La revuelta autentícidad cubana. Parte 2

Convertir el sentimiento en conciencia o fracasar

José Antonio Vera (especial para ARGENPRESS.info)
Enviado By BetotroniK

Cuba3 El pueblo cubano aprendió a resistir al imperialismo mucho antes al primero de enero de 1959, y esa actitud se expresaba a través de un tejido social formado de corporativismo familiar y sectorial, de un sociologismo que, por décadas, fungió de arma de defensa a los abusos de los capitalistas estadounidenses.

Una sencilla lectura a la excelsa y frondosa producción de sociólogos y pensadores, de origen burgués o de la clase media alta, casos de Juan Marinelo, José Antonio Portuondo, Alejo Carpentier o Nicolás Guillén, por nombrar sólo algunos, da la pauta de la extensión del repudio popular de entonces a los “yanquis”.

Instalada la revolución, la población fue sometida a un acelerado aprendizaje de varias lecciones nuevas que, sin dudas, en medio siglo han forjado una profunda transformación del pensamiento personal y de la cultura nacional, pero la vieja relación de socios, como otros hábitos con profundas raíces en la sociedad, han sido difíciles de extirpar.

Durante el medio siglo, esas costumbres siempre han provocado problemas graves en la disciplina requerida por la revolución, lo cual, en parte, explicaría la reciente decisión del Partido Comunista de iniciar una campaña masiva de reeducación, aplicando medidas de oxigenación a los efectos de evitar que se continúe contaminando los fundamentos de la construcción socialista.

La población, que “ha recibido con mucha comprensión la medida”, según el Embajador Gómez, está aprendiendo esa lección, consciente de que no se puede defender lo indefendible, como es la displicencia laboral y los acomodos entre compañeros, porque ello genera irresponsabilidad, vagancia y también corrupción, al extremo de provocar desviación de orientaciones y el abuso de la generosidad ideológica, llegando a confundir solidaridad estatal por paternalismo.

Experiencias no muy lejanas advierten que una insurrección social se convierte en una revolución auténtica cuando en la prosecución de su desarrollo es leal al objetivo fijado en su arranque, y si es capaz de mantenerse en pie avanzando, valorando con humildad los aciertos y analizando con valentía los errores, pero si se estanca y se paraliza, se cae, igual que una motocicleta.

Errores y fracasos pasados, en ocasiones son una buena excusa de ciertos dirigentes para intentar justificar la pérdida de impulso, aunque su afloje, por lo general, termine en el abandono de principios y la capitulación, sepultando la estructura misma construida con innúmeros sacrificios por los pueblos.

Algo similar ocurrió en el mal llamado socialismo del este europeo, que por vías de la prostitución de la mayor parte de sus dirigentes, enterró la heroica revolución bolchevique de 1917, en una regalía al principal enemigo del bienestar humano, jamás imaginada por los ideólogos del sistema capitalista.

Cuba, mucho más abierta al mundo, con una conducción política notablemente diferente, de nuevo parece salir al paso a sus errores, equivocaciones y debilidades internas, y lanza una innovación en sus métodos de trabajo que compromete a sus 11 millones de habitantes y deberá abarcar los 110 mil kilómetros cuadrados de superficie de la isla.

Diversas corrientes de politología y medios de comunicación, tanto en Estados Unidos como en Europa, además de sus amanuenses latinoamericanos, entienden que esta nueva política de La Habana, representa la fase final del modelo social cubano.

Es juicioso recordarles, sin embargo, que la defunción ha sido anunciada muchas veces por los mismos voceros, contestes en dar por muerto a Fidel en diversas ocasiones, como tiempo atrás lo habían hecho con el CHE, tres años antes de ser asesinado por la CIA en Bolivia.

Críticas más, críticas menos, reniegos, condenas, responsables, sanas, positivas en muchos casos y años, frente a una inmisericorde campaña sistemática enemiga, jalonan medio siglo de revolución, con notables altibajos, pero con una innegable y reconocida consecuencia en varios temas, que constituye un mérito innegable.

Cubanos y algunos organismos internacionales no dudan en calificar al bloqueo de genocida, y la dirección comunista, en un intento por disminuir sus efectos al interior del país, ha decidido una rectificación que la población recibe con preocupación, en medio de muchas dificultades materiales, reconoce el Embajador Gómez González.

La crisis financiera del capitalismo, que permanece y, en ciertos casos se agrava, también nos afecta, porque vendemos y compramos mercaderías en el extranjero, y el embargo y todas sus medidas colaterales, ejerce a su vez un predominio salvaje sobre las relaciones de empresas privadas y organismos internacionales con Cuba.

No obstante, dice con orgullo el diplomático, de vasta experiencia en todos los continentes, “la revolución sigue en pie y entera, confiada en continuar profundizando las medidas que, cada día, hacen posible la construcción de una sociedad más humana”.

El derrumbe del campo socialista europeo, causó un violento impacto en la vida cubana, con un PIB que en 1992, cuando se hundió la URSS, cayó 34 por ciento, acompañado de una tremenda ofensiva de los países capitalistas que aprovecharon el debilitamiento de nuestra economía para asestarnos golpes por todos lados.

Nuestra primera respuesta fue resistir al dislocamiento de la Unión Soviética y a sus nefastos efectos sobre el país. En esas circunstancias tremendamente difíciles, la revolución se sostuvo por la entereza y convicción del pueblo, y la decisión de hacer más efectiva y racional la política económica, lo cual es evidente que se consiguió sólo parcialmente.

También es cierto que hace apenas dos años, tres huracanes, uno tras otro, provocaron pérdidas a Cuba por 20 mil millones de dólares, y aún el país no puede recuperarse, con todas las víctimas atendidas por el Estado hasta hoy, muy diferente a la situación que sufre la abandonada población de Nueva Orleans, tras el pasaje de Katrina, en territorio de la mayor potencia mundial.

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