El futuro de la humanidad viaja en cuantos de luz

Por: Francisco Quintanilla

En 1993 se publicó el libro “Las guerras del futuro” escrito por los esposos Toffler. En este libro, además de plantearse la tesis de que la humanidad puede superar su propia destrucción enfrentando a la actividad de la guerra, acciones de antiguerra, se sostiene que en la medida que se avanza de la primera ola (etapa de la agricultura) a la segunda ola (etapa industrial) y de esta a la tercera ola (etapa tecnológica), las armas y las formas como hacen la guerra los países más poderosos, se vuelven más sofisticados y más aterradoras, todo, con el propósito de apoderarse del mercado internacional.

Alvin y Heidi Toffler (1993) sostienen que: “El problema consiste en que a pesar de estar en los umbrales del siglo XXI y que se podría pensar que avanzamos hacia un mundo sin guerras, lo cierto es que no se vislumbra una situación estable.” (p.208). Esta idea, en la cual señalan, de que en el mundo a pesar de estar cerca del siglo XXI, no se ve un horizonte de seguridad, al contrario el peligro de que la humanidad desaparezca por medio de  guerras mundiales con armas más sofisticadas va en aumento, la complementan con la siguiente idea: “Las esperanzas y el “júbilo insensato” que el fin de la guerra fría produjo en el panorama mundial, no nos puede hacer caer en la tentación de pensar que estamos libres de conflictos, ni que el mero hecho de vivir en estados democráticos nos van a preservar de los horrores de la guerra” (p.208).

Estos horrores de la guerra a que hacen referencia los esposos Toffler, van amarrados su incremento, con el incremento acelerado tanto en cantidad como en calidad destructiva de las armas de guerra, que van desde las armas convencionales hasta las armas bacteriológicas, químicas y ecológicas.

Al respecto los esposos Toffler (1993) sostienen que: “Las innovaciones tecnológicas pasaran por un aumento de la actividad espacial. El espacio se ha convertido para la guerra en una “cuarta dimensión”, ya sea para la detección y vigilancia bélica, como lugar de lanzamiento de armas o para fines pacíficos en la supervisión de acuerdos o tratados” (p.213).

Dentro de las innovaciones a que hacen referencia estos escritores, y que las ubican en lo que llaman la tercera ola, incluyen el empleo de robots con fines militares, así como el uso de armas biológicas, químicas y ecológicas con capacidad de producir todo tipo de catástrofes “naturales” como terremotos, tsunamis, etc. en lugares o regiones determinadas.

El desarrollo de la ciencia y de la tecnología de parte de las grandes potencias económicas del mundo, lamentablemente ha sido orientado en buena parte por fines antihumanos, que a la larga  les faciliten ir obteniendo y teniendo mayores dosis de poder económico, político, militar y cultural.

Esta ambición de apoderarse del mercado nacional e internacional de parte de estas potencias haciendo uso de cualquier tipo de artimañas y de armas como las biológicas y químicas no es nuevo. Galeano (1999) en su espléndido libro “Las venas abiertas de América Latina” plantea que: “Las bacterias y los virus fueron los aliados más eficaces. Los europeos traían consigo como plagas bíblicas, la viruela y el tétanos, varias enfermedades pulmonares, intestinales y veneras, el tracoma, el tifus, la lepra, la fiebre amarilla, las caries que podrían bocas” (p.26).

Vinculada con la anterior idea, Galeano (1999) sostiene que: “Los indios de las Américas sumaban no menos de setenta millones, y quizá más, cuando los conquistadores extranjeros aparecieron en el horizonte; un siglo y medio después se habían reducido, en total a solo tres millones y medio” (p.59).

Esta idea de las armas bacteriológicas, la subraya una vez más Galeano (2015) en otro de sus libros, “Espejos, una historia casi universal”, en el cual plantea que: “Mortífero fue para América, el abrazo de Europa. Murieron nueve de cada diez nativos” (p.123). “Los virus y las bacterias venían, como los conquistadores, desde otras tierras, otras aguas, otros aires; y los indios no tenían defensas contra ese ejército que avanzaba, invisible, tras las tropas” (p.123). 

La reducción espantosa de los nativos de las Américas por parte de los europeos “conquistadores”, su asesinato masivo, que sería considerado en la actualidad como un crimen de lesa humanidad a la enésima potencia, se hizo por medio del uso de sus armas, por medio de la tortura, del hambre, de las enfermedades que trajeron los europeos, y porque los obligaban a que usaran ropas y mantas contaminadas con enfermedades en esta época no curables, como por ejemplo la viruela o la lepra.  

Este uso obligatorio, de ropas y mantas contaminadas, se puede considerar, la antesala intencionada del uso de armas biológicas y químicas para exterminar a los propietarios originales de las tierras de las Américas.

Hegel citado en Galeano (1999): “Habló de la impotencia física y espiritual de América y dijo que los indígenas habían perecido al soplo de Europa” (p. 63). Lo que no digo Hegel, condicionado por su origen y condición de  europeo, que tal soplido no fue un simple soplido sino todo un huracán clase 1 combinado con tsunami y un diluvio, y tampoco dijo que la eliminación de los nativos de las Américas fue de carácter intencional, para expropiarles todas sus propiedades: tierras, piedras preciosas, mujeres, etc. y así dominar la economía mundial.

El uso de diferentes armas desde las convencionales hasta las químico-bilógicas y ecológicas a lo largo de la historia de la humanidad siempre ha estado vinculado con el apoderamiento y dominio del mercado nacional e internacional, y en avanzada hacia el apoderamiento del mercado espacial o sideral.

A partir de esta antesala del uso de armas de todo tipo, permitidas y prohibidas de parte de las potencias más poderosas a nivel mundial, se hace a continuación una valoración de la enfermedad que está azotando cierta parte de la humanidad, y que según las noticias a través de los diferentes medios de “información” va en una expansión acelerada, es decir, del Coronavirus.

En los corrillos, nacionales e internacionales, se ha regado y multiplicado, una información, que puede que sea rumor o que no lo sea, de que dicha enfermedad no es producto de la naturaleza, sino que, es producto de un virus creado en laboratorio. Esta idea, la comentan no sólo personas comunes y corrientes, sino que también profesionales de la medicina, así como analistas políticos.

Las valoraciones las enmarcan en el escenario de la lucha encarnizada que había y que continúa habiendo entre las dos economías más grandes del mundo: entre la estadounidense y la china. Resulta, entonces, sumamente curiosos, que el virus que produce dicha enfermedad se haya iniciado, en China y que hasta ahora ya se expandió a varios países del mundo, cobrando, según noticias oficiales, transmitidas por los diferentes medios de información, arriba de las tres mil víctimas mortales.

La anterior idea, que se trasmite y se comenta a nivel nacional e internacional, no resulta descabellada, si se enmarca, en el futuro que anticiparon los esposos Toffler, en su libro Las guerras del futuro. Ya en el pasado, como lo mencionó Galeano en su libro Las venas abiertas de América Latina, los europeos que vinieron a las tierras americanas, hicieron uso de las armas bacteriológicas para eliminar intencionalmente a millones de nativos, no es de extrañar, por tanto, que un imperio en su afán de ampliar y profundizar su dominio, haga uso de armas de este tipo, para desestabilizar la economía de su máximo contendiente, no importando que ponga en riesgo la vida de toda la humanidad. En riesgo, porque, si el virus que genera el coronavirus fue creado en algún laboratorio, puede ocurrirle a los que financiaron su creación, el fenómeno del bumerán, es decir, que el que tira un bumerán, tiene que tener dos habilidades, saber atrapar el bumerán cuando le retorne o saberse agachar, porque si no, este objeto le cae al mismo que lo tiró. En otras palabras, si este virus fue creado en algún laboratorio, se les puede salir de control, y afectar, también a quien lo creó. 

Por su puesto, la anterior idea, hipótesis o tesis no comprobada, se queda a nivel de simple especulación, ya que es imposible, tener acceso, a semejantes datos científicos, que permita aceptar o rechazar dicha tesis.

Y si no fuera simple especulación, sino que es un hecho de realidad, los científicos o personas que tiene acceso a dicha información, no podrían o no deberían difundir tal información, que sería una información ultra secreta de Estado. De difundirla, correrían el riesgo de ser eliminados o que les pasara por lo menos lo que le sucedió y sucede a Julián Paul Assange  que difundió los archivos secretos Wikileaks.

Esta hipótesis, de que la máxima potencia económica del mundo, fue la que intencionadamente creó en un laboratorio el virus que produce la enfermedad del Coronavirus, perfectamente, puede ser acompañada de una segunda hipótesis o tesis no comprobada, como es que la enfermedad del coronavirus, fue utilizada no sólo para desestabilizar la economía de China, sino que también para reducir la población, es decir, se ha utilizado como una medida para controlar la natalidad, no sólo de China sino del mundo entero.

La idea del control de la natalidad, quedó brillantemente expuesta e ilustrada en una película estadounidense dirigida por Richard Fleischer, llamada: Cuando el destino nos alcance, la cual fue exhibida por primera vez en 1973, y en la cual, se exponen las consecuencias de vivir en un mundo superpoblado y la necesidad imperiosa de regular la natalidad mundial.

La regulación, control de la natalidad o su reducción, que es la idea principal de esta película, encuentra su fundamento en los planteamientos hechos en el siglo XIX por el filósofo y clérigo anglicano Tomas Malthus, en un ensayo titulado: “Sobre el principio de la población”, cuya tesis fundamental es que la población crece a nivel geométrico y los alimentos a nivel aritmético, por lo que la población siempre va a padecer de hambre.

A partir de esta tesis de Malthus, varios gobernantes de los más poderosos de su época como del siglo veinte, asumieron la idea de que era necesario disminuir a toda costa y en forma considerable la población, justificando con esto la idea de las guerras miliares de un pueblo contra otros pueblos, de esta forma las guerras fueron tomadas como una herramienta y estrategia encubierta para disminuir radicalmente la población, y encubierta también porque en última instancia el propósito de una guerra militar es aumentar el poderío económico de la nación triunfadora sobre las naciones derrotadas.

A parte de aclarar, que con el trascurrir de los años y las décadas, el desarrollo científico y tecnológico ha permitido, contrario a lo que pensaba Malthus, un crecimiento geométrico en la producción de alimentos, de bienes y de servicios, el problema es la injusta distribución de los recursos y de la producción, es necesario preguntarse, ¿si la “creación del coronavirus”, es una estrategia para reducir la población? De nuevo, esta segunda tesis, para el que escribe este documento, se queda a nivel de hipótesis, ya que no se tiene acceso a datos que puedan responder a dicha pregunta.

Una tercera tesis o hipótesis que, si es más factible comprobar, es que el coronavirus y su expansión progresiva a nivel mundial, ha fortalecido la economía de una de las grandes empresas a nivel nacional y sobre todo a nivel internacional, es decir, las empresas farmacéuticas.

Las empresas farmacéuticas se están haciendo la de los colochos, con el sufrimiento de millones de personas que progresivamente se van aterrorizando con las noticias acerca de esta enfermedad. Noticias transmitidas por medios de “información” que contradictoriamente a lo que sugieren que la población no debe alarmarse y aterrorizarse, lo que están produciendo estos medios, en la población, son precisamente alarma y terror. Alarma y terror que favorecen sobremanera a las grandes empresas farmacéuticas.

Con respecto a esta hipótesis hay un aspecto que si se puede comprobar y otro que al igual que las dos tesis anteriores resulta muy imposible comprobarlas.

El aspecto comprobable, es el aumento considerable de las ventas de alcohol gel, mascarillas y medicina que tiene que ver con la tos y la gripe que están teniendo las farmacias, tanto a nivel nacional como mundial.

El aspecto que resulta bastante imposible de comprobar, es el hecho, de afirmar, que los propietarios de estas empresas transnacionales, adrede, invierten millones de dólares, para que los científicos no encuentren la cura, ya que esto obliga a la población por una parte, a gastar más en medicinas paliativas, y por otra, es que para estas grandes empresas, es preferible que la población se encuentre en permanente estado de enfermedad, porque así, seguirán gastando en medicinas y tratamientos, lo cual hará que siempre las arcas de los propietarios de estas empresas crezcan enormemente. Es decir, no les importa la vida humana, con tal de que crezca su poderío económico.

Una cuarta tesis, es de que el coronavirus, es producto de un experimento, para estudiar en forma antiética, el comportamiento del virus que produce esta enfermedad en poblaciones humanas completas, tal como, se conoció un caso experimental que fue denunciado en la época del presidente de Guatemala, Álvaro Colom (2008-2012), de que científicos en el campo de la medicina estadounidense, cuarenta o cincuenta años antes, estudiaron en forma antiética e irresponsable el comportamiento del virus de la gonorrea y de la sífilis en organismos humanos. Estos médicos según denuncia, inyectaron el virus que provoca dichas enfermedades venéreas en mil guatemaltecos entre hombres y mujeres para estudiar su comportamiento experimentalmente. La denuncia y demanda hecha a nivel internacional de parte de un país pobre como Guatemala en contra del país más poderoso, Estados Unidos, parece ser que no tuvo eco.

Y una quinta tesis, que es una tesis o hipótesis globalizante o que envuelve  todas las tesis o hipótesis anteriores, es de que el coronavirus, no sólo es una enfermedad que se creó en un laboratorio para desestabilizar la economía de China, sino que también es un experimento para estudiar el comportamiento de dicho virus en organismos humanos, es al mismo tiempo, una herramienta o arma bacteriológica para reducir la población mundial y que a la vez contribuye al fortalecimiento económico de las grandes empresas farmacéuticas internacionales.

De hecho, si cada una de las hipótesis particulares expuestas hasta este momento, resultan bastante complicado comprobarlas, con mucha más razón esta hipótesis que engloba las cuatro hipótesis particulares. Así que se dejan como hipótesis, que ojalá con el trascurrir del tiempo y de las acciones de toda la humanidad, se logre aceptar o rechazar estas hipótesis, ya que está en juego el futuro de la humanidad.

Futuro que, en su juego y relación dinámica con el presente de la humanidad, no es algo, que tiene un contenido predeterminado, no es algo que ya existe en un momento del tiempo, sino que es algo cuyo contenido se expresa, en aspiraciones, metas, utopías científicas, tecnológicas, culturales, sociales, políticas, ecológicas, armamentistas y militares, que buscan dinámicamente, para bien o para mal de la humanidad, realizarse en el presente. En otras palabras, el futuro, es un presente actualizado.

El futuro, en este sentido, se va realizando y presentando como cuantos, como fotones, como paquetes de luz, en el presente, que muchas veces no da luces de ser esperanzador, sino lamentablemente, desilusionador.

Como las desilusiones, y desesperanzas que enfermedades como el coronavirus está provocando en la población mundial, fenómenos de desilusión y de desesperanza que han ido acompañados de sentimientos de terror y de pánico, provocados no sólo por la expansión de esta enfermedad, sino aún más, por otras enfermedades o males sociales que han provocado y continúan provocando más muerte que el mismo coronavirus, tales son los casos  de enfermedades curables y de la pobreza extrema a que millones de personas se ven sometidas en todo el mundo, y que muchos no nos damos cuenta.

Al respecto, las organizaciones como Unicef, el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la División de Población de Naciones Unidas (febrero, 2019) informan que: “Se calculan que 6.3 millones de niños menores de 15 años murieron en 2017 por causas en su mayoría prevenibles. De estos 8,500 niños murieron cada día de desnutrición.

Lo anterior nos indica, que si bien es cierto, hay que preocuparnos preventivamente por los estragos que provoca o está provocando el coronavirus, no hay que caer en pánico, ya que durante muchos años las personas hemos convivido con la muerte aún más masiva provocada por otros males, y ni siquiera nos hemos percatado de ello. Si debe llevarnos, esto lo del coronavirus, a despertar no con pánico sino con solidaridad no sólo con nuestra familia sino también con las decenas de miles de personas que viven en condiciones de extrema pobreza y que el sistema y los más poderosos siempre los han marginado del derecho  a muchos aspectos, dentro de ellos a la salud.

09/03/2020

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