La supuesta neutralidad política

La supuesta neutralidad política
Por: Francisco Quintanilla

Hay cinco presupuestos fundamentales desde los cuales ineludiblemente se debe analizar la naturaleza del ser humano, presupuestos que derivan de planteamientos de pensadores tales como Aristóteles, Marx, Ignacio Ellacuría e Ignacio Martín Baró. Estos presupuestos al mismo tiempo constituyen cinco dimensiones del ser humano, que no se refieren a las dimensiones de la materia a las que hacen alusión los genios de las ciencias físicas como Albert Einstein.
El primer presupuesto, es que el ser humano es un ser social por naturaleza. Que el ser humano sea un ser social por naturaleza significa, que el ser humano existe, se forma y se desarrolla dentro de la sociedad humana, fuera de esta sociedad no existe ningún ser humano como tal, es decir, es en la sociedad humana donde cada generación de individuos nacidos de humanos aprenden a pensar, a sentir, a actuar, a hablar, etc. como seres humanos, fuera de la sociedad humana, no serían tales.
El segundo presupuesto que está directamente vinculado con el primero, es que le guste o no, tenga conciencia o no el ser humano, es un animal político (Zóon politikón), este presupuesto deriva de la idea griega, de que la política es una forma de relación que el ser humano convertido en ciudadano establece con la polis, es decir, con la ciudad o con el Estado. Entonces inevitablemente, el ser humano incluso antes de convertirse en ciudadano ya establece relaciones con la ciudad en la cual nace. En esta relación, el ser humano procura de una u otra forma satisfacer sus necesidades, orientado conscientemente o no por un proyecto de vida, por un proyecto de relación con la ciudad, con el Estado, con los demás seres humanos que también se relaciona con esa ciudad, con ese Estado.
En función de lo anterior, todos los seres humanos son en su dimensión relacional con los demás seres humanos, seres políticos, de tal forma que es una falacia tan enorme como el universo mismo en su infinitud, que algunas personas, difundan que los seres humanos son y deben ser seres apolíticos o políticamente neutros.
La supuesta neutralidad política, desde su propia naturaleza ya es una opción política, que refleja o expresa una forma de relación con los demás seres humanos, que caracteriza a quienes la promueven y a su séquito, ante todo por su serpenteo de su pensamiento, de sus acciones y de su “moral”, son personas que en su serpentear van donde sopla el viento de los más poderosos, a donde se mueven las olas del mar, para ir en cada momento sacando raja política que les permita egoístamente satisfacer sus necesidades acosta de la venta de su dignidad -si es que la tienen- como también a costa de manipular a las masas y encubrir la realidad, a costa de vendarle los ojos a cuantos les rodean, para que no puedan ver y descubrir la verdadera realidad.
A ese fenómeno de encubrimiento de la realidad a que recurren los promotores de la neutralidad política y su séquito de monigotes, Ignacio Ellacuría e Ignacio Martín Baró le denominaron Ideologización.
Ante esos procesos ideologizadores, encubridores de la realidad a que recurren los promotores de la neutralidad política del ser humano, Ellacuría y Baró propusieron los procesos desideologizadores, que permitan no sólo descubrir la realidad en su justa dimensión, sino que también combatir a los que encubren adrede la realidad con el antifaz de su supuesta neutralidad política.
El tercer presupuesto, vinculado con los anteriores, es que todo ser humano, le guste o no, tenga conciencia o no ha asimilado a lo largo de su vida y de su existencia una ideología, es decir, una concepción de la vida y del mundo. Esta ideología no es una producción genética, no es transmitida genéticamente de padres a hijos sino una producción social e histórica, la cual como dijo Marx, es impuesta en cada periodo por la clase social dominante.
Por lo tanto, cada ser humano en su dimensión social expresa y desarrolla simultáneamente su dimensión política, que como ya se dijo es una forma de relacionarse con la ciudad, con la sociedad, con el Estado. En esta forma de relación entre el individuo, entre el ser humano y el Estado, media un prisma, que es la ideología. En este sentido, si la política es una forma de relación, la ideología es una forma de prisma que condiciona la percepción de la realidad, que condiciona en gran medida la forma como se relaciona políticamente el ser humano con todos sus intereses de clase. Es por esta razón que Marx, concebía la ideología como una falsa consciencia en la que se presenta una imagen que no corresponde a la realidad a la que encubre y justifica a partir de los intereses de la clase social dominante.
En esa definición de ideología, se destacan tres elementos: uno que es una falsa conciencia, ya que es una imagen que va no de la realidad a la conciencia de la gente de la clase dominada, sino de los intereses de la clase dominante a la subjetividad de la gente de la clase dominada; también se puede destacar los procesos ideologizadores, es decir, encubridores de la realidad real por parte de la clase dominante, y tres la ideología es un fenómeno subjetivo impuesto históricamente por la clase dominante a la clase dominada.
El cuarto presupuesto, vinculado con los tres presupuestos anteriores, le guste o no, tenga conciencia o no el ser humano, es que es un ser clasado, es decir, desde su nacimiento e incluso desde antes de nacer, pertenece a una clase social.
Perteneciendo a una clase social, el ser humano ha aprendido a relacionarse como dirían los griegos con la ciudad, con el estado, con la sociedad, con las demás personas, por lo tanto, es un ser político, y que en su politicidad media su percepción con un prisma de diferentes colores, llamado ideología, y que esta ideología según Marx, es la ideología oficial impuesta en cada momento histórico por la clase social dominante. Por lo tanto, sólo en la mente perversa de los promotores de la neutralidad política –algunos con conciencia y otros monigotes sin conciencia- puede existir un ser apolítico, sin ideología y sin clase social.
De hecho, estas cuatro dimensiones consustanciales al ser humano inevitablemente se ven englobadas por una quinta dimensión que al mismo tiempo es un presupuesto, como es la dimensión histórica. El ser humano haciendo historia se produce a sí mismo históricamente, y en su opcionalidad diría Ellacuría tiene la posibilidad de saltar de ser un sujeto histórico a un sujeto de la historia. Sujeto que a la vez es social, político, ideológico, clasado e histórico.
Sujeto de la historia que al procesar la relación entre lo objetivo y lo subjetivo, no se queda cruzado de brazos, como lo hace el sujeto histórico, sino que decide actuar sobre la realidad histórica y social para transformarla en su radicalidad, en su profundidad estructural, actuando como un todo en sus cinco dimensiones: social, político, ideológico, clasado e histórico.
Para cerrar esta breve reflexión, se concibe que el ser humano individual o grupal actuando como un todo, en sus cinco dimensiones, tiene la opcionalidad de ser apartidario (que ya es una decisión política), pero no puede ser apolítico o políticamente neutro, en este sentido ni el ser humano como tampoco su producción humana -material y sobretodo espiritual- no están libres de los valores y concepciones políticas, ideológicas y de clase social.
No existe ser humano individual o grupal, ni institución alguna que sea apolítica, ni siquiera en la imaginación, ya que la imaginación misma, se produce en la relación del ser humano con la realidad en general y con la realidad social e histórica en particular, por lo que ella misma está cargada de lo político, tenga conciencia o no de ello el ser humano.

Centroamérica, El Salvador, 28 de febrero de 2018.

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