Por una sociedad sin violencia machista

Irina Santesteban (LA ARENA)
 
Enviado By BetotroniK

Reconociendo grandes avances en la situación de las mujeres, en los últimos años, todavía la violencia de género sigue siendo uno de los principales problemas que enfrenta una sociedad que pretende ser igualitaria para ambos sexos.

Son diversos los ámbitos donde se manifiesta la desigualdad de género. En el trabajo, continúa vigente la pelea para obtener que se consagre el precepto constitucional de «igual remuneración por igual tarea», que fue establecido en nuestra Carta Magna, pero no pensado para las mujeres. Es que en los comienzos de nuestra institucionalidad, las mujeres eran «ciudadanas de segunda»: no votaban, eran incapaces relativas para el derecho civil y eran brutalmente golpeadas en el ámbito doméstico, donde nadie podía meterse.
En el derecho laboral los avances también han sido importantes, pero en el ámbito de la actividad privada las mujeres continúan percibiendo sueldos inferiores a los de sus pares varones por las mismas tareas y responsabilidades. Como resabio de la creencia que el sueldo femenino era un «complemento» del sostén del hogar, que tradicionalmente recaía en el salario masculino, lo cierto es que hoy un gran porcentaje de hogares son mantenidos exclusivamente por mujeres, así como en muchos de ellos el salario de ellas constituye «el fuerte» de la manutención familiar.

Doble jornada, pero sin paga

Sin embargo, a la hora de proteger la maternidad y los derechos de la mujer trabajadora, todavía no existe una igualdad, ni siquiera una equiparación en las responsabilidades. La mayoría de las que trabajan fuera del hogar, están obligadas a la doble jornada, esto es, luego de su trabajo remunerado -que puede ser de 6, 8 o más horas-, deben afrontar el peso de las tareas domésticas, cada vez más compartidas, es cierto, pero todavía no lo suficiente.

Con o sin ayuda de una empleada -que también es del mismo género-, ya sea por mandato cultural o porque nadie lo hace, las mujeres se hacen cargo de la organización de la casa, de pagar las cuentas, de organizar las actividades escolares de los hijos, de los controles médicos, de que el hogar esté provisto, de programar vacaciones. En fin, de que todo marche como «Dios manda».

Violencia que mata

Y es justamente en el ámbito doméstico donde se manifiesta con una crueldad sin límites, la desigualdad de las mujeres, víctimas predilectas de una de las peores expresiones de la violencia machista, la que ejerce el varón sobre su pareja, a la que considera parte de su patrimonio.

A pesar de los avances en instrumentos jurídicos, tanto del derecho interno como internacional, que han plasmado en tratados y leyes una serie de preceptos que tienen por objeto luchar contra la violencia de género, en nuestro país las mujeres siguen sufriendo maltrato y hasta la muerte a manos de sus parejas, cónyuges, ex parejas y novios. Cincuenta femicidios en los primeros dos meses de 2011 son demasiados. Por ello, este año, uno de los objetivos de las organizaciones femeninas ha sido visibilizar esta problemática, solicitando se tipifique la figura del «femicidio», como el asesinato de una mujer, por su condición de tal, y a manos de una persona vinculada con ella sentimentalmente.

Tipificar o no el femicidio

Sin embargo, algunos penalistas se oponen a la tipificación de este delito en los Códigos penales, como Iñigo Ortiz de Urbina Gimeno, catedrático de Derecho Penal y Criminología de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona) y asesor del ministro de Justicia del gobierno español. En una entrevista publicada ayer por el diario «Página 12», Ortiz de Urbina afirmó que el derecho penal no es la vía más idónea para terminar con la violencia de género. Se pronunció en contra del aumento de las penas para este delito y sí por una más eficiente acción del Estado en cuanto a perseguir los casos de violencia, de asistir a las mujeres víctimas de maltrato, y por un cambio en los patrones culturales patriarcales.

Para el Código Penal argentino existen las figuras del parricidio (asesinato de los padres a manos de sus hijos) y el infanticidio (del hijo a manos de su padre o madre), pero no el femicidio.

Tampoco existen, aunque algunos Poderes Judiciales han comenzado a hacerlo, estadísticas oficiales sobre los crímenes de mujeres a manos de sus parejas. En abril de 2007, durante las jornadas sobre Defensoría Pública que se realizaron en la Facultad de Derecho de la UBA, organizadas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el juez penal Fernando Ramírez, uno de los disertantes, reconoció que en la justicia correccional alrededor de un 25 por ciento de las causas son por violencia doméstica, que a su vez en un 99 por ciento son contra las mujeres.

En ese sentido, la creación de la Oficina de Violencia contra la Mujer en el ámbito de la CSJ, fue un avance muy importante, sobre todo para la centralización de las denuncias que efectúan las mujeres, que las obliga a deambular por diferentes juzgados y oficinas, hasta obtener una resolución favorable, como la exclusión del hogar o la prohibición de contacto o de acercarse a la víctima en un radio determinado.

En Córdoba, la creación de los Juzgados de Violencia Familiar también fue un paso muy importante, así como la instalación de Secretarías de Violencia Familiar en los Juzgados Civiles del interior provincial. Pero la magnitud de la problemática de la violencia de género ha sobrepasado estas buenas medidas, y hoy tanto su infraestructura, como el personal asignado, resultan insuficientes.

Educación y prevención

Como lo afirma Ortiz de Urbina, no es el derecho ni los Tribunales los que erradicarán la violencia de género, de la misma forma que, en un debate más amplio, no es el endurecimiento de las penas ni la creación de nuevas figuras penales, la manera como se acabará con la delincuencia.

La necesidad de insistir en una educación no sexista, desechando los estereotipos patriarcales y promoviendo la igualdad entre el varón y la mujer, es una de las claves para una solución de fondo. Desde la niñez y, sobre todo, entre los y las adolescentes, para evitar las relaciones violentas desde el noviazgo, erradicando para siempre la justificación de actitudes agresivas de los varones como una expresión de «celos».

Esa confusión lleva luego a que muchos medios de prensa titulen un femicidio como «crimen pasional», algo así como un «crimen por exceso de amor o pasión», sustrayendo su connotación de violencia machista.

Por ello, aún hoy, en muchos juicios, los abogados defensores utilizan la «emoción violenta» para justificar un homicidio en situación de violencia de género. Esto es, un femicidio

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