Una pringa de gota para evaluar todo un invierno

Por: Francisco Quintanilla

El último domingo del mes de noviembre del presente año, viajando en un bus urbano de la ruta nueve de mi pueblo, me senté a la par de una adolescente aproximadamente de 15 años de edad. Le pregunte si estaba estudiando, ella me contestó que sí, y que acaba de terminar su noveno grado, y que tenía aspiraciones de continuar el bachillerato, porque en la actualidad hasta para los trabajos más sencillos se está pidiendo el título de bachiller.

Luego le pregunte, en cuál institución pensaba seguir estudiando, me contestó, que pensaba seguir su bachillerato en el instituto nacional.

Ella me comentó, que el hermano que ya había culminado el bachillerato en esa institución, le había recomendado que cuando escribiera la materia de ciencias, la escribiera con equis profesor, porque ese profesor era muy bueno y que era muy sonado en esta ciudad.

Luego, le pregunte, por qué su hermano le había comentado que tal profesor era muy bueno, ella me contestó, que porque ese profesor les regala puntos por barrer, porque le lustraran los zapatos o porque le fueran a chapear su terreno o por cualquier cosa.

Luego, el último jueves de este mismo mes, conversando con un buen amigo, catedrático del departamento de economía de la Facultad Multidisciplinaria de Occidente, me hizo una diferenciación entre lo que es ser buen profesor y un profesor bueno.

Un profesor bueno, es aquel que no enseña nada, ni siquiera se esfuerza por enseñar, pero le concede cualquier petición que sus alumnos le hagan, no plantea ningún mínimo nivel de exigencia académica, pero en compensación, para encubrir sus deficiencias académico-laborales, les regala puntos a sus estudiantes por la realización de actividades que nada tienen que ver con lo académico.

El estudiante, en este caso, no necesita esforzarse ni en lo mínimo para aprobar la materia o materias impartidas por este tipo de profesor, le sobra tiempo, para mal gastarlo en las redes sociales y en otras actividades que no contribuyen al desarrollo cognoscitivo y moral de su personalidad, tales como volverse eterno(a) en las bandas musicales.

Por el contrario, el buen profesor, es aquel que se esmera al máximo por enseñar, elevando progresivamente el nivel de enseñanza, pero en correspondencia de lo que enseña y de su nivel de enseñanza, también así eleva el nivel de exigencia académica. Para aprobar la materia, el estudiante, tiene que invertir buena cantidad de tiempo, tanto en cantidad como en calidad, para asimilar crítica y creativamente el conocimiento transmitido dinámicamente por el profesor.

A partir de esta distinción, entre el buen profesor y el profesor bueno, fácilmente, se ubica al profesor del cual se refería la señorita, adolescente, que acaba de culminar su noveno grado. No hay duda, que se clasifica dentro de la categoría de profesor bueno, pero que está lejísimo de ser considerado como un buen profesor.

El sistema educativo salvadoreño actual, cuya estructura, principios y horizontes se diseñaron a partir de la reforma educativa de 1995, que siguen lamentablemente vigentes y que parecen irreversibles, está integrado por profesores buenos y buenos profesores.

Los profesores buenos, han encontrado en este escenario, del sistema educativo vigente, las condiciones propicias, para que la mayoría de estudiantes en los diferentes niveles, que van de la básica hasta la secundaria, los consideren en forma equivocada como buenos profesores, porque les regalan puntos por nimiedades que en nada contribuyen a mejorar su rendimiento académico y por lo tanto su capacidad cognoscitiva y su rectitud ética.

Los profesores buenos han encontrado, las condiciones para sustituir su esencia de ser profesores buenos por el antifaz de ser buenos profesores, dado que, en forma abierta, hasta descarada, y en algunos casos encubierta, se le exige a todo maestro, que todo alumno tiene que ser aprobado al nivel o grado inmediata superior, esté capacitado o no, por lo que se dedican a regalar puntos o a venderlos.

Los buenos maestros, por el contrario, encuentran en el sistema educativo salvadoreño, una especie de pantano, donde todas sus aspiraciones e ideales académicos se ven diluidos y ahogados por varios factores y atacados desde diferentes flancos.

Entre los factores que impiden que los buenos maestros puedan contribuir tanto en la dimensión cognoscitiva como en la ética, se encuentran: la política del sistema educativo, su horizonte y leyes como la Lepina.

Estos tres factores, tienen un denominador común, es que impiden que el buen maestro, pueda decidir, que un alumno o alumna repruebe, dado que no se esforzó lo suficiente para ascender al grado o nivel inmediato superior. Estos tres factores, hacen énfasis en los derechos que los niños(as) y adolescentes tienen, pero invisibilizan o incluso eliminan sus deberes. Por contrapartida, hacen énfasis en los deberes del maestro y desconocen u olvidan los derechos que tiene el maestro.

La anterior situación, amarra de pies a cabeza el accionar de calidad del buen maestro, dado que, en términos académico-cognoscitivos, no puede exigirles a los educandos, porque de hacerlo se expone a ser demandado por el educando o por el padre de este último. A esto contribuyen las llamadas Juntas de la Carrera Docente, que juegan el papel de la Santa Inquisición, quienes están hechas para defender los “derechos” de los educandos y olvidar sus deberes, pero recordarles los deberes del maestro y obviar sus derechos.

Pero también, lo amarra en términos de la moral, porque, no tiene la posibilidad de corregir al educando, para evitar que caigan en acciones o comportamientos delincuenciales como en comportamientos degenerativos sexuales, ya que las leyes internacionales y nacionales al respecto, contribuyen a confundir lo que es la libertad de comportamiento con el libertinaje. Los jóvenes, amparados en estas leyes en lugar de luchar por la libertad, pelan por el libertinaje en todas sus expresiones esnobistas.

De nuevo, el buen maestro se ve opacado en esta área moral, siente temor, de ser demandado jurídicamente e ir a parar a la cárcel, por intentar corregir, por ejemplo, las conductas sexuales aberrantes, producto del esnobismo sexual procedente de la cultura estadounidense y sobre todo de la cultura europea.

Académica y moralmente, el buen maestro ha sido sofocado y anulado, impedido, de poder cumplir su misión para lo cual fue formado.

Con respecto a los diferentes flancos, desde los cuales es atacado el accionar del buen maestro, son los siguientes: a) la misma estructura del actual sistema educativo al no estar diseñado para los buenos maestros sino para los maestros buenos, se constituye en el principal garitón desde el cual el buen maestro es atacado; b) La ministra de educación, al no ser una persona capaz y capacitada en esta área educativa y desconocer totalmente a dónde está el quid del asunto educativo, cree falsamente, que el sistema educativo va a mejorar radicalmente, si se continua capacitando al maestro, creyendo equivocadamente que un buen maestro es el que se convierte en un maestro bueno; c) Los directores que con tal de mantener sus privilegios económicos se alían a los maestros buenos, haciéndole la vida imposible a los buenos maestros; d)los padres y madres de familia, quienes no admiten que su hijo se quede aplazado, echándole la culpa exclusiva al maestro, recurriendo a amenazar, demandar o encarcelar al maestro que se atreva a reprobar a su hijo o hija, y, e)los alumnos (as), quienes sabiendo a la perfección sus derechos pero no así sus deberes, amparados en este conocimiento, ven y tratan al maestro como un sirviente o un esclavo, sobre el cual tienen derecho a amenazarlo, golpearlo, demandarlo y meterlo a la cárcel, si este buen maestro se atreve a no darle la aprobación, para que pueda pasar al grado o nivel inmediato superior.

La combinación de factores y flancos, imposibilita que los buenos maestros cumplan su misión educativa tanto en el aspecto cognoscitivo como en el aspecto moral, a tal grado que este tipo de maestros, ante tanta limitaciones y ataques, provocados, generados y agudizados a partir de la reforma del sistema educativo salvadoreño de 1995, les han dejado sólo dos opciones como maestros: mantenerse firme en sus convicciones a pesar de los ataques y amenazas o doblegarse a la corrupción. En este sentido, los buenos maestros se han constituido en una especie a punto de desaparecer.

Esta estructura podrida del sistema educativo salvadoreño y sus efectos nefastos, también, ya hace varios años que entró a la Universidad de El Salvador, sin tocar sus puertas ni pedir permiso.

También en la UES, existen los tipos de maestro que se encuentran en los diferentes niveles del sistema educativo salvadoreño. Hay buenos maestros, que progresivamente van viendo tronchadas sus aspiraciones académicas de enseñar con un nivel aceptable universitariamente hablando y de exigir en consonancia con este nivel, por varias razones: una de ellas, es el tipo de estudiante que ingresa y es admitido para iniciar los estudios universitarios, en su mayoría, vienen con profundas deficiencias académicas, que casi llegan a grandes océanos; una segunda es, que al igual que en todo el sistema educativo, las leyes como la lepina, encontraron su asidero en los mal llamados derechos universitarios, los cuales son derechos que defienden a los estudiantes y sobre todo a los deficientes y deficitarios estudiantes, que además de obviar y eliminar los deberes estudiantiles, deja desamparados sobre todo a los buenos maestros, y una tercera razón, es que la lucha por el poder, ha llevado a sacrificar el desarrollo académico-científico por el beneficio económico y político partidario, esto se vuelve un escenario apropiado para que los maestros buenos le metan la zancadilla a los buenos maestros.

Como puede verse, una pringa de gota, como es el caso de la adolescente, que narramos al principio de esta reflexión, ayudó a hacer una valoración global, de todo el sistema educativo salvadoreño.

Este descalabro del sistema educativo salvadoreño, como se dijo se comenzó a agudizarse y a profundizarse a partir de la reforma educativa de 1995, con el gobierno de ARENA, descalabro que continuo con los gobiernos del FMLN, y a seis meses de gobierno del presidente Bukele, no se ven señales de que estén interesados, de impulsar y provocar no una reforma educativa sino una revolución educativa que le de nuevos brillos y esperanzas académico-científicas a la nación salvadoreña, para enfrentar científicamente los graves problemas estructurales que éste padece y ha padecido históricamente.

De muchos es sabido que la piedra angular o filosofal de una nación es su sistema educativo, ya que cualquier cambio profundo que se quiera hacer en la respectiva nación, ya sea de salud, de justicia, de seguridad, de protección al medio ambiente, de agricultura, de producción, de deporte, etc. pasa por poseer un sistema educativo de calidad tanto en lo cognoscitivo como en lo moral.

Esta transformación radical del sistema educativo salvadoreño debe o debería de surgir de las entrañas mismas del pueblo salvadoreño, de sus agentes, actores y autores de su propio destino, no puede o no debería darse el lujo, el actual gobierno, de permitir, que agentes, actores y autores extraños a la realidad salvadoreña definan qué es lo que hay que hacer con su sistema educativo.

Esos agentes extraños, han ido desde consultores hasta grandes instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo, que vienen a decir y a ordenar a los propios que es lo que tienen que hacer con el sistema educativo nacional.

El error que fue un enorme error cometido con la reforma de 1995, fue aceptar sin más los mandatos y exigencias de autores como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, quienes decidieron experimentar con el sistema educativo salvadoreño y con todos los educandos. Tomaron al pueblo salvadoreño como conejos o ratas para experimentar. Los resultados obtenidos para estas instituciones fueron positivos, pero nefastos para el pueblo salvadoreño.

Después de cinco años de iniciada dicha reforma, la Universidad de El Salvador comenzó a sentir las consecuencias negativas, consecuencias que se fueron y se han venido agudizando con el transcurrir de los años: estudiantes que en su mayoría lo que menos les gusta es estudiar, leer bibliografía científica, filosófica y literaria. Por el contrario, su pasatiempo favorito es perder el tiempo, ya que esto no exige un mayor esfuerzo del pensamiento crítico y creativo. Estas consecuencias negativas, se detectan desde un inicio, en el examen de conocimientos para ingresar a estudiar a la UES. En los últimos diez años, sólo un 4% ha aprobado realmente dicha prueba. Siendo estos resultados muy similares, a los que se obtienen en secundaria con la PAES.

El sistema educativo, que se construyó con financiamiento y exigencias de las dos instituciones anteriormente mencionadas, “orienta” a los educandos a que sean sujetos activos para luchar por el libertinaje, pero pasivos para luchar por la libertad y la liberación de su pueblo.

Para terminar con esta reflexión y basado, en toda la valoración anterior, se dice con toda certeza, que algún gobierno, que diga que va a erradicar la delincuencia sin impulsar una revolución educativa, es un total farsante. Por su supuesto, una revolución del sistema educativo real, no se logrará simplemente incorporando masivamente la tecnología a todos los centros escolares, sino cambiando de raíz, toda su estructura, sus políticas y su horizonte.

30/11/2019

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