Esta mañana mientras desayunaba, escuché noticias sobre la violencia en el país, en primer lugar un individuo en estado de ebriedad, disparó contra el motorista de un autobus, porque no le hizo parada en donde él le pediá, siendo un lugara donde la parada de buses es prohibida.
El sistema 911 fué alertado y rápidamente el individuo fué localizado y atrapado, tras lo cual un reportero del canal 21 que se encontraba presente al interrogarlo, el tipo cínicamente declaraba: Que sí le había disparado, pero «solo un balazo» y que lo había hecho porque no le había hecho la parada «donde él la pedía».
Me pareció un ejemplo claro y revelador del porqué es necesario desarmar a la población civil, a pesar del aullar de algunos neonazis que defienden a capa y espada que las armas deben estar en manos de civiles.
Aún no somos una sociedad civilizada y no podemos asumir la responsabilidad de dejar armas en manos civiles, un arma en las manos nos convierte a todos en asesinos en potencia y como lo pueden ver, bajo los efectos del alcohol o drogas enervantes, sencillamente se saca y se dispara sin mayores reticencias morales o espirituales.
El argumento de que el arma nos sirve para defendernos de los delincuentes es falaz y engañoso, porque la realidad es que nosotros no somos especialistas en manejar situaciones de peligro como asaltos, secuestros o agresiones, y el contar con un arma de fuego, puede ser de doble filo y terminar peor que si no la hubiésemos tenido.
Lo normal es que el arma nos induzca a creer en una sensación de seguridad e invulnerabilidad que nos vuelva prepotentes y bajo los efectos de sustancias tóxicas hacen cierta aquella frase de que «las armas las carga el diablo y las disparan los idiotas», las armas no deben estar en manos de civiles.
El desarme de la población civil debió haberse hecho desde el momento de finalizar el conflicto, con esto se puede identificar claramente al malechor del ciudadano inocente, todo el que esté armado sería un presunto delincuente ya que toda portación de armas sería ilícita.
Nos quejamos de la violencia, pero al ver casos como el de este señor que por un simple enojo, disparó contra otra persona, no podemos mas que pensar que mucha de la violencia que vivimos viene de nosotros mismos, los ciudadanos que tanto nos quejamos pero que permitimos y hasta alabamos acciones como esta.
El otro caso que me llamó fué el de los cadáveres encontrados en un vehículo en la colonia San Luis, caso del que las informaciones preliminares decían que era un hombre y tres mujeres, pero me doy cuenta de que se trata de efectivamente un hombre de 24 años y tres niñas entre 12 y 17 años de edad, que al parecer iban con el sujeto para la playa o a un balneario, lo que me hace pensar en el grado de control que los padres tienen sobre sus hijos y sobre las acciones en que están envueltos.
Hay un problema grave de delincuencia y violencia generalizada, que afectó al gobierno de Saca y está afectando duramente al gobierno de Funes, en el caso de las gestiones anteriores, los modelos represivos solo hicieron que las pandillas y maras se reagruparan y mejoraran su nivel de organización como respuesta ante la represión, en el caso del nuevo gobierno, las apuestas parecen ser diferentes pero le están dando largas a muchas de las acciones que concretamente se deberían tomar en materia preventiva, esta epidemia de homicidios y violencia debe combatirse en forma integral.
Mucho tiene que ver con políticas de control de armamento, con un control estricto del ocio juvenil, y al involucramiento de los padres de familia en estas acciones, como ya comenté antes en un post sobre «Los grandes robos y la situación de violencia actual«, si en los primeros años de las postguerra se hubiesen fortalecido las instituciones que manejan el ocio juvenil, tendríamos una generación mejor formada en valores y principios y con fuerte capacidad académica que sería materia prima para ese nuevo país que tanto ansiamos los salvadoreños, lamentablemente ARENA desvió esa ayuda para fortalecer sus estructuras juveniles partidarias y dilapidó fuertes sumas de dinero en forma irresponsable.
El nuevo gobierno debe buscar la manera de retomar esta visión integral de la educación y formación de jóvenes, buscando incluir a estas organizaciones religiosas, civiles e incluso políticas en un plan de prevención a mediano plazo, cuyos frutos no serán inmediatos pero sentarán una sólida base para ir disminuyendo el grado de violencia irracional que nos está ahogando como nación y como sociedad.
Si tenemos una juventud con otras perspectivas y oportunidades, la violencia, la delincuencia y el crimen organizado no tendrán forma de alimentarse de nuevos miembros y se irán paulatinamente extinguiendo o por lo menos aminorando su grado de influencia en la juventud, pero si se mantienen las políticas de exclusión, marginación y represión, el problema seguirá creciendo como hasta ahora.
Los problemas que el nuevo gobierno heredó de ARENA son muchos y enormes, pero se deben definir claramente las prioridades y la violencia homicida es una de las principales, sobre todo como percepción de la población porque los grandes medios alineados a la derecha recalcitrante, la han descubierto como uno de los «talones de aquiles» del nuevo gobierno y así como hasta hicieron un pacto para ocultarla a los ojos ciudadanos en las administraciones pasadas, hoy la destapan en toda su crudeza porque saben que golpea en la opinión que el pueblo se forma de su gobierno.
No se debe dejar por alto este tema y debe ser declarado como una prioridad permanente y no caer en la trampa de celebrar las caidas estadísticas de homicidios que suelen ser coyunturales, sino comenzar a implementar medidas concretas para disminuirlas como el desarme total de la población y la vigilancia y control del ocio juvenil, mas las otras medidas que expertos en el tema conocen.
Por nuestra parte debemos colaborar en crear una cultura de apego a la ley, que transmitamos a nuestros hijos y conocidos, para borrar la pésima imagen que el anterior presidente dejó en cuando al cumplimiento de la institucionalidad del estado que terminó por alimentar esa cultura de irrespeto por la autoridad y por la ley que tanto sufrimos ahora.
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