¿Control territorial?

El 18 de junio del presente año a escasos días de haber asumido la presidencia de El Salvador, Nayib Bukele anunció parte de su plan de seguridad cuya primera fase se llamaba «Control Territorial» y se iba a enfocar en tres grandes áreas: Control férreo de los centros penales, disminución o interrupción de la extorsión como financiamiento al crimen organizado y el fortalecimiento de los cuerpos de seguridad, comenzando con doce municipios, .San Salvador, Mejicanos, Apopa, Soyapango, Ilopango, San Martín, Santa Tecla, Colón, San Marcos, Ciudad Delgado, San Miguel y Santa Ana.
Las primeras medidas replicaron algo parecido a los tristemente famosos planes «Mano Dura» de las administraciones Areneras, con cuerpos de seguridad y de defensa nacional en las calles, capturas casi masivas de presuntos pandilleros y traslados de reos entre los diversos penales para cortar la supuesta comunicación de los cabecilla presos con los miembros de maras que operan todavía en libertad.
La diferencia es que el tiempo en que estas medidas se ha mantenido es mayor, pero eso significa un coste económico que hay que cubrir y ahí comenzó una estrategia de «socializar» resultados inmediatos contra la necesidad de fondos que estaban en manos de la Asamblea Legislativa, una especie de chantaje político basado en percepción y presión popular.
El efecto más notable de todo este proceso ha sido la reducción de homicidios que alcanzó niveles mínimos comparados con los planes anteriores o con la «Tregua» entre pandillas que había sido el proceso de mayor impacto en la reducción de homicidios a pesar de todas sus implicaciones posteriores.
Posteriormente se lanzó una nueva fase del plan de seguridad denominada «Oportunidades» que nos recordaba en su concepto al plan «Mano Amiga» de la administración Saca, obviamente con sus diferencias fundamentales y con su requerimiento presupuestario, este plan es complemento de la represión y busca «reparar el tejido social» con un abanico de estrategias de tipo preventivo para alejar a los niños y jóvenes de la influencia de las maras.
Estos planes no son nada nuevo, pero se están aplicando con mucha intensidad y ahí está la diferencia con las ediciones anteriores, aparte de la amplia difusión de supuestos resultados, que se viralizan en las redes sociales sin que se haga análisis exhaustivos de dichos resultados.
El problema es que la solución se queda únicamente a nivel de percepción y al no ser ratificada, no resiste el embate de la verdad.
Un amigo mío que vive en una zona relativamente tranquila de Apopa, tuvo recientemente una experiencia que contradice ese «Control Territorial» que dice el gobierno tener en los municipios insignia de su plan nacional de seguridad.
La esposa de dicho amigo es profesora y trabaja en una escuela de una comunidad catalogada con presencia de pandillas, pero al ser ella parte de la comunidad no tiene mayores problemas para desplazarse, pero recientemente, hace como una semana, mi amigo tuvo que ir a dejar a la escuela una incapacidad en su vehículo y al llegar cerca de la escuela lo aparcó y al bajarse un niño como de doce años le preguntó si tenía algo para el.
Esperate, ya regreso – le dijo pues no tenía más que un billete de a diez dólares y lo iba a cambiar en la tienda de la escuela.
Mi amigo entró a la escuela, habló con la directora y le entregó la boleta de incapacidad, despidiéndose de ella y de otras maestras que se encontró al salir, pasó por la tienda y compró algo para cambiar su billete y cuando estaba esperando su cambio llegó evidentemente afligida una de las chicas que ayudan con el chalet de la escuela y le dijo que querían hablar con él.
¿Quien? – preguntó mi amigo
Afuera – dijo la joven y se metió al chalet sin decirle nada más.
Mi amigo asomó por el portón de la escuela y solo vio cerca de su auto al niño que le había pedido al principio, salió de la escuela, se dirigió a su vehículo, abrió la puerta de piloto, entró, cerró la puerta y le ofreció una moneda al chico quien le dijo.
No quiero el pisto, solo que se baje
¿El qué? – preguntó mi amigo, entre sorprendido e indignado, pensando que lo estaban asaltando. Un niño que no llegaba a doce años.
Allá quieren hablar con usted – Le dijo señalando rumbo a una esquina en donde a la sombra de un gran árbol descansaban varios jóvenes, apenas mayores al niño que lo interpelaba.
¿Quiénes quieren hablar conmigo? – Preguntó mi amigo al niño, ya comenzando a molestarse, pero a la vez entendiendo que estaba en zona de pandillas
¡Usted vaya al suave! – le dijo el niño y caminó en dirección a los jóvenes.
Mi amigo se lo pensó y salió del carro y comenzó a caminar despacio, volteando la vista a la escuela en donde lo estaban mirando las chicas del Chalet pero luego se ocultaron tras el mostrador y se hicieron las que no veían nada y entonces si comenzó a temer por su integridad.

«Creeme que me temblaban las patas» – me comentó cuando me contaba la historia.

Uno de los jóvenes, el que parecía mayor se acercó a él al verlo dudoso y le habló alzando la voz.
¡Venga! No le vamos a hacer nada.
Mi amigo ya verdaderamente asustado, siguió caminando bajando todos los santos del cielo, entre resignado y dispuesto a huir o pelear.
¿Que tal? ¿Que anda haciendo por aquí? – le dijo el joven en un tono autoritario pero a la vez respetuoso, con la seguridad y el aplomo de quien tiene la plena autoridad.
Soy el esposo de una profesora y vine a dejar una incapacidad.
¿Quien es la profesora?
Fulana de tal
¡Ah! bien, no se preocupe, solo estamos verificando, es que su carro no lo habíamos visto por aquí – y le tendió la mano en forma de garra.
Mucho gusto soy Mengano – le dijo mi amigo correspondiendo el saludo.
¿Le enseño mi DUI? – preguntó mi amigo para ratificar su disposición a someterse
No, ya nos dijeron quien es usted, solo lo queríamos verificar. Siempre que venga baje los vidrios y tranquilo.
Gracias, ya me tengo que ir
Que le vaya bien, Saludes

 

Y mi amigo salió de la zona temblando y dispuesto a no regresar jamás, pero ha tenido que hacerlo por su esposa, sin embargo no lo han vuelto a interceptar ni a molestar, es más nunca ve a nadie sospechoso o extraño, no tiene ni idea de cómo es que vigilan, pero sabe muy bien que lo hacen y tienen control de su territorio.

 

¡Esos cabrones si controlan el territorio, ahí no entra ni el ejército! –  me dice mi amigo totalmente seguro de que por el momento el «Plan territorial» del gobierno es más propaganda que realidad.

 

Todavía se escuchan noticias de niños y jóvenes que mueren por llegar a las zonas equivocadas, la percepción real de la gente es muy diferente a la que pregonan las redes sociales y se debe reconocer que los planes si han tenido algo de efectividad, pero aún falta mucho por hacer, la diferencia con las ediciones anteriores es hoy que se ha mantenido la presión más alla del momento de la fotografía, pero no basta, recordemos que el problema es más estructural y no solo es represión y oportunidades, faltan componentes económicos, sociales, educativos que logren «reparar» realmente el tejido social.

 

Cuestionar la efectividad de un plan no es estar en contra, todos queremos que el problema se resuelva, pero cerrando los ojos, oídos y la mente no se logrará, se debe señalar lo que falla y el gobierno debe estar dispuesto a escuchar, una voz disidente no es necesariamente una voz en contra, pero para entenderlo se requiere un poco más de apertura y compromiso con la verdad.

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