Lo que se avecina. 5- Desigualdad

«La economía debería estar al servicio de la sociedad.» Joseph E. Stiglitz

Joseph E. Stiglitz fue galardonado con el Premio Nóbel
de Economía en 2001 y en la actualidad es profesor en la
Universidad de Columbia. Su última obra, junto con Bruce
C. Greenwald, se titula Creating a Learning Society: A New
Approach to Growth, Development, and Social Progress.

LA BATALLA más importante de la economía mundial librada después de la Segunda Guerra Mundial fue entre sistemas económicos: ¿era el comunismo o el capitalismo el que ofrecía la mejor manera de lograr crecimiento y prosperidad para todos? Con la caída del Muro de Berlín, la batalla acabó.
Pero está comenzando otra: ¿qué modalidad de economía de mercado funciona mejor?
Durante mucho tiempo, pareció triunfar el capitalismo democrático estadounidense. Estados Unidos promovió la desregulación, la privatización y la liberalización en el mundo entero, mediante un conjunto de políticas que dieron en llamarse Consenso de Washington.
Pero cuando llegó la crisis financiera mundial de 2008, fue el gobierno el que salvó al mercado de sus excesos.
El intento por minimizar el papel del gobierno fracasó estrepitosamente, y llevó al gobierno a tomar medidas sin precedentes.
Pasada la crisis, muchos examinaron el sistema económico estadounidense más de cerca. Quedó claro que, con un ingreso mediano estancado durante más de un cuarto de siglo, el sistema no estaba al servicio de la mayoría de los ciudadanos, aun si a los estratos más altos les iba muy bien.
Se puso en tela de juicio incluso el sistema político: la desigualdad económica se tradujo en desigualdad política, como lo demuestra con tanta claridad el hecho de que los bancos que habían causado la crisis pudieron oponerse a las reformas que la mayoría de los economistas consideraban necesarias para evitar que se repitiera.
La democracia va más allá de la elección periódica de autoridades políticas, y los resultados de la democracia estadounidense parecían estar cada vez más de acuerdo con “un dólar, un voto” que con “una persona, un voto”.
El economista francés Thomas Piketty sostiene que los elevados niveles de desigualdad representan el estado natural del capitalismo: fue solo durante un breve interludio después de la Segunda Guerra Mundial que, gracias a la solidaridad que la contienda despertó, las cosas cambiaron. Piketty confirma lo que otros han observado: el enorme aumento de la desigualdad tanto del ingreso como de la riqueza durante las tres últimas décadas, y la creciente importancia de la riqueza heredada.
Según sus previsiones, estas tendencias continuarán. En mi opinión, este nivel elevado y creciente de desigualdad no es el resultado inevitable del capitalismo ni la obra de fuerzas económicas inexorables.
Hay países con niveles mucho más bajos de desigualdad —y un crecimiento igualmente vigoroso— cuya ciudadanía, especialmente la mitad menos favorecida, está mucho mejor que sus pares de Estados Unidos.
Algunos países —a saber, Brasil— incluso han reducido significativamente la desigualdad en los últimos años. La profunda y creciente desigualdad que impera en Estados Unidos es fruto de las políticas adoptadas y de la política, y los países que han emulado a Estados Unidos —el Reino Unido, por ejemplo— están viendo resultados parecidos.
La desigualdad es resultado del falso capitalismo del país, repleto de monopolios y oligopolios, beneficios otorgados por el gobierno a las empresas y los ricos, salvatajes de bancos, deficiencias de gobernabilidad empresarial y leyes impositivas que les permiten a los más ricos aparcar el dinero en paraísos tributarios offshore y pagar impuestos mucho más bajos de lo que les corresponde.
Acertadamente, el FMI hace poco hizo hincapié en los efectos adversos que tiene esta desigualdad en la evolución de la economía. En The Price of Inequality, explico cómo podríamos tener simultáneamente más crecimiento y estabilidad y más igualdad, especialmente en los países en que la desigualdad ha alcanzado extremos como en Estados Unidos.
La teoría económica del goteo no funciona, como lo muestran sobradamente los datos estadounidenses. Y esto es así especialmente cuando gran parte de la desigualdad es producto de la captación de rentas (los que están más arriba se hacen con una proporción cada vez mayor de la riqueza nacional) y de la ausencia de igualdad de oportunidades, que implica que los que están más abajo nunca tienen la posibilidad de hacer realidad su potencial.
El falso capitalismo que ha surgido en Estados Unidos y algunos otros países es el producto previsible y previsto de una democracia fallada que permite a la desigualdad económica traducirse con facilidad en desigualdad política, en un círculo vicioso en el cual un aumento de una forma de desigualdad exacerba la otra.
El principal reto que enfrentará la economía mundial en las próximas décadas va más allá de moderar los excesos de la economía de mercado, y consiste entre otras cosas en evitar la toma de riesgos excesiva, los préstamos abusivos y la manipulación del mercado que tan claramente manifestaron las instituciones financieras en los últimos años.
Implica hacer que los mercados funcionen como deberían: con una competencia fuerte que impulse una innovación que mejore los niveles de vida, no el tipo de innovación centrada en cómo hacerse con una proporción más grande del ingreso nacional y evitar regulaciones concebidas para que la economía funcione bien.
Implica asegurar no solo un crecimiento económico vigoroso sino también una prosperidad común.
Implica velar por que la economía esté al servicio de la sociedad, y no al revés. Cuando los “avances” económicos —ya sea la globalización o la creación del euro— implican fuertes recortes de los sueldos o las prestaciones públicas para amplias franjas de la sociedad, tenemos que preguntarnos si estamos confundiendo los medios con los fines.
Y el principal reto que enfrenta el sistema político a nivel mundial es asegurar que los procesos democráticos representen verdaderamente los intereses del ciudadano de a pie. Quebrantar el poder que tiene el dinero en la política no será fácil.
Pero si no lo hacemos, afrontaremos decepciones en nuestras economías y nuestras democracias.

1 comment for “Lo que se avecina. 5- Desigualdad

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.