De ejércitos, elecciones y construcción de la historia

Creo que a lo largo de toda mi vida he sido un furibundo antimilitarista sin exclusión de tipo u origen ya que igual animadversión siento contra el típico Chafarote prepotente y arrogante que por el guerrillero ideológicamente intransigente.

No me gustan los ejércitos, ni sus armas, ni sus acciones, ni su disciplina, creo que yo hubiese sido el peor soldado o guerrillero de la historia humana, porque soy virtualmente incapaz de seguir consigna sin haberla cuestionado antes, por eso no he militado jamás en un partido político porque tiendo a ser muy relativista en mis convicciones  que están fundamentadas en mi percepción de las cosas, más que en la ideología de una tendencia u otra y al ver como se manejan nuestros distinguidos políticos he preferido no involucrarme en este juego, aunque siempre he participado con mi opinión o con mi voto, pero creo que soy de los pocos salvadoreños que en una elección han votado por partidos diferentes.

Me ha tocado votar por un partido para Diputados y por uno diferente para Alcaldes, incluso de partidos no afines, porque me parecía mejor este candidato para un puesto y uno de tendencia contraria para otro, pero regresando al tema de los ejércitos, me sorprende el caso salvadoreño.

La Fuerza Armada de El Salvador es una institución militar regular con larga tradición castrense que tuvo durante décadas el control político del país, imponiendo una larga lista de Presidentes Militares que mantuvieron un férreo manejo de los Poderes del Estado, sin permitir ningún tipo de participación civil, ni disensión política, mediante brutales acciones represivas que incluyeron cárcel, torturas y asesinatos para todos los que manifestaban su oposición a la virtual dictadura militar que llegó a su fin cuando un grupo de “militares jóvenes” planificó y llevó a cabo un Golpe de Estado que derrocó al General de turno en la presidencia e impuso una junta de gobierno mixta entre civiles y militares, que terminó nombrando, mediante elecciones libres, a presidentes civiles, pero que mantuvieron muchas las políticas y prácticas represoras contra lo que consideraban era un grupo ilegal de subversivos comunistas que había aglutinado a un enorme número de agrupaciones políticas, gremiales, sindicales y culturales, las cuales, habían sufrido en carne propia la represión militar y que habían iniciado un irreversible proceso que los llevó a decantarse por la vía de la lucha armada, terminando por organizarse en el FMLN como una guerrilla beligerante formal, con objetivos militares claros, tomar el poder por la vía militar a través de un proceso insurreccional, que derivó en un largo conflicto militar interno o guerra civil en el cual cada bando tenía como objetivo, aniquilar al otro.

Ambas fracciones estaban bien organizadas, quizá una mejor armada y con más capacidad logística que la otra, pero las dos recibían apoyo del exterior y mantuvieron una larga lucha militar por casi 12 años.

Siendo “enemigos a muerte”, los hilos que conducen la historia y los intereses superiores de quienes la diseñan, los llevaron por el camino del dialogo y la firma de la paz, el cual terminó convirtiendo a la antigua guerrilla marxista, en un partido político que podía participar en el juego electoral y aspirar la obtención de espacios de poder según el sistema político vigente.

El ejército se retiró a sus cuarteles y la ex guerrilla comenzó a sentarse en algunas curules legislativas y en unas pocas sillas edilicias, iniciando una era de participación política para sectores que antes habían estado inhibidos de aspirar a tener una parte de los poderes del estado.

La influencia política del FMLN fue creciendo y consolidándose con el tiempo y casi veinte años después de la firma y aceptación de los Acuerdos de Paz, que pusieron fin al conflicto interno Salvadoreño, el FMLN, ya convertido en una institución cien por ciento política, logró obtener la presidencia de la república con un candidato que no participó directamente en la guerra y que se convirtió automáticamente en el comandante general de la fuerza armada, lo que no representó problema para la institución militar, a pesar de que dicho Presidente representaba a un partido político que en la década de los ochenta había sido su acérrimo enemigo.

Pero la prueba de fuego para la institucionalidad, fue en las recientes elecciones presidenciales en las que el FMLN buscó que su partido continuara en control del Ejecutivo, esta vez llevando como candidato a un personaje salido directamente de las filas guerrilleras, es decir un ex comandante de la guerrilla, representado en Salvador Sánchez Cerén, quien se ha despojado de todo rasgo militar en su forma de hacer política y al que la Fuerza Armada Salvadoreña aceptará como Comandante General de las Fuerzas Armadas según declaraciones del Ministro de la Defensa Nacional al desmentir los llamados al ejército que hiciera el candidato perdedor de la contienda electoral, para que la Fuerza Armada interviniera en las elecciones.

En dicha conferencia de prensa el Ministro de Defensa, Munguía Payés  declaró que con ese llamado del candidato perdedor, Norman Quijano, el partido ARENA parecía desconocer:

“el nivel de profesionalización alcanzado por la institución armada y el mandato de obediencia, apoliticidad y no deliberancia que la Constitución de la República le ordena”.

Ante la insistencia de querer involucrar a la Fuerza Armada en un posible Golpe de Estado el Ministro dijo en conferencia de Prensa:

“…bajo ninguna circunstancia la Fuerza armada se prestara a la manipulación de persona o grupo alguno, que pretenda instrumentalizar o influenciarla para objetivos  que atenten contra la voluntad del pueblo salvadoreño”.

El ministro Munguía Payes reitero además el respeto de la Fuerza Armada de El Salvador, a los resultados electorales con frases como: “Le vamos a ser fiel al Presidente de la Republica que el pueblo elija”  y  “les puedo garantizar la obediencia y el respeto a la institucionalidad de la Fuerza Armada”.

Con esta admirable y profesional posición del Ejército Salvadoreño se garantiza que nuestra patria se encamina por el rumbo de la democracia y la paz, el FMLN ha dejado de lado su pasado guerrillero para convertirse en un actor político y la Fuerza Armada de El Salvador, es consciente de su papel constitucional y garante de la institucionalidad.

Quien parece haber perdido la brújula política es el partido ARENA.

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