Navegando entre ballenas. – En El Salvador

Navegando entre ballenas. Tomado del MARN


San Salvador, 7 de febrero de 2011. Bajo el celeste del cielo y sobre el azul intenso del mar de los Cóbanos, en Sonsonate, la larga trayectoria que realizaron tres lanchas cargadas de periodistas alcanzó su objetivo. Luego de casi dos horas de navegar y a unas tres millas náuticas de la playa, un enorme lomo curvo emergió a la superficie. “¡Ballena!”, gritó álguien.

De inmediato, los lentes de cámaras de foto y de video se concentraron en una sola dirección. El enorme cetáceo se sumergía al mismo tiempo que lanzaba un chorro de agua vertical.

Atónicos por el espectáculo y el regocijo por el hallazgo, la mirada de una decenas de periodistas zigzagueaba buscando el  siguiente punto de emersión del enorme animal. Se escucharon gritos de emoción. La adrenalina estaba a tope. Pero luego nos quedamos en completo silencio para escuchar los sonidos del animal. La aleta dorsal volvió a salir, pero esta vez no salió sola. Un pequeño ballenato acompañaba a su madre.

La ballena jorobada y su cría nadaban sin prisa una al lado de la otra. No hubo necesidad de acelerar los motores de las lanchas.

Quienes estábamos en la superficie bajo el sol del mediodía, esperábamos que sacara la enorme cola para captar la típica imagen.

¡La cola!, la cola!, déjanos ver la cola! decía una de las periodistas mientras apuntaba con lente angular, como si el animal le entendiera, pero las gigantes la dejaron con las ganas.

Aún así, la sola sensación de navegar junto a ellas fue  maravillosa.
La sal en la piel, la ropa húmeda por el salpique del agua y el calor quedaron en el olvido. Por unos segundos la más grande emergió a un lado de una de las barcas, lo que para quienes viajaban en las otras dio una clara dimensión de su tamaño. Unos 15 metros de largo. La lancha se quedó pequeña junto al animal.

El encuentro entre esos enormes mamíferos y nosotros resultó extremadamente diferente al que pensamos en algún momento durante la búsqueda. Claro, un poco de Hollywood ayuda hacerse esas ideas de que nos pudo haber volcado.

Pero esa equivocada idea cambia mar a dentro. La belleza de su imagen rompiendo las aguas lentamente nos puso a pensar en el privilegio de estar tan cerca de ellas y de cuestionar la forma de caza sangrienta que se practica en otros continentes.

El delfín que jugueteó alrededor de nuestra barca antes de nuestro encuentro con los cetáceos, dibujó una sonrisa infantil en los que viajábamos sobre el Pacífico.

Los otros colegas se encontraron con una tortuga golfina  que nadaba sobre las aguas. Lo suficientemente cerca para tocarla y filmarla.

Los pescadores que guiaban el recorrido fueron los mejores  radares para encontrarlas. En medio de la inmensidad del mar, donde todo parece igual, las señas y las coordenadas sin brújula fueron vitales.

“Toda esta semana hemos visto seis ballenas. Sacan las grandes colas o sus aletas, como si estuvieran bailando y saludando”, relata Nelson, uno de los pescadores del lugar quien conoce el mar como la palma de su mano.

Por estos días, las playas sonsonatecas se vuelven muy visitadas, pero los pescadores reconocen que la presencia de los humanos, pone nerviosas a estas especies pacíficas, por lo que intentan hacer  de poca duración sus viajes turísticos.

El biólogo Nestor Herrera, gerente de Vida Silvestre,  del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), quien va a en una de las barcas, comenta que estas especies viajan sin fronteras por miles de kilómetros, desde las aguas del norte de los Estados y Canadá hasta nuestras playas.

Las aguas cálidas de El Salvador, se convierten en un atractivo para el apareamiento de estas especies, quienes permanecen frente a estas playas entre diciembre y abril.

El biólogo del MARN, cree que la cría que acompañaba a su madre, nació en  Los Cóbanos, una de las Áreas Naturales Protegidas de este país y junto a esta pareja de mamíferos han visto a cuatro adultos más. Seis en total. Una escena a la que los pescadores de los alrededores están acostumbrados, pero que deja perplejo a cualquier visitante.

20 minutos después de que las barcas se deslizaran silenciosas tras las ballenas, una señal alertó que debíamos partir. Los motores aceleraron y nos desviamos de la ruta de los cetáceos rumbo a tierra firme, pero con una historia que contar sobre las maravillas de la naturaleza que hacen ver pequeños a los humanos: las ballenas jorobadas.

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