Si prorrateamos los 246 millones de dólares de los que acusan al ex Presidente Saca, entre los seis millones de salvadoreños, nos corresponde 41 dólares a cada uno. Esto da una idea de lo que significa el monto de lo defraudado. Ahora imaginemos lo que se llevaron cuando privatizaron los bancos, cuando vendieron los ingenios azucareros, cuando privatizaron la distribución de la energía eléctrica, cuando vendieron ANTEL, cuando privatizaron el comercio exterior, solo para poner algunos ejemplos. Nos han despojado de cientos y quizá hasta miles de dólares a cada salvadoreño.
Por ello he señalado que no solo somos un país pobre, que somos además un país empobrecido. Todos estos robos han agudizado la situación de pobreza en que nos debatimos cientos de miles de familias salvadoreñas.
Todo esto obedeció a una visión que se ha tenido del Estado. El Estado ha sido patrimonio de unas pocas familias de gran poder que lo han puesto a su servicio. El Estado ha sido el botín de estos grupos, por lo cual nunca se ha puesto al servicio de la sociedad en su conjunto.
Por ello es que considero que detrás de todo acto de corrupción hay un sesgo ideológico. Considerar al Estado patrimonio particular es una forma de ideología. La corrupción ha sido el elemento a través del cual se ha expresado esta visión ideológica.
Buscar el acceso al poder del Estado para enriquecerse, para ponerlo al servicio de grupos o de determinadas personas corresponde a una visión ideológica de la sociedad. Al contrario, acceder al Estado para ponerlo al servicio del desarrollo de la sociedad, supone otro tipo de conducta y de actitud ante los bienes y recursos públicos.
Por ello considero que la corrupción sí tiene ideología. Es la ideología del irrespeto por lo público, es la ideología individualista de primero yo, luego yo y después yo, es la ideología de la insensibilidad ante los graves problemas que padecemos.
Ayutuxtepeque, 15 de octubre de 2016.
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