El rector de la UCA, José María Tojeira, responde en el Editorial de la radio YSUCA al diputado arenero Guillermo Gallegos, quien afirmó por televisión que los resultados de la reciente encuesta del IUDOP habían sido manipulados.
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Piensa el ladrón que todos son de su condición.
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Piensa el ladrón que todos son de su condición.
Lo segundo es decirle a los políticos que por ese afán de cubrir la verdad con mentiras es que están donde están: en el último nivel de confiabilidad del pueblo salvadoreño. Y en eso coinciden todas las encuestas de las diversas casas encuestadoras. La Asamblea Legislativa, donde el señor Gallegos tiene algún puesto importante, y los partidos políticos aparecen sistemáticamente en los últimos puestos de confianza ciudadana. Mentir cuando algo va mal, echarle la culpa a los demás de las propias incapacidades, no es más que una manera poco inteligente de huir de los problemas. Decir que una encuesta puede estar equivocada es entendible. Pero asegurarlo desde una ignorancia grande, o insistir en que está amañada sin tener pruebas, es una actitud del todo impresentable. El pobre diputado Gallegos sabe bien que si tuviera pruebas de una manipulación, las autoridades de la UCA serían las primeras interesadas en oírle. Pero eso no le importa. Simplemente prefiere mentir como único camino de salida a una realidad, la de las encuestas, que ha estado bien trabajada.
El P. Ibisate solía decir de algunas personas que si bien habían pasado por la Universidad, la Universidad no había pasado por ellos. Por algunos políticos, con títulos universitarios, ciertamente, no ha pasado la Universidad. Ni siquiera una Universidad de garage. Porque la Universidad es en general un centro donde se reúnen quienes aman el conocimiento y el saber. Y estos pobres políticos de tres al cuarto ni aman el conocimiento ni desean saber la verdad. Acostumbrados a la alabanza sin crítica, a la música tabernaria de sus himnos y al puño levantado, las ideas y el trabajo intelectual les resultan demasiado complicados.
Saben que pueden insultar desde sus puestos, porque la mentira es un delito menor. Y a ellos se les da inmunidad e impunidad plena tanto si llegan borrachos al trabajo como si balean a una policía en el cumplimiento de sus funciones. Sin embargo muestran su cobardía y su bajeza moral cuando a ellos se les dice enfáticamente que son mentirosos y corruptos. Ellos jamás se atreverán llevar a juicio a nadie por estas acusaciones porque saben que en cualquier tribunal imparcial su juicio no saldría adelante.
Si Rodrigo Ávila quiere avanzar en sus compromisos ciudadanos, lo mínimo que debía hacer es exigir a sus diputados que sean respetuosos con las instituciones de la Sociedad Civil, que trabajan seriamente por la democracia y el conocimiento en El Salvador. El diputado Gallegos, si conserva algo de decencia, debería pedir disculpas por sus declaraciones infundadas. Y Rodrigo Ávila, si quiere demostrar coherencia con sus compromisos ciudadanos, debería poner a este diputado en la alternativa de pedir disculpas o salir del COENA. De lo contrario muchos comenzaremos a pensar que ni tiene altura ética, ni es capaz de gobernar a sus propios subalternos areneros.