Perdonar el pasado – Editorial LPG

Un amable lector nos envía el siguiente editorial de la prensa gráfica como respuesta a la publicación anterior, la publicamos para mostrar dos caras de la moneda y que el lector se forme sus propias conclusiones, sobre este tema tan controversial en nuestra sociedad.

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Cuando estalla una guerra fratricida, ocurren muchas injusticias en los bandos que se enfrentan. No se distingue dónde están los buenos y los malos… de tal forma que a veces tarda muchísimos años curar las heridas ocasionadas. De allí la importancia de las leyes de amnistía a través de la Historia Universal.

El conflicto salvadoreño ocurrido desde 1980 a 1992 afectó a varias generaciones. Algunos tomaron parte como jóvenes militares o se fueron a la guerrilla. Otros, como mis amigos (as), hermanos, esposo y quien escribe, soportamos sus consecuencias en las épocas escolares y universitarias. Ninguno iniciamos las hostilidades, ni tomamos las armas. Nadie nos preguntó si estábamos de acuerdo con las decisiones políticas o las maniobras bélicas. Fuimos conocedores de las matanzas de inocentes e indefensos de ambos lados por los medios de comunicación y testimonios personales.

El lamentable proceso iniciado por un jurista extranjero que emitió una orden de arresto contra varios elementos del ejército que supuestamente participaron en actos espinosos, ocurridos en una época enmarcada por un entorno beligerante, es una ofensa a la voluntad ciudadana que se volcó por la Ley de Reconciliación y una grave e incontestable intromisión en nuestra soberanía. No busquemos ajustar cuentas y encerrar culpables, tan propias de la dialéctica de vencedores y vencidos. Deberíamos hacer una profunda valoración sobre la valiente y sabia disposición de los líderes de la entonces guerrilla, del gobierno, ejército y la sociedad civil, al adoptar una legislación que facilitó reconciliarnos para dar amnistía al sufrimiento ocasionado por los demonios del odio, la envidia, la traición y el rencor, motivando a los jóvenes a entender mejor el costo de la libertad que disfrutamos hoy. Solo así podremos deslizarnos del presente al pasado, reflexionando acerca de las distintas reacciones que se pueden dar ante la maldad: ¿Optaremos por la venganza ideológica, o elegiremos el amor y la compasión respaldados por convicciones humanas y cristianas?

“El perdón realmente sincero tiene que ver mucho con una comprensión de nuestra fragilidad como seres humanos; con no dejarse seducir por la idea que somos almas fuertes y autosuficientes. Perdonar es un acto de la voluntad que se facilita cuando reconocemos la interrelación con los demás y aceptamos la idea que formamos parte de una red a la que afectamos con nuestro comportamiento. Por eso guardar rencor a alguien es completamente destructivo porque, en vez de superar lo que la vida nos pone delante, nos paralizamos por el rencor y destruimos la posibilidad de reparar. Y creo que la vida es posibilidad” (Roland Joffé). Immaculée Ilibagiza, una sobreviviente del genocidio de Ruanda (1994), contó en los eventos realizados en FUSADES y la UCA en su visita en 2009 a El Salvador cómo vivió en carne propia el sufrimiento, la desesperación y la ira de ver a su gente masacrada por una tribu rival, pero que a pesar de todo tuvo la capacidad de dar perdón y pedir, encontrando la paz. Es turbador darnos cuenta de que a quienes amamos es a quien perdonamos con más dificultad cuando nos dañan o creemos que nos dañan. Al vecino desconocido lo perdonamos fácilmente porque no hay amor ni expectativas. Perdonar inicia con la petición a Dios que el corazón quiera “querer” hacerlo. Luego, Su misericordia sanará las heridas y seremos capaces de tener paz y volver a confiar…

 

http://www.laprensagrafica.com/opinion/editorial/211115-perdonar-el-pasado.html

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