Crónica de un designado a las compras familiares No.2 #CoronavirusSV

Luego de pasar una semana en cuarentena domiciliar en la que nuestra dieta había sido la siguiente:

Lunes: Sopa de Frijoles
Martes: Frijoles salcochados
Miercoles: Frijoles molidos
Jueves: Casamiento y tomatada (Ya había ido al mercado por verduras)
Viernes: Frijoles Borrachos (por los de los viernesitos alegres)

El sábado decidimos cambiar un poco la variedad del menú y se nos antojaban unas buenas pupusas de frijol con queso, pero también revueltas, de ayote y queso.

3Q, 2R


Así que algo temprano tipo 6:00 pm decidí nuevamente enfundarme en mi traje de cazador antediluviano, tomar la carta de designado y salir a la jungla en que seguramente estaba convertida la calle, con multitudes consiguiendo puesto para esperar el sagrado alimento de fin de semana salvadoreño.
Normalmente la calle donde vivo pasa desolada y no me extrañé que siguiera así, pero la sorpresa es que al llegar a la esquina y cruzar en la calle principal, el panorama fue aterrador.

Me sentí como aquel pobre Robert Neville a quien los vampiros gritaban:

¡Sal Neville!, para poder matarlo y convertirlo en uno de ellos, es decir, aquel mítico personaje de la novela de Richard Mathenson, «Soy Leyenda», cuando sale de día a encontrarse una calle desolada a cazar vampiros, me refiero claro al libro, no a los bodrios cinematográficos que protagonizaron Charlton Heston y Will Smith, cada uno en su momento.

Así que preparé una bitácora de viaje por si no regresaba jamás a casa y que mi pérdida no resultara en vano:

6:02 pm., camino por la calle desolada que todavía está iluminada por un agonizante sol que se oculta apesadumbrado tras el volcán.
6:03 pm., llego hasta la esquína del semáforo, veo que un par de vehículos transitan en direcciones opuestas, las ventanas de ambos están subidas y los vidrios opacos impiden ver si los ocupantes son Zombis o seres humanos no infectados.
6:04 pm., he cruzado la calle principal y veo una larga cola de vehículos intentando entrar al único supermercado de la zona, hay gente que sale del lugar con mascarillas que dificultan determinar si son zombis.
6:06 pm., llego hasta mi pupusería favorita, pero esta cerrada.
¡Cerrada!
¡Cerrada!

Respiro profundamente un poco, porque estoy hiperventilando, un transeunte solitario pasa ante mi y me mira con ojos desorbitados, cree que soy un Zombi, pero no me ataca, me teme y se aleja presurosamente sin mirar atrás.


6:11 pm., he pasado sin tener noción del tiempo, el shock de ver la pupusería cerrada ha sido muy fuerte, pero recuerdo que vi otra más atras y me queda la siguiente más adelante, pero me he alejado mucho de casa, pasa un radio patrulla y procuro parecer normal, saco el teléfono y me pongo a gesticular como si estuviera en medio de una gran discusión telefónica.
¡Los he engañado!
Logro calmarme y repienso la situación.
Si avanzo, es posible que la encuentre abierta, pero también un ejército de zombis podría estar esperándome, también existe la posibilidad de que las fuerzas del orden no sean tan condescendientes a esa hora, con los que deambulamos tan tarde por las calles.
Decido regresar, pero no a la pupusería que vi antes, porque no me gusta, sino a otra que se encuentra en una calle lateral y que me lleva por otro rumbo menos transitado también a mi casa.
6:15 pm., camino de regreso, procurando actuar de los más normal del mundo, pasa otra patrulla pero no me ponen atención ya que en el Supermercado hay más gente que antes.
6:18 pm., Llego a la pupusería, que habitualmente está repleta de gente, pero en ese momento se encuentra sola, únicamente un vehículo encendido está parqueado enfrente.

– Buenas noches
– Buenas, ¿De qué va a querer?
– Este yo.
– ¡Solo de arróz tenemos!
– Bueno entonces quiero: 3Q, 4FyQ, 3R, 2AyQ

6:20 pm., las señoras pupuseras sacan dos bolsas, una con las pupusas y la otra con curtido y salsa de tomate y le hacen señas al señor del vehículo.
Este se baja, me mira con desconfianza, como si se las fuera a quitar, se sube la mascarilla y se acerca a pagar. La transacción dura pocos segundos, ha llegado otra señora en vehículo y espera a que el otro señor suba a su vehículo, lo ponga en marcha y se vaya.
Se baja, saluda, mirándome con aprensión y hace su pedido.
6:25 pm., las señoras pupuseras sacan dos bolsas, una con las pupusas y la otra con curtido y salsa de tomate y me dicen:
– Ya están las suyas señor
– ¿Cuanto es?
– Ocho con cuarenta
Le pago con un billete de a diez y me entrega el cambio.
– ¡Muchas gracias, Buenas noches¡
– ¡A usted!
Saludo con una inclinación a la dama que está despues de mi, me corresponde apenas con ojitos de venado asustado y me dirijo a casa.
6:30 pm., llego a casa sano y salvo, nuevamente soy el héroe del día y preparamos la mesa.

Es extraño pero la doctrina de shock está siendo efectiva por la noche y tarde ya que, realmente baja mucho la circulación de personas, sin embargo durante el día, parece que los terrores tribales ceden con la luz del sol y los antropopitecos salen en desbandada a poblar la tierra. Ciertamente muchos lo hacen por la necesidad de trabajar para tener algo que comer, pero hay una buena parte de estos transeuntes que lo hacen solo porque no quieren estar encerrados.

Hasta aquí la segunda crónica.

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