La Psicología del Poder. Parte 3

Continuación…

pensador

Por: Francisco Quintanilla

En este enfrentamiento de la psicología de la clase dominante con la psicología de la clase dominada, debe ser objeto de análisis y de valoración de la piscología del poder, el poder de la psicología, que más bien es poder de los que utilizan la psicología para dominar o para contribuir a liberarse y a la liberación de las mayorías empobrecidas.

En esta valoración, es imprescindible denotar y desvelar que las minorías dominantes hacen uso de una mezcla diabólica de la teoría psicoanalítica y conductista para dominar y esclavizar aun más a los dominados, por una parte bajo el precepto que una persona que se autorrealiza desde la teoría psicoanalítica, es aquella que se concentra en que la forma apropiada y perfecta de vida, es la que se basa en una vida sodómica, es decir, que sus criterios fundamentales son comer, beber, dormir y tener sexo, no dándole cabida ni al pensar ni al trabajar y por otra, de que el conductismo al concebir que al ser humano individual y grupal se les puede convertir en una maquina programable, lleva a que los que tienen el poder económico, político, social y militar, vean en la educación en todas sus formas de expresión: formal, informal y no formal, la herramienta por excelencia que al cargarla de sexualidad, consumismo y estilos de vida estereotipados pequeños burgueses, puedan dominar a los dominados, sin que estos se den cuenta que han sido reducidos a una cosa, a una mercancía, que no piensan críticamente, ni que tampoco tienen capacidad de resistir a los encantos del sistema y que cuando considere que ya no les son útiles los desechará, y que siendo desechados, no se den cuenta que han aprendido a ver la realidad con los ojos de los opresores.

Con el sexo y el consumismo utilizados como refuerzo y castigo (psicoanálisis y conductismo), las minorías dominantes doblegan y controlan a las mayorías explotadas; las explotan pero las mantiene felices y contentas.

En otros casos, la clase dominante recurre al poder de la psicología humanista, para permitir que los dominados impulsen algunos cambios en la sociedad y en su estilo de vida, pero estos cambios son de tipo reformistas, es decir, permitir que algo cambie, pero para que nada de lo esencial de una organización económica y social cambie.

Frente a este tipo de poder de la psicología utilizada por las minorías explotadoras, se encuentra el poder del tipo de psicología del que hacen uso aquellos que deciden tomar las riendas de la liberación histórica, el poder de la psicología dialéctica e histórica.

El poder de este tipo de psicología, permite que aquellos que durante décadas y de siglos heredados de opresión, decidan sublevarse, decidan recuperar su conciencia por muchísimos años vilipendiada, decidan echarse sobre sus hombros como sujetos históricos el proceso de liberación, que cada vez es más difícil y complicado por la mayor capacidad y poder que el desarrollo tecnológico y científico les ha dado y producido a las minorías explotadoras.

La psicología dialéctico materialista al insertarse y desarrollarse en los escenarios latinoamericanos, sobre todo en el escenario de los empobrecidos adquirió su propia identidad y su propio propósito, se convirtió sobre todo en las décadas de los 70 y 80 del siglo veinte, en una psicología de la liberación, en una psicología que tenía como tarea fundamental producir conocimientos participativamente, pero que el producir conocimientos no fuera una finalidad en si misma, sino producir conocimientos para que las mayorías empobrecidas fueran capaces, en primer lugar de develar las entrañas del mundo de la opresión y en un segundo momento, se comprometieran con el poder de esa psicología encarnada en su praxis, con la transformación de ese mundo injusto en un mundo donde se privilegiara el desarrollo potencial libre y liberador de todos los humanos y de todo lo humano; sin embargo, a inicios de la década de los 90 de ese mismo siglo, los movimientos liberadores en América Latina decaen y se cae en un conformismo y en una renuncia a la liberación, la psicología del poder del imperio se recompone y se impone, teniendo la habilidad de comprar las conciencias de algunos lideres que en el pasado se habían convertido en íconos de los procesos revolucionarios y en modelos para los movimientos de empobrecidos que luchaban por liberarse, como sucedió en El Salvador; los movimientos liberadores inspirados en una psicología de la liberación, dejan el camino de ser sujetos históricos para caer de nuevo en el estado de ser sujetos de la historia, ser sujetos pasivos, que acatan sin ninguna criticidad y creatividad, los dictámenes de los que tienen el poder económico, político y militar que cada vez son más ricos y más poderosos.

Sin embargo, a finales de la década de los 90 del siglo veinte, con el resurgimiento de las aspiraciones libertarias de Simón Bolívar, encarnadas en los movimientos organizacionales comandados por Hugo Chávez Frías, actual Presidente de Venezuela, se comienza de nuevo a reactivar en América Latina y sobre todo en América del Sur las aspiraciones de transformar radicalmente el mundo de la opresión, olas transformadoras que exigen de la psicología y de los psicólogos(as) contribuir desde su especificidad, a combatir a las psicologías de la opresión, aquellas psicologías y corrientes psicológicas que se han puesto al servicio de los grandes capitalistas; capitalistas que no pocas veces han tipificado al presidente Venezolano como loco, queriendo con esta categorización, al igual que fue tratado Jesucristo, de desacreditar sus aspiraciones libertarias, ya que a un loco no sólo no se la hace caso, sino que también se le debe aplicar una psicoterapia que lo lleve a aceptar pasivamente ese mundo de lo injusto y que lo aprenda a ver como justo y como necesario.

Las nuevas generaciones de psicólogos(as) deberían trabajar por construir una psicología que contribuya desde su especificidad a transformar la subjetividad social de los pueblos latinoamericanos, tan profundamente alienada y separada de su cruda realidad, de tal forma que simultáneamente transformada, puedan estos pueblos recuperar su conciencia, su necesidad y su capacidad de subvertir este orden mundial capitalista neoliberal, que ha puesto a este mundo al filo de la destrucción total.

Para terminar con esta reflexión se plantea, por una parte, que al hablar del poder que tiene la psicología, no se puede hablar en abstracto, ya que la psicología existe porque hay quienes la producen y la usan para uno u otro propósito, ya sea para contribuir desde su situación a la liberación progresiva de la humanidad de lo que la oprime o contribuir a una mayor opresión y esclavización de la misma, y por otra parte, a que la psicología del poder que teoriza sobre este fenómeno en general y sobre el poder que tiene la psicología en particular, debe encaminarse desde los escenarios latinoamericanos a impulsar el desarrollo de una psicología que retome y avance en las raíces de la sociología, de la pedagogía, de la teología y la psicología de la liberación, perdidas y abandonadas a inicios de la década de los 90 del siglo veinte, por supuesto nutrida por las olas que derivan de los movimientos libertarios de varios países suramericanos como Venezuela hoy en pleno siglo XXI.

El Salvador, 10 de octubre de 2012.



 

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