La realidad de la esperanza y la esperanza de la realidad

 

Por: Francisco Quintanilla

La palabra esperanza viene del latín sperare (que significa lo mismo: “tener esperanza”) y esta de spes que significa literalmente esperar. Muchas personas conciben que la esperanza es como una especie de utopía que simplemente se espera que se realice algún día, más temprano que tarde.

En la medida, que reduzcan la esperanza al mero hecho de esperar que algún día la esperanza se vuelva realidad, en esa medida como sujeto esperador, se reduce el mismo a un sujeto pasivo, que entrega su destino al proceso de la esperanza, como si fuera una fuerza independiente de su accionar, al estilo del espíritu absoluto de Hegel, el cual se desarrolla en la historia individual y grupal. Es la esperanza como fuerza independiente de la fuerza del mismo sujeto individual o grupal quien toma sobre sus manos el destino de las personas y de los pueblos.

Desde interpretaciones filosóficas como las de Sócrates, Platón, San Agustín, Descartes, Kant, entre otros, la esperanza sería algo que parte de la subjetividad misma del individuo y tiene su asidero y su realización en el mismo individuo con independencia de la dinámica de la realidad externa. La esperanza seria como una especie fenómeno que ocurre en la subjetividad de las personas. Es un fenómeno propio de los seres humanos, sólo ellos a diferencia de los demás animales esperan que algo se realice con el transcurrir del tiempo en un espacio determinado.

Para los empirista como Hume y Locke, la esperanza sería una especie de experiencia que ocurre en la conciencia en la medida que ocurre en la acción, pero esta acción viene del mundo externo hacia el sujeto. El sujeto es una especie de espejo que pasivamente refleja que la esperanza derivada del mudo externo se refleje en él.

Tanto para idealistas de diferente estirpe como para los empiristas, desde diferentes perspectivas, el sujeto asume una actitud pasiva ante el fenómeno de la esperanza, lo que los diferencia es cuál es el origen de la esperanza, en los primeros, su origen es interno, en los segundos su origen es externo.

Fenómeno similar ocurre al interior del mundo de los que pertenecen a una determinada religión, y en concreto de la religión cristiana. La forma como se concibe la esperanza está amarrada a la forma como conciben a Dios.

Si un cristiano o alguien que se concibe cristiano, tiene un concepto de Dios como alguien a quien se le pide todo, como alguien a quien se le pide que le resuelva todo, entonces la esperanza sería nada más un esperar de parte del ser humano de que Dios le conceda lo que le ha pedido. El sujeto desde y bajo esta perspectiva, se convierte por decisión propia en un sujeto pasivo, que su papel consiste nada más en un esperar.

Por el contrario, si alguien que asiste a una iglesia cristiana o católico – cristiana, tiene un concepto de Dios no como alguien que les resuelve todo, sino como un ser sobrenatural que nada más los ilumina en su razón y en su capacidad de razonar, para que con su razón y razonamiento actué sobre la realidad externa y sobre sí mismo, en aras de que la esperanza vaya cobrando realidad en el tiempo y en el espacio, entonces, el ser humano, va saltando progresivamente de ser un cristiano pasivo a un cristiano más activo, orientado por la sentencia “A Dios rogando y con el mazo dando”.

Entre idealistas, concepciones cristianas y empiristas se encuentran la concepción materialista dialéctica, sobre todo con los aportes históricos de Marx y Engels. Dentro de sus aportes, se destacan para el caso, el haber subrayado la importancia que cobra el factor subjetivo sobre todos los aspectos de la sociedad, es decir, el haber destacado, la capacidad que tiene el ser humano de transformar la realidad que le circunda, pero también, reconocer que la realidad actúa sobre el ser humano.

Desde la perspectiva materialista dialéctica, no sólo la realidad actúa sobre el hombre, sino que también ésta actúa sobre el hombre, es decir, tanto realidad externa como ser humano, juegan un papel activo. La esperanza en este sentido, desde esta concepción, es un fenómeno, cuyo origen no está sólo en la subjetividad del ser humano, ni tampoco sólo en la dinámica de la realdad externa, sino que se origina en la interacción dinámica, entre el ser humano y la realidad externa en todas sus formas de expresión: económica, social, política, cultural, militar, ecológica, etc.

En esta relación entre realidad y ser humano, entre lo objetivo y lo subjetivo, es válido, para entender el fenómeno de la esperanza, recurrir a un planteamiento de origen Marxista, hecho por un sacerdote Jesuita, Ignacio Ellacurïa, de que cuando lo objetivo se impone a lo subjetivo, es decir, que cuando la dinámica de la realidad externa se impone a la actividad del sujeto, se cae en un estancamiento, pero cuando lo subjetivo se impone a lo objetivo, es decir, que cuando la actividad del sujeto se impone a la dinámica de la realidad, se producen los cambios revolucionarios.

Desde esta perspectiva, la esperanza se activa, cuando el sujeto individual y grupal, actúan sobre la realidad para transformarla y ponerla al servicio de la humanidad, por el contrario la esperanza se congela, se petrifica, cuando es únicamente la realidad quien actúa sobre el ser humano, y este último se vuelve sólo un espectador de lo que acontece a su alrededor.

El sujeto pasivo, en este sentido se recarga sobre los hombres de la historia, es ésta quien determina la dinámica de la esperanza del primero; por el contrario, el sujeto activo, es el que se encarga de la historia, cargando sobre sus hombros la dinámica de esta última, así como de la esperanza de revertir el sentido de la historia que vaya posibilitando mayores dosis de liberación y de libertad de toda la humanidad.

Una interpretación mecanicista de la concepción Marxista, llevó a varios movimientos “revolucionarios”, a caer en una actitud pasiva ante la dinámica de la realidad nacional e internacional. Esta interpretación mecanicista de esta concepción, quedaba en evidencia, en la interpretación equivocada de la relación entre las necesidades y las posibilidades, afirmando en no pocas ocasiones, que actuarían sobre la realidad, hasta que las posibilidades estuvieran dadas, se olvidaban, que las posibilidades, no caen del cielo como un mana, sino que las posibilidades el ser humano las crea con su accionar sobre la realidad.

Sólo la interpretación correcta del marxismo, puede llevar a entender que la esperanza es una posibilidad, que se construye paso a paso, no es algo que se espera pasivamente que ocurra, porque si se espera, los encargados del mal estructural, que si son sujetos activos, muy activos, continuaran impidiendo que la esperanza de los pueblos, de los más excluidos sea algún día realidad.

Hay que tomar en cuenta, también, que la esperanza con su dinamismo, y con el dinamismo que el ser humano le imprime y debe imprimirle para que algún día, más temprano que tarde sea una realidad, va precedida por otro fenómeno que también es activo y no pasivo, como es la creencia.

El ser humano individual y grupal, la humanidad entera, no puede construir esperanza, si no cree, aún en las adversidades más grandes, que un mundo distinto es posible. Si la humanidad, no cree que un mundo distinto es posible, la esperanza, y junto con ella la humanidad entera estaría absolutamente muerta.

De hecho, los grandes poderes estructurales como también los malos hijos, los torcidos hijos de los procesos revolucionarios, han llevado a buena parte de la humanidad a que caiga en un estado de postración, a un estado de incredulidad profunda de que un mundo distinto es posible, al ver como los poderes más poderosos eliminan rápidamente o a pausas a millones de personas, a los más excluidos por medio de bombardeos indiscriminados en países como los del medio oriente, o de enfermedades curables o de laboratorio en los países más pobres de África, de asía o de América, o como millones de personas mueren de hambre, de frio, etc.

Como he planteado en otros documentos, los más poderosos de este mundo, también recurren a la tecnología más avanzada del consumo, para matar la creencia y por tanto la esperanza en buena parte de la juventud actual, de que un mundo distinto es posible aun en las adversidades más grandes como las que se está viviendo actualmente la humanidad.

La realidad de la esperanza, es que en la actualidad está casi totalmente muerta, ya buena parte de la humanidad, ni siquiera espera pasivamente de que un mundo distinto sea posible con el transcurrir del tiempo, ya no cree en nada ni en nadie, al ver a los renglones torcidos de la revolución, quienes se encargaron de sembrar, no esperanza, sino una estaca en el corazón latiente de la creencia y de la esperanza de un mundo donde la verdad estructural, la justicia social y la libertad impere en la vida de la humanidad entera.

Pero frente a la realidad de la esperanza se encuentra la esperanza de la realidad, la cual radica en que el otro sector de la humanidad que aún a pesar de la profundas adversidades antihumanas que los poderes más poderosos le van plateando, todavía cree y todavía tiene esperanza activa revolucionaria de que actuando sobre esas adversidades, la verdad terminará imponiéndose sobre la mentira, la libertad sobre la esclavitud, la justicia social sobre la injusticia, la vida sobre la muerte.

Para que esto ocurra, no debe olvidar ese sector de la humanidad, que no es poco, que como en la parábola del Sembrador, se necesita de tres cosas para que la esperanza nazca, crezca y de sus frutos para toda la humanidad y sobre todo para los más excluidos: de una buena mano, de una mano revolucionaria que siembre la semilla de la esperanza, segundo, de una buena semilla teñida de creencia de que un mundo distinto es posible y tercero de un suelo fértil de creencias en que un día más cercano que lejano, las futuras generaciones irán disfrutando activamente y progresivamente de los frutos de los esfuerzos revolucionarios de generaciones pasadas como de sus propios esfuerzos.

Para cerrar con esta reflexión, la cierro con la siguiente idea, la cual no está libre de conceptos del consumo, pero intento revertir su significado consumista:

“No se puede desear feliz navidad, sino se ha participado en la construcción de una año próspero para todos, donde la comida, el vestuario, la vivienda, la educación, la salud y el trabajo de calidad llegue a todas las mesas de los empobrecidos, pero también donde la justicia llegue a las mesa de los enriquecidos, porque si esto no es así, el término feliz navidad y un próspero año nuevo no es más que una quimera de las más ofensivas para los más excluidos de esta tierra, es una esperanza no sólo muerta, sino que asesina de las ilusiones más sentidas de la humanidad”.

El Salvador, Centroamérica 26 de diciembre de 2016.

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