Los jóvenes, la globalización y el proceso de cosificación. Parte II

Por Francisco Quintanilla.

La inmensa mayoría de jóvenes en la actualidad, el vivir lo han reducido al consumir, cayendo en la telaraña del sistema neoliberal que los ha llevado por el sendero de mercantilizar la vida, de mercantilizar su cuerpo y su espíritu.

El consumismo está directamente relacionado con la satisfacción de las falsas necesidades y no con las necesidades fundamentales para el hombre como cuerpo y como espíritu, por lo que las grandes trasnacionales como poder económico, político y cultural han tenido la habilidad de uniformizar y universalizar las falsas necesidades dándoles el rostro no sólo de necesidades, sino de necesidades fundamentales para la existencia humana.

La existencia de toda necesidad o falsa necesidad como de su satisfacción depende de la existencia de un objeto satisfactor. Este objeto satisfactor, las grandes trasnacionales y las grandes potencias económicas que ocultan su rostro tras la tecnología de punta, al poseer valor de uso y valor de cambio a que hacía referencia Karl Marx (1967) en el tomo I del Capital, lo convierten en mercancía.

Esa mercancía, que como ya se dijo anteriormente, su existencia para producir más ganancia, tiene que tener cada vez una duración menor, es decir, una vida útil lo más corta posible, para que el consumidor se vea en la necesidad obsesiva de seguir comprando objetos modificados que satisfagan falsas necesidades con rostro de necesidades fundamentales, sólo así se explica como una inmensa mayoría no sólo de jóvenes sino que también de adultos prefieren tener dinero para comprar teléfono celular de último modelo y para saldo, pero no tienen para comprar alimentos para nutrir su cuerpo, ni mucho menos para comprar buenos libros que nutran y liberen progresivamente su espíritu de las cadenas del engaño globalizado.

En este sentido, los jóvenes consumistas y progresivamente consumistas obsesivos, de consumidores se transforman sin que se den cuenta en objeto de consumo, les pasa algo similar como a los marinos de la Odisea de Homero (n.d.), que satisfaciendo sus impulsos sexuales con la hechicera Circe terminan convertidos en cerdos, en otras palabras de conquistadores se convierten en conquistados, de sujetos de consumo en objetos consumidos.

Como objetos consumidos con apariencia de consumidores conscientes, su vida individual y grupal, y más bien, más individual que grupal, se orientan a que sus esfuerzos vayan enfilados únicamente a sentirse como un organismo biológico auto realizado. La auto realización orgánica se alcanza o se cumple siguiendo los parámetros teóricos de Freud, es decir, cuando el ser humano satisface las necesidades de hacer pipí, popó, dormir, comer, beber, y tener sexo.

El pensar como proceso cognoscitivo, en un organismo biológico humano auto realizado psicoanalíticamente hablando, es algo además de inexistente, innecesario.

Inexistente porque la trampa globalizadora neoliberal del consumismo, ha llevado a su máxima expresión la enajenación del espíritu humano, dejándole al ser humano únicamente su cuerpo, dispuesto y disponible.

Innecesario, porque para satisfacer las necesidades fisiológicas como hacer pipí, popó, etc., sólo basta sentirlas y no pensarlas.

El pensar es una tortura para el humano reducido a un organismo, además que los humanos pensantes son un peligro para los poderes ocultos omnipresentes del capitalismo neoliberal globalizado.

Estos organismos humanos no pensantes, ni siquiera se dan cuenta que su accionar va enfilado a la no satisfacción básica de las necesidades fundamentales, sino a la satisfacción de las falsas necesidades o seudonecesidades.

La imaginación de los poderes ocultos de Mefistófeles actualizado en el capitalismo neoliberal globalizado, la orienta por una parte a la creación constante de nuevas falsas necesidades y por lo tanto de objetos (mercancías) que las satisfagan, y por otra, a crear con el uso de la tecnología moderna, la imperiosa necesidad en los seres humanos de comprar esos objetos para ser consumidos.

Esa dinámica imaginativa de creación permanente de mercancías, de falsas necesidades y de consumidores empedernidos, se constituye en el motor que le produce al Mefistófeles capitalista neoliberal omnipresente por medio de los procesos globalizadores, cada vez más una máxima ganancia a la enésima potencia, mientras millones de personas anualmente se mueren de hambre.

El ser humano en general y los jóvenes en particular insertos en esa dinámica, de consumidores los han convertido en consumidos, de conquistadores los han transformado en conquistados.

Seres humanos conquistados y consumidos, que les han anulado su pensamiento, su conciencia, sus sentimientos, y su voluntad, no pueden como sujetos individuales o grupales conocer el mundo que le rodea con todas sus virtudes y todas sus trampas, tampoco surge en ellos la necesidad de conocerse a sí mismos, y si no siente la necesidad de conocer lo que les rodea como a sí mismos, tampoco desarrollan sentimientos positivos hacia ellos, ni hacia los demás, tampoco surge en ellos la imperiosa necesidad de transformar el mundo injusto que les rodea como a sí mismos.

Sin pensamiento crítico, sin sentimientos, y sin la capacidad voluntaria de transformar el mundo y simultáneamente a sí mismos, está todo hecho para que los poderes ocultos del capitalismo neoliberal, haga de los seres humanos, y sobre todo de los jóvenes mercancías dispuestas y disponibles para el consumo.

Y como toda mercancía, además de tener valor de uso y valor de cambio, es y debe ser como una ley consustancial al capitalismo neoliberal, desechable.

Una mercancía conserva su carácter de mercancía, siempre y cuando conserve su atributo, su potencial de satisfacer una necesidad o una falsa necesidad, cuando esa mercancía pierde ese potencial, deja de ser mercancía, se convierte en un objeto desechable, que en muchos casos puede ser sometido a un proceso de reciclabilidad, para de nuevo adquirir el potencial de mercancía, con menos calidad, pero mercancía, dispuesta a ser vendida y consumida nuevamente.

La conversión de los seres humanos en mercancías ha dado pauta para el desarrollo y expansión de la globalización negativa a que hace referencia Bauman; se ha globalizado en forma exagerada pandemias como: la prostitución de mujeres y hombres de toda edad y procedencia cultural y económica, la homosexualidad, la drogadicción, el alcoholismo, etc.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) “reveló que en el año 2012 más de 3 millones 300 mil personas murieron debido al exceso de ingesta de alcohol a nivel mundial”.

La Oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC) por sus siglas en inglés, informó que “en el año 2014, 243 millones de personas, un 5% de la población mundial de 15 a 64 años de edad ha consumido drogas. Además señaló este organismo que cerca de 200, 000 personas mueren anualmente por el consumo de drogas”.

Estos escalofriantes datos, no son más que el reflejo de la reducción del ser humano a mercancía por parte de los poderes ocultos del gran capital, pero por otra, también son la manifestación de varios indicadores, entre los que están:

a) De que el alcohol y las drogas, aparte de la trata de mujeres y de hombres, son una fuente archimillonaria de ingresos económicos de algunas grandes transnacionales y de esos poderes ocultos.

b) De que buena proporción de la humanidad ha sido convertido en una mercancía consumida por el consumismo.

c) De que buena parte de la humanidad está perdiendo la batalla ante la fuerza hechizadora de la Circe globalizadora del capitalismo neoliberal.

d) De que la globalización de lo negativo se ha impuesto a la globalización de lo positivo, de lo humano propiamente dicho.

Todos estos indicadores redundan en la mercantilización o cosificación de la vida humana, y como cualquier otra mercancía, es desechable.

Cuando los seres humanos en general y los jóvenes convertidos a mercancías, sienten que han perdido el potencial de ser mercancías, buscan la posibilidad de ser reciclados, para adquirir nuevamente dicha potencialidad, aunque con un valor menor, por ser convertidos a una mercancía de menor calidad. Ahora si esa posibilidad de ser reciclados ya no es posible, es cuando comienzan a reaccionar ante lo trágico que ha sido su vida, comienzan a sentirse inseguros e inciertos, ya no le encuentran sentido a la vida, y están propensos a caer en fenómenos como el suicidio.

Según el informe de la OMS (2014) a “nivel global el suicido es la segunda causa principal de muerte en los jóvenes de 15 a 19 años de edad y la tercera en personas adultas”.

La misma OMS (2014) señala en su sitio de internet que más de 800 mil personas se suicidan por año.

Lo que no señala esta organización, que ni el suicidio, ni el alcoholismo, ni la drogadicción son causa de muerte, sino que son consecuencia, de esa cosificación o mercantilización de la vida humana individual o grupal.

El suicidio, el alcoholismo y la drogadicción son la muerte misma; son además manifestaciones del consumismo, del robo casi absoluto del espíritu humano, son indicadores de que la mercancía humana está llegando o ha llegado a la pérdida de la potencialidad de seguir siendo mercancía humana.

Las causas del suicidio, del alcoholismo, de la drogadicción, así como de la prostitución del hombre y de la mujer, no hay que buscarla psicoanalíticamente en algún conflicto interno, subjetivo del individuo, como tampoco en la simple expansión de lo intrasubjetivo a la desintegración familiar, sino en la conjugación de lo individual, lo familiar, lo social local y la sociedad globalizada, que es en última instancia la generadora de la desintegración familiar, ya que la familia misma, los poderes ocultos de la globalización del capitalismo neoliberal, la han convertido también en una mercancía, y como mercancía es desechable.

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