con esos infames equipos que describe, una de las cosas que yo más he detestado en toda mi vida, con el perdón de mi nostálgica generación, ha sido el sonido polvoriento de los discos de acetato cuando la aguja crepitaba por los surcos del disco, que invariablemente se llenaban de polvo, yo pensé que la creación mas sublime del hombre había sido el Cassette ya que eliminaba el molesto sonido en los llamados “Casetes Originales”, pero con la aparición del Laser Compact Disc o CD mi felicidad fue total, todavía tengo tirado en un rincón, un aparato de sonido con tornamesa y algunos de mis discos viejos, pero no me llama nada a escucharlo ni por nostalgia, tal vez para que mis hijos conozcan y den gracias a Dios de haber nacido en la era del sonido digital, pero me imagino que ante las limitaciones de la época, Oliveira y sus amigos se las tenían que apañar con lo que sonara aunque fuera de calidad pésima, cuanto lo siento por ellos y por los que añoran el sonido de los acetatos.
Me encanta Rayuela porque al fin la estoy leyendo, como debe ser.
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