Como si nada, ya pasaron dos décadas. No podremos olvidar mientras vivamos esa mañana en que nos despertamos con la noticia que los padres jesuitas de la UCA habían sido asesinados. La primera reacción era de incredulidad, nos resistíamos a creer que fuera posible tanta barbarie y tanta estupidez. Pero al ir pasando las horas, confirmamos esa terrible verdad.
La primera reacción del gobierno de Cristiani fue la mentira. Acusó al FMLN de la matanza. Esta falacia no duró mucho. Todos sabían que la UCA tenía dos días de estar rodeada por el Batallón Atlacatl y de allí nadie entraba ni salía sin su conocimiento. Finalmente aceptaron la responsabilidad del ejército en el crimen. Capturaron un coronel, un teniente y varios soldados. Ellos eran los únicos culpables. No había autores intelectuales. Ellos actuaron por su propia cuenta. Otra mentira para encubrir a los que dieron las órdenes.
A veinte años de esos crímenes, no hay nadie detenido, los oficiales condenados por un jurado están en libertad desde hace muchos años (desde abril de 1993). Una ley de amnistía aprobada por la derecha los liberó de toda responsabilidad. Tampoco hay nadie detenido o procesado por todos los crímenes que se cometieron durante la guerra. Por ello conocer la verdad y hacer justicia es una tarea pendiente.
La historia reciente de América latina nos demuestra que llevar a la justicia a los militares que han violado los derechos humanos es difícil pero es posible. Pinochet en Chile no pudo ser juzgado en el primer gobierno democrático de la Concertación, pero finalmente la justicia lo alcanzó y si no se muere estaría preso. En Argentina, Uruguay y otros países del cono sur se han necesitado de varios años de consolidación democrática para lograrlo.
Para poder juzgar los militares o gobernantes violadores de derechos humanos, se necesita tener una consolidación básica de la Institucionalidad legal y democrática. En el caso de los militares se necesita que pasen varios años después de su baja, de manera que las nuevas generaciones de oficiales no sientan identificación con lo sucedido en el pasado.
En El Salvador hemos iniciado con el gobierno de Funes un proceso de consolidación de la institucionalidad democrática, pero este proceso caminará lento. La razón es sencilla, la actual correlación de fuerzas no permite dar más velocidad. Por otra parte, después de veinte años hay ya una nueva generación de oficiales, los que están actualmente al mando del ejército eran suboficiales durante la guerra. La vivieron en carne propia, pero no tienen responsabilidad en los crímenes que se cometieron desde el alto mando.
Esto significa que la hora de la verdad y la justicia están llegando poco a poco. Este es el mensaje de Mauricio Funes al conceder la máxima condecoración que da el país a los sacerdotes jesuitas. El acto aunque simbólico tiene una importancia trascendental. Es el primer paso para romper el hielo, es el primer golpe para botar el muro de ignominia que se construyó durante la guerra y desde mucho antes.
Esta condecoración a los mártires, representa un viraje total en relación a las actitudes oficiales durante los últimos veinte años. Si a lo anterior agregamos las declaraciones del Ministro de Defensa, donde expresa la disposición a abrir los archivos si se le solicita legalmente, también es otro salto en la dirección correcta. No entender el verdadero valor de estos hechos es ser ignorante o ser mal intencionado.
Está claro que esto es insuficiente. De eso estamos claro todos los salvadoreños que luchamos por la justicia. Pero toda marcha empieza con el primer paso. Por ello lo sucedido es importantísimo.
No nos olvidemos que el caso de los padres jesuitas y otros, están siendo conocidos por tribunales internacionales de justicia. Es posible que pronto haya requerimientos al Estado salvadoreño. En ese momento la nueva actitud del gobierno de Mauricio será importante para abrir los caminos que nos conducirán a la verdad y la justicia.
Hemos esperado veinte años, hoy el país ha dado un gran paso, sigamos con la mayor velocidad que podamos, pero sin tropezarnos.
Ayutuxtepeque, lunes, 16 de noviembre de 2009.
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