Como construir otro tipo de hegemonía dominante

Platicando un día de estos con Jjmar, me comentaba lo siguiente: “Al contrario de lo que la mayoría piensa, la Clase Dominante del país o de cualquier pais, no gobierna, impera, incidiendo directamente en la estructura del estado, adecuándolo a sus cambiantes necesidades mercantiles, comerciales o financieras, para lograrlo toman control de la cultura, la educación, la economía, la historia, la religión, etc.”

A esto fue lo que el filósofo marxista italiano Antonio Gramsci llamó: “La hegemonía de la clase Dominante”.

Desde que el hombre abandonó el régimen tribal y se creó el concepto de Estado, la cultura de un pueblo está controlada y dominada por el sector más poderoso, casi siempre en lo económico, que maneja e impone su pensamiento y valores en la educación, la cultura, la religión, e incluso en los medios de diversión, implantando sus ideas en el inconsciente colectivo de toda la población, que asume como propias esas ideas y logran que las clases subalternas acepten los valores impuestos y se identifican psicológicamente con ellos, es lo que Marx señalaba al definir que la clase dominante además de ejercer poder material en la sociedad ejercen poder espiritual dominante, porque no solo tienen control sobre los medios de producción material sino que también sobre los medios de producción espiritual que son los que crean cultura.

Por esta razón en nuestro país cuando cualquier vocero de la derecha, ya sea como miembro de un partido político o como representante del sector económico dominante dice en forma categórica.

“El pueblo salvadoreño NO ES SOCIALISTA”

No se equivoca. Es absolutamente cierto.

Aunque le duela a nuestros más sinceros y puros izquierdistas, en su gran mayoría el pueblo salvadoreño aborrece la palabra socialismo, pues todo su entorno económico, religioso y sociocultural le ha impuesto esta idea en su psique de manera profunda.

Desde la matanza del 32, ejecutada bajo las órdenes del General Maximiliano Hernandez Martinez, se grabó a plomo, sangre y fuego entre los salvadoreños el terror a ser socialista o comunista y como efecto colateral añadido, el terror a ser indio, ya que la población indígena fue la más afectada por dicha represión.

Se acrecentó el malinchismo entre la población, el rechazo a nuestra raíz cultural y racial a un grado tal que seguimos siendo incapaces de consumir nuestra propia producción cultural, incluso nuestros poquísimos artistas y autores no crean según su propia inspiración, sino que “Hacen Cover” de las producciones y modelos de otras culturas.

Durante siglos los diversos agentes culturales como la iglesia, el sistema educativo, el entretenimiento, las artes, el deporte han contribuido a crear lo que podemos llamar como “la identidad cultural salvadoreña” y no es que estemos ante una diabólica conspiración de todas esas entidades en un oscuro y secreto contubernio para sojuzgar al pueblo; en realidad las instituciones ni siquiera están conscientes de lo que hacen, simplemente es que las ideas de la clase dominante prevalecen entre las instituciones o agentes culturales aportan a su mantenimiento tienen gente afín a ellos al mando de las instituciones y cuentan con los recursos para que sus valores e ideas sean difundidas ya que poseen a los medios, son cercanos a la iglesia, pagan a los artistas, son dueños de los medios de comunicación, casi siempre tienen control sobre el gobierno y por lo tanto sobre la educación oficial, el modelo económico oficial incluso sobre la historia oficial, de esta manera esas ideas se vuelven dominantes y las clases económica y socialmente inferiores las asumen como propias.

Cambiar el modelo hegemónico dominante implica básicamente cambiar la cultura y para eso se debe dominar en cada uno de los agentes que la crean, conforman y mantienen, lo cual resulta prácticamente imposible porque se requieren recursos y medios que no están disponibles sin una sobrada capacidad económica.

La llamada contracultura no es tan efectiva en este proceso puesto que tiende a la marginalidad y es rechazada por las mayorías que la ven como una aberración de lo socialmente aceptado, se debería fomentar pero no basar el cambio cultural en ella.

El trabajo es de hormigas, regresar a la célula, al círculo de estudio, con las ventajas que hoy ofrecen las tecnologías de información, el panfleto ya no sirve, es obsoleto, anacrónico y aburrido, se debe cuestionar hasta lo incuestionable, se debe trabajar sobre todo con los jóvenes, pues son quienes tienen la mente mas despierta y abierta a los nuevos medios y modos de comunicación, son quienes realmente pueden forzar el cambio.

Casi es regresar a ciertos conceptos del situacionismo con actos como el de Letrista Michel Mourre en Notre-Dame, los jóvenes son muy sensibles a cosas así, pero los viejos marxistas siguen anquilosándose en su arcana retórica revolucionaria, creyendo que el pueblo es socialista por naturaleza y evolución natural, mientras por su parte, los dirigentes farabundistas, están más interesados en conservar su cómoda situación y calidad de funcionarios públicos que en otra cosa.

Nuevas formas de ilustración y de divulgación se están gestando, formas y métodos que se convertirán en nuevas formas de lucha y son los jóvenes quienes las asumirán y las pondrán en marcha, pero para mientras sigamos deleitándonos con la furia de patanes…digo de titanes legislativos y constituyentes.

 

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