Este día me tocó estar en casa, afortunadamente mi trabajo permite hacer las actividades laborales en forma remota y estuve trabajando desde temprano pues tenía que auto declararme como el designado de compras familiares y lo primero que hice fue la famosa «carta de autorización del designado».
En realidad, el teletrabajo no es como lo pintan, por lo menos en el área de desarrollo, tiende a ser mucho más intenso ya que las reuniones virtuales duran más de lo debido, por la dificultad de tener conectada a toda la gente, los problemas de señal en algunos de los asistentes virtuales y el exceso de ruido ambiental, pericos, niños, perros, camiones, martillazos, que dificultan y alargan cualquier intento de comunicación a distancia vía internet.
Luego ponerse de acuerdo con los programadores, ver la infraestructura, las pruebas de usuario, etc. y te llaman a cualquier hora por cualquier cosa, ya que los usuarios no están acostumbrados y el simple activar de un micrófono resulta una operación de modulo lunar de la NASA.
Vi correr el tiempo y había apartado las 11 de la mañana para hacer mis compras, cuando temprano, como a las 9:00 mi cuñado me avisó de que la señora a la que le presta la cochera para vender verduras durante el día, había llegado con variedad de fruta y verdura. Inmediatamente le hice un pedido de Tomates, chiles, plátanos, pipianes, cebolla, limones etc., me iba ahorrar mucho tiempo de búsqueda en el mercado.
Luego casi llegada la hora le avisé a mis compañeros de trabajo de que iba a salir a comprar por cualquier comunicación urgente conmigo y comenzaron las chanzas de que para qué salía si era sujeto de riesgo, me pusieron imágenes de los Juegos del Hambre, buena suerte, fue un placer trabajar juntos, etc.
Pero justo en ese momento surgió un tema urgente que tuvimos que tratar antes de que pudiera salir y me dieron las once y media, que era la hora en que había dicho a mi cuñado que iba a llegar porque pensaba ir primero al mercado para comprar lo que no me habían apartado, así que me subí raudo al moderno, veloz y deslumbrante Hunnamovil.
A las once y cuarenta minutos llegué donde mi cuñado y cuando le pedí a la señora los productos que había reservado, me miró con cara de desconocerme y me dijo:
– ¡Ya lo vendí, como usted no me confirmó!
En eso salió mi cuñado y le reclamó a la señora que entre risitas de conejo se disculpó y yo le dije que no había problema, que de todos modos iba para el mercado y los dejé a los dos entre pidiéndome disculpas y discutiendo.
Logré parquearme en el propio mercado y me bajé presto a comprar, advertí una fila larga y una más corta con señores de la tercera edad y vi como una vigilante llamaba a una señora de la fila larga y la pasaba a la de los señores mayores, también le preguntaron a un señor si iba a comprar y al dar respuesta afirmativa lo pusieron en la fila corta.
Como llevaba una bolsa de tela para los comprados, la saqué y puse cara de transeúnte vencido por la edad y desvalido para que me pusieran la fila corta, pensando en que en virtud de mi apariencia, edad (57 casi 58 años) y un mechón de pelo bastante encanecido que tengo, me colocarían en la fila corta, así que pasé despacio frente a ellos, viendo hacia el mercado con un triste suspiro y luego hacia la fila larga.
Los vigilantes ni me miraron y si lo hicieron no me consideraron mayor de 40 años y me tuve que colocar al final de la cola en donde un desocupado jovenzuelo, rapaz e insolente que estaba sentado en las gradas de un templo evangélico me dijo al nomás llegar y ponerme como el último de la fila:
– Mire “maitro”, allá esta la cola de los de la tercera edad, los «Choriz» lo pueden pasar rápido...
Lo miré con cara de aquel viejo meme que decía «Infinito desprecio» y reuniendo toda la dignidad que me quedaba me puse al final de la cola.
En ese instante me cayó una llamada del trabajo y me la pasé discutiendo en una conferencia a pleno sol con los carros y buses pasando enfrente, aunque la fila iba avanzando rápido, cabe aclarar.
Por fin pude entrar a comprar y el mercado estaba lleno de gente, pero no repleto y se podía transitar con cierta facilidad, pero al ser tan angostos los pasillos era inevitable el contacto con la gente, pero es lo habitual en ese mercado, incluso en los días de fin de semana que acostumbro ir con mi esposa es mucho más aglomerado.
Llegué a un puesto grande de verduras y pude comprar casi toda la lista que llevaba ahí, compre bastante a decir verdad, pero tampoco en nivel histeria apocalíptica, como serán las compras en pocas semanas, lo que adquirí, lo obtuve a muy buen precio por cierto, según me dijeron después; en realidad los vendedores han sido muy conscientes con los precios y no se han aprovechado de la coyuntura, cosa que al parecer los Supermercados si han hecho, según algunas denuncias que he visto en las redes.
Luego compré algo de fruta y pollo, la gente estaba muy amable, creo que las ventas han sido muy buenas en este período para ellos y todo mundo está bastante comprometido con las precauciones.
Aunque sé que es innecesaria, llevaba mi mascarilla y mucha de la gente del mercado las usa para vender, así como los compradores, vi una buena cantidad de hombres comprando, lo que no es habitual en el mercado, ya que los que vamos normalmente, solo vamos ejerciendo el papel de tlamemes cargadores, mientras las mujeres se encargan del regateo y tanteo de los productos, pero esta vez, muchos colegas de género andaban tan perdidos como yo con los precios o las cantidades que venden.
Salí con mis compras y me estaban esperando varios taxistas, pero yo tenía mi vehículo y al intentar salir del mercado, rápidamente me dieron pase, a pesar de haber una fila muy larga de vehículos.
He notado cierta amabilidad en la gente en general, es que la certeza de tener una situación crítica común nos vuelve en realidad más solidarios con el prójimo, tristemente se necesita una crisis humana para recordarnos estos valores básicos.
Me preocupa la cantidad de gente circulando, muchos seguramente están en cuarentena domiciliar, trabajando como yo en casa o descansando forzadamente, quiza sin sueldo, pero estaban en la calle, transitando para aquí y para allá, sin que aparentemente estuvieran haciendo compras de víveres o de comida.
A mucha gente ya le bajó el nivel de alarma y está comenzando a salir a pesar de que han sido despachados de sus lugares de trabajo.
Me encaminé a casa y en el trayecto pude ver a mucha gente que deambula por las calles aparentemente sin alguna razón de peso, no los veía como trabajadores, pues eran las doce del mediodía, no es que se dirigieran a trabajar, simplemente deambulan por ahí.
Llegué a la casa, no me detuvieron ni una vez, aunque pude ver a bastante policía patrullando a pie y en vehículos, bajé del Hunnamóvil, abrí la puerta de la casa, crucé el umbral y fui recibido como el cazador antropopiteco que llegaba en pleno invierno glacial con un ciervo al hombro a la antediluviana caverna primigenia.
Y hasta aquí la primera crónica…
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