Los mentirosos que se mienten así mismos

Por: Francisco Quintanilla

Si bien es cierto, la mentira como la verdad son conceptos relativos, que según Marx se determinan y se revelan en la praxis, desde la antigua cultura griega, la mentira fue un objeto central de reflexión, la cual era inevitable reflexionar acerca de ella, así como era inevitable reflexionar sobre la verdad.

En las famosas confrontaciones reflexivas entre Sócrates y los sofistas, la mentira como la verdad fueron elementos centrales dinamizadores en dichas discusiones filosóficas, ya que mientras a los segundos no les interesaba demostrar que lo que decían era verdad sino convencer o persuadir a sus oyentes o interlocutores que lo que decían era verdad, aunque fuera mentira, para Sócrates, por el contrario, la búsqueda de la verdad, aparte de que era individual, es decir, de que cada persona debería buscarla y descubrirla, era una de las virtudes más valiosas del ser humano, ya que esta inducia a cada ser humano a actuar correctamente, a actuar siempre haciendo el bien.

Con el transcurrir del tiempo, de los años, de las décadas y de los siglos, parece ser, que el arte de convencer o de persuadir a la gente de que algo es verdad siendo mentira, es más que una habilidad un estilo de vida que ha permeado profundamente el estilo de vida de la clase política a nivel mundial en general y en particular de los políticos en América Latina. Herencia, quizá de las más perversas y nefastas que los europeos exportaron a América desde hace un poco más de 500 años.

El arte y el compromiso de descubrir, construir, compartir y difundir la verdad, va acompañado ineludiblemente a la vinculación de la política con la ética; contario el arte de mentir va acompañado exigitivamente a la habilidad de separar a la ética de la política, tal como lo plateo y sugirió Nicolas Maquiavelo (Siglo XVI) sobre todo en su famoso y conocido libro “El príncipe”.

La moderna epistemología constructivista de von Foerster y von Glaserfield (2002) que sostienen que “la verdad es la mentira de un mentiroso”, lleva a considerar, que definitivamente, la verdad es una especie de alienígena para la clase política actual de todos los colores existentes: azules, verdes, anaranjados con rostro de celestes, amarillos, rojos, tricolores, celestes, etc.

El extrañamiento no sólo de su búsqueda y de su construcción, sino que también de la verdad como tal, ha llevado y lleva a muchos políticos, a todos los que separan, distancian y anulan la ética del ejercicio de la política, a llevar a niveles extremos la habilidad de presentar la mentira y la cultura de la mentira con el lindo, cristalino y diáfano rostro de la verdad.

De acuerdo a la teoría de la alienación desarrollada espléndida y profundamente por Karl Marx en su libro los “Manuscritos de 1844” y desarrollada creativamente en el campo de la psicología por Cohen DeGovia en su libro “Psicología en la salud pública” (1971), el extrañamiento o alienación se da en cuatro niveles: alienación del producto del trabajo, la alienación del proceso del trabajo, la alienación del género, es decir, de la especie humana, y por último y sobre la base de estos tres niveles de la alienación, se desarrolla la alienación o extrañamiento del yo, es decir, de uno mismo.

En el nivel de la alienación o extrañamiento del yo, es donde encuentra cabida, es donde encuentra asidero, el extrañamiento de la verdad, convirtiéndose la verdad en la conciencia y en el accionar de la clase política mundial, latinoamericana y salvadoreña, un objeto, fenómeno o proceso extraño, desconocido totalmente, con el cual no han tenido contacto directamente, ni siquiera por medio de las redes sociales.

Buscar, construir, comunicar y difundir la verdad por parte de esta clase política que no han crecido y convivido probablemente nunca con la verdad, seria la mayor mentira en toda su existencia como personas y como políticos.

Estos políticos, en consecuencia y en su esencia inhalan y exhalan el dióxido de la mentira por todos los poros de su existencia, arrastrando con esto a la inmensa mayoría al abismo de una expropiación mayor de los productos de su trabajo, a la expropiación de sus sentimientos, de sus pensamientos, de su imaginación y de su conciencia. Sólo los que piensan crítica y creativamente, se resisten a esta vorágine caníbal de la clase política actual.

Los políticos actuales, siendo en su mayoría una copia profundamente imperfecta de los antiguos sofistas griegos, constantemente les mienten a los pueblos latinoamericanos y en concreto al pueblo salvadoreño. Tanto le mienten, que no sólo los engañados digieren las mentiras que les transmiten con rostro de verdad, sino que, también los artistas de las mentiras, los engañadores, llega un momento que de tanto mentir, ellos mismos se creen sus propias mentiras, es decir, llegan, ellos mismos a creer que sus mentiras son verdades.

Lo anterior queda perfectamente ilustrado con las declaraciones dadas por Luis Reyes, un líder de la diáspora salvadoreña al referirse al actual presidente de El Salvador y a la cúpula del partido político Nuevas Ideas:

Así como los españoles se aprovecharon de la ingenuidad de nuestros ancestros, los indígenas, y le dieron sus baratijas y sus espejos a cambio de oro; así, la cúpula de Nuevas Ideas nos dio solo sus baratijas y las ilusiones a cambio de nuestro apoyo. (El Diario de Hoy del día domingo 26 de julio del 2020, noticia tomada de un artículo publicado en el medio Metro Latino USA, titulado “Tras corneados, apaleados”)

El mismo líder, agrega que:

“Hoy, los políticos que nos engañaron están en la cúspide del poder. Están embriagados con el poder que tienen, con el poder que el pueblo, es decir nosotros, les concedió, pero estos políticos deben recordar que el poder se acaba en menos de lo que canta un gallo”, les advierte.

La habilidad de engañar que este líder de la diáspora salvadoreña señala, doble o triplemente golpea no sólo al que conscientemente logra despertar de tal engaño, sino que también al que continua dormido, porque la esperanza que se vendió sobre la base de la desesperanza causada por todos los partidos políticos y sus políticos que han gobernado de diversas denominaciones y colores, este país, no es más que una desesperanza disfrazada con el rostro de una esperanza que históricamente se concretaría con y en el llamado “Plan Cuscatlán” que el actual gobierno presidencial, vendió eficientemente en su campaña proselitista.

Ignacio Ellacuría, en un discurso desarrollado en el auditorio de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), hizo referencia a un versículo de la Biblia (Juan 8: 31-38), el cual en síntesis dice “la verdad os hará libres”; él dijo en su ponencia, que, si no les interesaba el contenido teológico que este versículo contenía, que se quedaran con lo que de realidad tiene.  

Lo que de realidad tiene el contenido de este versículo, es que si bien es cierto la verdad por si sola no posibilita la construcción de una sociedad con justicia social, sin ella, es imposible, aspirar a tal osadía.

La aspiración a tal osadía, la cual es activa, dinámica, comprometida e histórica, no puede realmente, ser sembrada en tierra fértil, por alguien que no haya sido cultivado en el amor a la verdad personal y estructural, que no provenga del seno de las mayorías populares, ni mucho menos de la clase política actual, sino de las aspiraciones, anhelos, alegrías, como de los sufrimientos de los que hasta ahora no han tenido derecho a una educación y salud de calidad, a un trabajo digno y dignificante, es decir, de las mayorías populares.

La semilla que dé nacimiento y origen a un nuevo y auténtico sujeto de la historia de la revolución social, cultural, moral y económica, debe, cueste lo que cueste, surgir de esas mayorías populares.

Ese sujeto, por supuesto, no es un sujeto individual, es un sujeto grupal y colectivo, que se comprometa revolucionariamente consigo mismo, con su historia y con las futuras generaciones.

La anterior, es harto difícil, y, sobre todo, cuando la historia reciente que ha padecido y precedido al pueblo salvadoreño, ha estado teñida de muchas decepciones, producida por políticos y lideres que ofrecieron y gritaron en los cuatro puntos cardinales, que su horizonte seria la liberación de las mayorías populares; sin embargo, el reto para las presentes y futuras generaciones, está ahí, exigiendo por su realización.

Parafraseando a Paulo Freire, quien marxistamente desarrolló y aplicó en América Latina, la idea de Hegel acerca de la liberación integral, se podría decir, que la liberación del sujeto mentido debe contribuir a la liberación del mentiroso, ya que este último es esclavo de su propia mentira, la cual es justificadora de las estructuras injustas de un sistema como el capitalista.

Para terminar, con esta brevísima reflexión, cito unas palabras de Martin Luther King jr., cuando unos periodistas le preguntaron, qué haría hoy, si supieran que mañana lo matarían. Él contestó metafóricamente, que sembraría un árbol de manzano.

Muchos podrían pensar, que para que sembrarían un árbol de manzano, si sabiendo que los matarían mañana, no podría gozar años después de los frutos de ese árbol; un egoísta, individualista, es natural que piense así, pero alguien como Luther King, un hombre extraordinario, comprometido con el bienestar de su gente y de su raza, solidario, no podía pensar de otra manera, es decir, su pensar, su  hablar y su actuar fue coherente con sus convicciones; todo orientado a sembrar la esperanza de que una sociedad más justa y humana  algún día, tarde o temprano, sería una realidad.

 

 

01/08/2020

 

 

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