Los libros condenados y los hombres de negro

“Parece fantástico imaginar que exista una Santa Alianza contra el saber, una sinarquía organizada para hacer desaparecer ciertos secretos. Sin embargo, esta hipótesis no es más fantástica que la de la gran conspiración nazi. Sólo ahora nos damos cuenta de hasta qué punto era perfecta la organización del Orden Negro, de hasta qué punto eran numerosos sus afiliados en todos los países del mundo, de hasta qué punto estuvo esta conspiración a punto de triunfar. Por esto no hay que rechazar o priori la hipótesis de una conspiración más antigua. Evidentemente, el tema del libro condenado, destruido por sistema a lo largo de la Historia, inspiró a muchos novelistas, como H. P. I.ovecraft, Sax Rohmcr y Edgar Wallace. Sin embargo, este tema no es exclusivamente literario. Esta destrucción sistemática es tan real que podemos preguntarnos si no existe una conspiración permanente que se propone impedir que; el saber humano se desarrolle con demasiada rapidez. Colleridge estaba convencido de que existía esta conspiración, y llamaba «personas de Porlock» a sus miembros. Esto nombre le recordaba la visita de un personaje venido del pueblo de Porlock y que le impidió realizar un trabajo muy importante que estaba llevando a cabo. “Vamos a dar, ante todo, algunos ejemplos de libros condenados. En 1885, el escritor Saint- Yves d’Alveydre recibió la orden, so pena de muerte, de destruir su última obra: Misión de la India en Europa y Misión de Europa en Asia. La cuestión de los Mahatmas y su solución. Saint-Yves d’AIveydre obedeció la orden. Sin embargo, un ejemplar escapó a la destrucción, y, gracias a este ejemplar único, en 1909 el editor Dorbon, el Viejo, reeditó la obra, con una tirada muy limitada. Pero, en 1940, los alemanes, desde su entrada en Francia y en París, destruyeron todos los ejemplares que encontraron de esta edición. Es muy dudoso que quede uno solo de ellos. En 1897, los herederos del escritor Estanislao de Guaita recibieron la orden, bajo pena de muerte, de destruir cuatro manuscritos inéditos del autor sobre la magia negra, así como sus archivos. La orden fue cumplida, y nada queda de estos manuscritos. En 1933, en Alemania, los nazis quemaron la totalidad de los ejemplares del libro sobre los rosacruces, Die Rosenkreuzer, Zur Geschichte einer Reformation. Una edición de este libro reapareció en 1970, pero nada demuestra que sea fiel al original. “Podría multiplicar estos ejemplos, pero el lector los encontrará en número suficiente a lo largo de está obra.” “¿Quiénes son los enemigos de estos libros condenados? Supongamos la existencia de un grupo al que llamaré los «Hombres de Negro». Esta denominación se me ocurrió al ver, en todas las conferencias sobre el tema a las que asistí, un grupo de hombres vestidos de negro y de siniestro aspecto, que siempre eran los mismos. Creo que estos «Hombres de Negro» son tan antiguos como la civilización; opino que pueden citarse, entre sus miembros, al escritor francés Joseph de Maistre y a Nicolás II de Rusia.” “A mi modo de ver, su papel consisle en impedir una difusión demasiado rápida y extensa del saber, difusión que pudo provocar la destrucción de las civilizaciones que precedieron a la nuestra. Al mismo tiempo que la huella de estas civilizaciones, nos ha quedado, creo yo, una tradición cuyo principio consiste en sostener que el saber puede ser terriblemente peligroso. Las técnicas de conservación de la magia y de la alquimia comparten, al parecer, este punto de vista. “Se puede comprobar, también, que la ciencia moderna confiesa, hoy, que, en ocasiones, puede llegar a ser excesivamente peligrosa. Michel Magat, profesor del «Collêge de France», declaró no hace mucho, en una obra colectiva sobre los armamentos modernos (Flammarion): «Tal vez hay que admitir que toda la ciencia está condenada.» El gran matemático francés A. Grothendieck escribió en el primer número del boletín Sur- vivre, refiriéndose a los posibles efectos de la ciencia: «A fortiori, si piensan ustedes en la desaparición de la Humanidad dentro de los próximos decenios (tres mil millones de hombres, tres mil millones de años de evolución biológica…;, es algo demasiado enorme para ser concebible, es una abstracción absolutamente nula en contenido emotivo y, por tanto, imposible de ser tomada en serio. Se lucha por los aumentos cíe salario, por la libertad de expresión, contra la discriminación en las Universidades, contra la burguesía, el alcoholismo, la pena de muerte, el cáncer, el racismo; en rigor, contra la guerra en Vietnam o contra la guerra a secas. Pero, ¿y la aniquilación de la vida sobre la Tierra? Esto rebasa la comprensión de todos y cada uno de nosotros; es algo «irrealizable”. “Casi nos avergonzamos de hablar de ello, para no parecer sospechosos de buscar efectos fáciles recurriendo a un tema que, sin embargo, es todo lo antiefeetista que se pueda imaginar.» Y añade: «Actualmente, cuando nos enfrentamos con el peligro de extinción de toda vida sobre la Tierra, este mismo mecanismo irracional se opone a la comprensión de este peligro, y a las reacciones de defensa necesarias, por la mayoría de nosotros, incluidas las «élites» intelectuales y científicas de todos los países. Sólo podemos esperar que pueda ser vencido por algunos, gracias a un esfuerzo sostenido y a la toma de conciencia de tales mecanismos inhibidores.» Después de haberse escrito este texto, y en fechas muy recientes, he oído muchas veces, en los congresos científicos, exponer la idea de que los descubrimientos demasiado peligrosos tenían que ser censurados o prohibidos. A principios del corriente año, y en la reunión de la «Asociación Inglesa para el Progreso de las Ciencias», se citó, como ejemplo de descubrimiento que había que censurar, la posibilidad de que las distintas variedades de la especie humana no tengan la misma inteligencia. “Sabios de primera categoría afirmaron- que este descubrimiento fomentaría el racismo en talos proporciones que era preciso impedir por todos los medios su publicación. Sería, pues, bien visto que algunos sabios eminentes de nuestros días se pasaran al campo de los «Hombres de Negro». En efecto, parece que estos descubrimientos, demasiado peligrosos para ser revelados, existen tanto en las ciencias llamadas exactas como en la; llamadas ciencias falsas y a las que yo prefiero llamar paracicncias. Pero hace muchísimo tiempo que se practica la destrucción sistemática de libros o documentos sobre descubrimientos peligrosos, miles o en el moiueulo misino de su publicación. Así ha sido, a lo largo de toda la Historia. Y esto es lo que vamos a intentar demostrar.” “Sabios de primera categoría afirmaron- que este descubrimiento fomentaría el racismo en talos proporciones que era preciso impedir por todos los medios su publicación. Sería, pues, bien visto que algunos sabios eminentes de nuestros días se pasaran al campo de los «Hombres de Negro». En efecto, parece que estos descubrimientos, demasiado peligrosos para ser revelados, existen tanto en las ciencias llamadas exactas como en la; llamadas ciencias falsas y a las que yo prefiero llamar paracicncias. Pero hace muchísimo tiempo que se practica la destrucción sistemática de libros o documentos sobre descubrimientos peligrosos, miles o en el moiueulo misino de su publicación. Así ha sido, a lo largo de toda la Historia. «

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