A propósito de los Mártires de la UCA…

No los olvidamos

Hoy conmemoramos el asesinato de 6 sacerdotes jesuitas y sus dos colaboradoras. Todos y todas Mártires Salvadoreños con letras mayúsculas, por vocación, por entrega y amor a un pueblo sufriente, crucificado, como bien lo retrataría el más conocido de ellos (y quien tuvo que ver la muerte del resto de sus hermanos antes de sufrir la propia). Ellas dos símbolos de un pueblo pobre y que trabaja por superar sus propias limitaciones.

Habrán muchas reflexiones sobre ellos en éstos días. Especialmente hoy que el presidente Mauricio Funes les condecorará con el reconocimiento oficial de mayor grado que puede dar el Estado. Un homenaje póstumo que sabe a poco pues más allá de homenajes, estas ocho muertes son un símbolo del atropello a la justicia para con las víctimas del terrorismo de estado que se sufrió en el país antes y durante la guerra (y aún después de ella).

Dar un homenaje a ellos no basta para comenzar a sanar las heridas dolorosísimas de las víctimas de los abusos contra la población civil durante la guerra. un pequeño acto simbólico que es apenas un disparo con bala de salva contra ese muro ignominioso muro que nos separa de la senda de la paz verdadera: la ley de amnistía. Un acto honorable es reconocer el valor de estos mártires, pero es un acto fútil al fin si se queda en el símbolo, en una cruz de metal precioso pero falto de contenido.

Sus obras, siempre vigentes...

A pesar de ello, la memoria de estos seis hombres y estas dos mujeres, es un símbolo de vida que renueva, que veinte años después sigue moviendo conciencias aquí y en el extranjero, que siguen brillando como luces en las tinieblas de un mundo cada vez incierto. En la sabiduría de unos y en la humilde entrega de otros, más y más personas vemos faros que brillan, bien para analizar y buscar una transformación de una realidad a través de una praxis científica, o bien para desde la cotidianeidad dar un sentido de continuidad a la vida, para que esta se siga imponiendo a quienes no dudan empuñar la muerte para cortar lo que sea que haya en el mundo para satisfacer su voracidad.

De ahí el pesar de unos y de otros, de los asesinos y de quienes encubren con una ley espuria la cobardía y los atropellos. Unos y otros se mirarán a los ojos durante otros veinte, treinta o cien años por venir, y se sabrán impotentes cada vez más en sostener un muro de mentiras. Las fuerzas de sus alianzas de corrupción terminarán por deshacerse, y tarde o temprano esa ley caerá para dar paso a la verdadera paz, proveniente de la justicia, el perdón y la memoria.

Descansen en paz, que seguimos en lucha

P.D.: Gracias a Hunnapuh por darme cabida en este espacio. Espero estar a la altura de las circunstancias.