¡Quien Siembra Miseria, Cosechará Rabia y Violencia!

 

Ernesto Martinchuk (especial para ARGENPRESS.info)

Recopilado y Arreglado By BetotroniK

Este es el pensamiento expresado por una desocupada mientras, con decenas de hombres y mujeres en su misma condición, acompañadas por sus pequeños hijos, cortaban una ruta reclamando fuentes de trabajo. Una fotografía de la realidad que se repite a diario en toda América Latina, que merece que pensemos y trabajemos para mejorarla.

¿En qué sociedad queremos que vivan nuestros hijos?

¿Cómo defender el acceso al saber y al empleo para todos los jóvenes?


¿Cómo garantizar una escuela pública abierta a todos?


¿Cómo combatir la exclusión?


¿Cómo luchar por los derechos de la mujer?


¿Cómo hacer para conquistar una igualdad política y social real?


¿En qué sociedad deseamos vivir?


¿Qué calidad de servicios públicos deseamos?


¿Qué América Latina pensamos para el mañana que le dé la espalda al neoliberalismo y de una vez haya una América Latina democrática y pensada en lo social?

Todos estos desafíos nos exigen una respuesta global que no pueden instrumentarse por las leyes del mercado. Estos deben elaborarse a través del debate, la confrontación y no por el veredicto de algunos “expertos”. Que las Universidades, las Escuelas Terciarias, los Sindicatos, las ONG, los Centros de Jubilados, las bibliotecas, logren un reencuentro que dé lugar a todos aquellos que se preocupan en cada ciudad por elaborar, a partir de inquietudes cotidianas, respuestas que hagan al bien común.

¿Qué ocurre cuando a lo largo de muchos años de esfuerzos aislados y aparentemente desesperados de algunas personas, una acción colectiva consigue romper el muro de la indiferencia mediática y política?

Resulta cómico, observar cómo ciertos profesionales, periodistas, y políticos sólo ven cuestionamientos sobre la “exclusión”, el “drama del desempleo”, “la inseguridad”, la “falta de códigos”, la “falta de educación” y “la marginalidad”. Es aquí donde estos manipuladores profesionales, vitalicios de los estudios de televisión o de la radio, encuentran un tratamiento de la desgracia en la ilegitimidad o ilegalidad de ciertas acciones pacíficas. La primera conquista del movimiento es el movimiento en sí mismo.

El desempleo sigue siendo el arma más eficaz para imponer el estancamiento o la baja de salarios, la degradación de las condiciones laborales, la precarización, la flexibilización, en fin la introducción de nuevas formas de dominación, el desmantelamiento de protecciones ya adquiridas a través de la imposición del miedo.

El desocupado virtual

La relación entre desempleo y delincuencia no es mecánica y no podemos negar que estas violencias urbanas a las que nos vemos sometidos a diario, tienen su origen en el desempleo, la precariedad social generalizada y la pobreza.

Aquel que ha perdido su trabajo es virtualmente un desocupado permanente, un excluido, condenado al asistencialismo y la ayuda social, en definitiva a la caridad.

Quién recibe una asistencia social es un desocupado virtual, que la precarización generalizada -en especial entre los jóvenes- genera la inseguridad social organizada de todos aquellos que viven bajo la amenaza de un plan social y hacen de cada asistido un desocupado en potencia, aunque las estadísticas digan lo contrario.

Restauración neoconservadora

Vivimos una era de restauración neoconservadora que reviste una forma inédita y apela al progreso, al consumo desmedido, la ciencia, la tecnología y la economía para desplazar al pensamiento. Se glorifica el reino de los mercados financieros sin más ley que la del beneficio máximo. Capitalismo sin freno, sin disimular que llega al límite de su eficacia económica gracias a las formas modernas de dominación -como el management- y las técnicas de manipulación como las encuestas, el marketing y la publicidad.

Gracias al poder mediático el neoliberalismo se ha instalado en una sociedad conservadora desde fines de la década de 1960 bajo el rótulo de “el fin de las ideologías”, desacreditando las utopías.

El poder el neoliberalismo

El neoliberalismo es una teoría económica poderosa coreada por muchos políticos y funcionarios, pero en especial por periodistas afines que predican este evangelio bajo el nombre de liberalismo y que gracias a sus connotaciones liberales o libertarias pueden darle una cara de libertad a una ideología conservadora que se presenta como contraria a toda ideología. Su único dios es el dinero.

El reino de lo comercial se impone en todos los campos, desde lo literario pasando por el cine y los medios de producción. Las ciencias sociales están condenadas a obedecer los mandatos de las burocracias empresariales o morir por las censuras instaladas por el dinero.

La fachada del neoliberalismo hace del dinero la medida de todas las cosas, del valor de cada hombre, de cada mujer no sólo en el mercado del trabajo, también en todas las dimensiones de la existencia. Dime que ropa usas y te diré quién eres, o a que tribu urbana perteneces. Esta institucionalización de lo exclusivo lleva instalada la chatura que nos imponen desde “el libro más leído” (best seller), los cantantes y discos más vendidos (ranking), las películas, las series y los programas de televisión.

La segunda independencia

La Unidad Continental, cuya vigencia tiene diversas instancias como la Organización de Estados Americanos (1948), el Pacto Andino (1969), Mercosur (1991), o recientemente el UNASUR, es uno de los planteos más reiterados en la historia de América desde que dejó de ser un territorio colonial. El americanismo, con distintos contenidos y enfoques, resurge siempre como una fórmula superadora del estancamiento económico y social o de las dificultades políticas de la región.

En 1789, la toma de la Bastilla convirtió a la Revolución Francesa en un faro de libertad, igualdad y fraternidad para todos los sectores que ansiaban democratizar la sociedad. Los patriotas americanos vieron en su luz una guía de la propia liberación. Cuando Napoleón se convirtió en emperador de los franceses e inició sus campañas de expansión militar, muchos republicanos europeos de países sojuzgados por los regímenes monárquicos -propios o ajenos- creyeron que los ejércitos napoleónicos iban a liberarlos y a implantar los ideales revolucionarios de 1789.

La realidad fue otra. Al poco tiempo, advirtieron que los ejércitos franceses se convertían en tropas de ocupación. También vivieron ese engaño muchos patriotas americanos, hombres como José de San Martín que, en España, había presenciado y combatido la invasión napoleónica. Acaso el libertador de la Argentina, Chile y Perú aprendió de esta experiencia la gran distancia que media entre la fuerza de las ideas y la prepotencia de las armas. Simón Bolívar, en cambio, nunca terminó de desprenderse de la seducción napoleónica.

El pasado americano también fue rico en proyectos revolucionarios que, aunque triunfaron militarmente, no lograron transformar la conciencia de las sociedades que querían cambiar y se construyeron en un poder negador de la libertad prometida. San Martín, humilde y tenaz, y Bolívar, de personalidad arrolladora, compartieron el objetivo de la unidad continental, aunque no los métodos para alcanzarla.

Pasaron más de ciento cincuenta años de esos episodios y Juan Domingo Perón retomó los mismos argumentos aplicándolos a la nueva realidad mundial. Frente a las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial Perón enunciará en sus Doctrinas -Revolucionarias y Justicialistas- la necesidad de tender hacia la “Tercera Posición”, como eje y sustento en América del Sur y como una necesidad de supervivencia frente al entonces nuevo imperio que aparece en el horizonte de las naciones: Estados Unidos de Norteamérica.

Alejado del escenario político nacional por el golpe militar de 1955, Perón no se apartó de las preocupaciones que el país, la Argentina, le generaba y reflexionando en el exilio sobre “los males” que se cernían sobre nuestro país, junto otros textos escribió en Madrid en 1968 “La hora de los Pueblos”, que se conoció en Argentina en 1973.

Escribió Perón: “La integración de América Latina es indispensable: el año 2000 nos encontrará unidos o dominados, pero esa integración ha de ser obra de nuestros países, sin intervenciones extrañas de ninguna clase, para crear, gracias a un mercado ampliado, sin fronteras, las condiciones más favorables para la utilización del progreso técnico y la expansión económica, para evitar divisiones que puedan ser explotadas; para mejorar el nivel de vida de nuestros 200 millones de habitantes; para dar a Latinoamérica, frente al dinamismo de los “grandes” y el despertar de los continentes, el puesto que debe corresponderle en los asuntos mundiales y para crear las bases para los futuros Estados Unidos de Latinoamérica”.

Y agrega “Sólo mediante esta Comunidad Económica Latinoamericana se puede dar origen a un Mercado Común Latinoamericano y solamente ello puede asegurar, junto con nuestro propio esfuerzo y trabajo, superar la crisis económica y el subdesarrollo que agobia a nuestros países. Nadie se hace rico pidiendo prestado ni siendo objeto de la explotación ajena”

En este nuevo siglo, las vías para plasmar la unidad americana siguen constituyendo un tema vigente por que la idea de libertad e igualdad no tienen nacionalidad, son valores universales, que han atravesado la historia desde siempre.

La UNASUR

Tras el reciente triunfo en la mediación entre Colombia y Venezuela, la tarea más urgente desde la UNASUR, debería ser la creación de Instituciones -Parlamentos, Federaciones Internacionales, Asociaciones Latinoamericanas de Editores, Profesores, Sindicalistas, ecologistas, productores de contenidos audiovisuales- que discutan y elaboren programas de integración latinoamericanos. Existe otra historia más allá de la que nos cuenta History Channel.

Las lagunas más apremiantes en la construcción de la II Independencia Latinoamericana corresponden a:

1. El Estado Social.

2. La unificación de Sindicatos.

3. La armonía y modernización de los Sistemas Educativos.

4. La articulación entre política económica y Política Social.

5. Elaboración de contenidos editoriales y audiovisuales.

6. Capitalizar las sabidurías de los pueblos originarios.

Los costos sociales de la violencia económica, relacionados con la política social de las empresas, reflejadas a través del beneficio-productividad, hacen que haya más accidentes de trabajo, enfermedades profesionales, alcoholismo, consumo de drogas, suicidios, delincuencia, crímenes, violaciones, estados de depresión, agresividad y resentimiento social, que los magnates de la economía neoliberal dejan de lado al levantar las banderas de sus resultados.

Es hora de concretar. Las condiciones se están dando para cristalizar la lucha de nuestros próceres sintetizada en una frase: “América para los americanos”, emancipada de todas las dependencias, de todos los imperialismos, comenzando desde la producción y difusión cultural a través de los mecanismos que permitan acumular, y aumentar lo más universal de nuestra historia común.

Los intelectuales

Es tarea de los intelectuales desarrollar nuevas formas de “combate” para contrarrestar adecuadamente la violencia de la opresión simbólica que poco a poco se ha ido instalando en nuestras mentes y en la de nuestros hijos. Intelectuales, Docentes, Profesionales de la Comunicación, deben disponer de medios de expresión autónomos y organizarse colectivamente para crear armas intelectuales al servicio de la emancipación.

Ernesto Martinchuk es periodista, docente, investigador y documentalista.

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