El evangelio según WallStreet.

Por Roberto Savio (*)
El comportamiento de los bancos recuerda a los bailarines del folclore balcánico, que se miran cara a cara, aplaudiéndose, y luego se vuelven de espaldas.

Prestan más dinero del que pueden disponer, a acreedores que no podrán devolverlo, a sabiendas de que para impedir que quiebren y estalle el caos económico, serán rescatados con fondos públicos (de los contribuyentes). Y una vez que los reciben, recomienza el ritual.

Nadie sabe hasta cuando continuará este baile. Lo seguro es que en Europa, la crisis no está en Atenas sino en Bruselas. Los gobiernos de la eurozona aceptaron el ingreso de Grecia a la moneda común sin hacer los controles necesarios pese a las sospechas de que las cifras eran falsas y que Atenas tenía un déficit mucho mayor que el declarado.

Una vez que la verdad salió a la luz, había dos alternativas: aceptar que Grecia está en quiebra, y pasarle la cuenta a todos lo que facilitaron su gigantesco endeudamiento, incluyendo los bancos europeos y norteamericanos, o cargársela a los Estados de la región. Los Estados hacen préstamos monumentales a Grecia para que siga viviendo día a día, sabiendo que nunca podrá devolverlos. En efectos, cuanto más reduce Atemas el gasto social, se reducen los ingresos y baja la ocupación, de manera que los impuestos caen en picada y el déficit se mantiene.

Pero, pase lo que pase, los bancos no se tocan. Se hace todo lo posible para contener los déficit fiscales y evitar que los bonos de la deuda de los países sean descalificados por las agencias certificadoras (Moody’s, Standard&Poor’s, Fitch), las mismas que avalaron la solidez de Wall Street antes del desastre financiero del 2008.

Los déficit fiscales se enfrentan aumentando los déficit sociales: despidiendo decenas de miles de personas, cortando servicios de salud y educación y todas las activades estatales que la moda actual considera que el sector privado puede hacer mejor, más barato, con más ética.

 

Pero basta leer algunos datos recientes para cuestionar la ética del sector privado.

RG Associates, una compañía de investigación independiente de Baltimore examinó las 500 empresas «top» de Standard&Poor’s y comprobó que los sueldos de sus ejecutivos subieron en 2010 un 13,9% por un total de 14.300 millones de dólares, sunma equivalente al producto interno bruto de Tajikistán, que tiene más de siete millones de habitantes.

 

Mientras el valor de mercado de 179 de estas empresas descendió entre 2008 y 2010, sus ejecutivos recibieron aumentos. En el caso de la gran compañía aseguradora Alleghran sus ejecutivos recibieron en promedio 2,6 millones de dólares en salarios netos, equivalentes al 50% de las ganancias de la compañía. Varias empresas pagaron a sus dirigentes sumas superiores a las que habrían correspondido según el valor dle mercado.

Otro dato del que no se habla es el de las ganancias de las empresas norteamericanas realizadas en el exterior y allá estacionadas para no pagar impuestos al repatriarlas. Esas ganancias han sido estimadas en la friolera de 1,5 billones de dólares y las empresas pretenden que en caso de repatriarlas paguen solo 5,25% de impuestos en lugar del 25% correspondiente.

 

Se argumenta que esto representaría 50.000 millones de dólares de ingresos fiscales y que con estos fondos las empresas crearían muchos empleos. Los lobbistas hablan de 400.00 nuevos puestos de trabajo, pero olvidan que gracias a la amnistía del Presidente George W. Bush en 2005 volvieron a Estados Unidos 312.000 millones de dólares de los cuales el 92% fue distribuido entre los accionistas, y muy poco o nada se reinvirtió. Peor aún, las 15 mayores empresas utilizaron estos ingresos para despedir trabajadores, cerrar fábricas, y hacer nuevas operaciones en el exterior a la espera de otra amnistía.

 

Ejemplar es el caso del gigante Farmacéutico Merck, que repatrió 15.900 millones de dólares, y los destinó a cerrar fábricas, dejando a 7.000 dependientes en la calle y trasladando actividades fuera de Estados Unidos.

No obstante, hoy en día la prensa financiera norteamericana insiste en el gran negocio que representaría para el Estado el regreso al suelo patrio de las ganancias de las empresas estadounidenses obtenidas en el exterior. Y no obstante la experiencia de la amnistía de Bush no piden controles sobre su utilización. Solamente -argumentan- un empresario sabe como defender los intereses de su empresa, y esto se revierte en el bien común.

El problema que un observador frió se pone es que Estados Unidos está en una seria crisis financiera. El Congreso y la Casa Blanca están paralizados y no aciertan a dar respuestas a la crisis.

 

Si los empresarios norteamericanos tuvieran la ética que se atribuyen y realmente se interesaran en el bien su propio país, y pagaran sus impuestos sobre ganancias obtenidas en el exterior aceptarían el 25% de ley. Esto, sobre 1,5 billones de dólares, alcanza a 375.000 millones de dólares, una suma que, bien invertida, podría resolver algunos problemas de la economía norteamericana.

En otras palabras: la ética, según Wall Street, es la virtud que coloca la conveniencia de los empresarios por encima de todo otro valor.

 
(*) Roberto Savio, fundador y presidente emérito de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS). Publisher de Other News.

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