El significado de la vida

A Godofredo Larios
In Memorian

Mucho he pensado en lo inverosimil que se siente el trascender de las cosas en un forma a la que podamos llamar inexperta o superficial del devenir de la vida. En lo que cuentan estas cosas son las indagaciones o los temas inscritos en la inquietud de las añoranzas infantiles y de las desaveniencias juveniles. Todo ello debido a la gran cantidad de sustentaciones que esta adquiere cuando la llamamos a si misma. Cuando aplicarse la cosa en si misma inquieta, y siempre y cuando el hombre se contradiga a si mismo siendo esto un intento por paliar las añoranzas de los dias en que no sabemos cual es la práctica anterior a la conclusión de direcciones intrinsecas al hombre y de las cuales nacen sus aficiones que por falta de franqueza con uno mismo lo llevan a la autodestrucción. Asi convergen los distintos puntos de validez de las anteriores contradicciones en los que prácticamente nada aclaramos la mente y mas bien ahuyentamos la espiritualidad, y que el verse en razón vista, considerados desde cualquier angulo. De esto nacen las diferentes determinaciones de «razón de vida» y «razón última». Eso es lo que enmiendan los saberes agotadores de la vida práctica y se enmarca por encima de todos los proyectos que hace de la vida una santa facticidad de secuencias ante la sintonia vivencial de lo epocal mismo. De lo que nos inquiere y nos ajusta a su justa justificación.

No seguir estos sentidos de mansedumbre hace tanto al conocedor como al lego o carente de conocimiento, iguales. El conocimiento y la ciencia estricta tienen poco que decir en el abdicar de la muerte, solo la fe tiene las intenciones que alargan el pensamiento como una «fenomenología de la intemperie». Esto se sigue del paso que da el estupor de la vida misma, como cuando uno habla de cuestiones vivenciales en las que nada queda resuelto, menos en lo que  respecta al sentido de lo social por lo carencial mismo del drama de la vida en que nos encontramos en los paises pobres en los que vivimos. Aqui no se practica el sentido de la verdad ante todo sino mas bien el engaño, el fraude, sino asimismo las mascaras ocultas de un hacer conjetural y prosaico que solo deja dividendos no importa a quien, pero que no toman en cuenta el daño.

En todo ello no hay sino una honda preocupación por si los hombres de alguna manera agostan la uniformidad de la idea, dando un parecer asi claro y conjunto que valen para lo sempiterno de la tradición por lo que todo se da. No es por exagerar pero el concurso de la vida inquieta lleva hasta el mas magnanimo y al que hace alarde de su superación, cosa innegable para la inquietud voraz de la necesidad dada al parecer de lo que esta en uno. Consideremos las cosas como ineficaces y fortalecidas por las inquietudes vacilantes de la criatura particular que es es el ser humano, y que este en su misma conmoción ha de ser un arrepentido de la nada y que se consume en su colera del mal gusto por lo dado, aun cuando esta sea una simple visión dada por nuestra epoca: el centrarse fuera de si mismo. Ello mismo es la conjunción del cuerpo, ya que en este navegamos a largo de nuestras vidas. La confianza en el dada por la salud y la enfermedad nos agitan de manera que solo la confianza en los médicos y la virtud interesada nos llevan a prolongar nuestras vidas mas alla de lo que se espera. Pero es el fuego de la intensa pasión por vivir una de las fortalezas y debilidades.

De esa forma todo lo que se dice que «hay» hay que olvidarlo, para volverse lo circunflejo de la conciencia en sus vías mas arcaicas y de esta forma no caer en el marco desmoronador de la poesía y en la estructural logicidad. A ello apuesto todo el sentido para la vía de la vida, cualquiera sea el significado que le demos, la cual transcurre en acontecer impertinente y arraigado a si mismo. Como la imagen misma del saberse sujeto, y en ese sentido entran todas las concupiscencias a las que nos lleva nuestro placer, aún a pesar de la voluntad misma y de los fuegos internos del devenir en su ser mismo. Lo que hay que esperar es una espera iniciatica «esperanzadora», abierta  al amor.

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